Hipatia, la última filósofa griega

5 noviembre 2015 at 8:39 am 11 comentarios

En el año 415 se apagó bruscamente la estrella de la matemática, astrónoma y filósofa pagana Hipatia de Alejandría, cuando una turba de cristianos exaltados la mató con extrema crueldad. Este trágico hecho marcó el ocaso de la cultura pagana en el mundo antiguo

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Se ha creído que este personaje del fresco La escuela de Atenas, de Rafael, es Hipatia. En realidad, sería un retrato de Francesco Maria della Rovere, sobrino del papa Julio II. 1508-1511. Estancia de la Signatura o del Sello, Vaticano. SCALA, FIRENZE

Por Carlos García Gual. Asesor de Historia National Geographic. Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, Historia NG nº 142

En el mes de marzo del año 415, en plena Cuaresma, un crimen sacudió la ciudad de Alejandría: una muchedumbre vociferante atacó a la respetada y sabia Hipatia, la mató y se ensañó con sus restos. Los asesinos formaban parte de «una multitud de creyentes en Dios», que «buscaron a la mujer pagana que había entretenido a la gente de la ciudad y al prefecto con sus encantamientos». Así habla de la filósofa –como de una bruja– la crónica de Juan, obispo de Nikiu, una diócesis del delta del Nilo. Escrita casi tres siglos después del asesinato de Hipatia, es el texto que ofrece más detalles sobre su muerte, y también muestra una clara animadversión hacia la estudiosa, cuyas hechicerías habrían justificado su atroz final. Pero ¿quién fue en realidad Hipatia y por qué murió?

Para responder a esta pregunta debemos trasladarnos a la Alejandría de comienzos del siglo V. Por entonces, la espléndida metrópoli fundada por Alejandro Magno, famosa por su Museo (un extraordinario centro científico), su enorme Biblioteca y sus grandes templos, aún mantenía una considerable población y era la capital de Egipto. Como ciudad del Imperio romano de Oriente, la gobernaba un prefecto enviado por el emperador de Constantinopla; pero, de modo no oficial, gran parte de su gente obedecía los dictados de su obispo y patriarca, quien velaba por la fe y la ortodoxia de la comunidad cristiana.

Desde que el emperador Teodosio I había proclamado el cristianismo como religión única del Imperio, el poder eclesiástico se había instalado en las ciudades e iba asfixiando los reductos del paganismo. Y actuaba con una intolerancia feroz, no sólo contra los adeptos a los antiguos cultos, sino contra los disidentes de todo tipo, ya fueran herejes o judíos, muy numerosos en Alejandría. En esta ciudad, tanto el clero como los monjes de los desiertos vecinos y los llamados parabolanos –unos servidores de la Iglesia que también actuaban como sus guardias– seguían los dictados del obispo, y en momentos de conflicto no vacilaban en promover violentos disturbios para demostrar su fuerza, destruir los templos de los infieles y acallar sus voces.

Fue así como, instigados por el obispo Teófilo, estos fanáticos causaron grandes destrozos en diversos santuarios paganos, y en el año 391 saquearon e incendiaron el famoso Serapeo y su espléndida biblioteca. El templo de Serapis, un emblema glorioso de la ciudad durante siglos, fue convertido en iglesia cristiana, al igual que el Cesareo, un antiguo  templo dedicado al culto del emperador. Quienes se negaban a convertirse a la fe dominante sufrían el asedio cristiano. Resultaban vanos sus intentos de apelar en su socorro a la corte imperial de Constantinopla, carcomida por las intrigas e impotente para frenar los tumultos de la masa fanática.

En este contexto se sitúa el martirio de Hipatia. Su muerte resonó como una campanada fúnebre en el ocaso de Alejandría, el antiguo centro de la ciencia, la cultura y el arte helenísticos. Tanto los truculentos detalles del crimen como la manifiesta impunidad de los asesinos han hecho de la muerte de Hipatia un escándalo histórico memorable. Los testimonios conservados sobre la figura de Hipatia y su siniestro final proceden de dos historiadores eclesiásticos, Filostorgio y Sócrates el Escolástico, que escribieron unos veinte años después del crimen y no ocultan su reprobación ante lo espantoso de aquel acto fanático. También del neoplatónico Damascio de Damasco, que escribió medio siglo más tarde, recogiendo ecos y datos de tan escandaloso suceso, y del obispo Juan de Nikiu, mucho más tardío.

¿Quién era Hipatia?

Todos coinciden en destacar que Hipatia sobresalió como estudiosa de las ciencias y la filosofía, materias a las que se dedicó desde joven. Era hija de Teón, un ilustre matemático del Museo y astrónomo notable. Hipatia, pues, era una digna heredera de la gran tradición científica del Museo, pero a la vez se convirtió en una renombrada profesora que daba lecciones públicas sobre las ideas de Platón, y seguramente de Aristóteles, atrayendo numeroso público. Esto lo sabemos también por las cartas muy afectuosas que escribió uno de sus más fieles discípulos, Sinesio de Cirene. En algunas pide consejo a su «queridísima maestra», y en otras habla de ella a sus amigos con afecto y admiración. Incluso se promete a sí mismo que recordará a Hipatia en el Hades, esto es, en el Más Allá.

Hipatia, pues, formaba parte de la élite pagana fiel a sus antiguas ideas y creencias, y velaba por el legado clásico en un ambiente que se iba volviendo más y más hostil hacia la herencia ilustrada del helenismo. Respecto del saber de Hipatia, Sócrates el Escolástico escribe: «Llegó a tal grado de cultura que superó a todos los filósofos contemporáneos, heredó la escuela platónica que había sido renovada en tiempos de Plotino, y explicaba todas las ciencias filosóficas a quienes lo deseaban. Por eso quienes deseaban pensar de modo filosófico acudían hacia ella de todas partes». Es interesante esa mención de que «heredó la escuela», es decir, la enseñanza de la doctrina platónica renovada por el filósofo Plotino, que nosotros conocemos como neoplatonismo.

Por otra parte, tanto Filostorgio como Damascio señalan que Hipatia aventajó a su padre en saber, en astronomía y en su dedicación a la filosofía. Dice Filostorgio: «Aprendió de su padre las ciencias matemáticas, pero resultó mucho mejor que el maestro, sobre todo en el arte de la observación de los astros».

Y Damascio: «De naturaleza más noble que su padre, no se contentó con el saber que viene a través de las ciencias matemáticas a las que él la había introducido, sino que, no sin altura de espíritu, se dedicó también a las otras enseñanzas filosóficas». Es decir, Hipatia siguió las enseñanzas del padre matemático, pero fue más allá en sus estudios de los movimientos de los astros y, sobre todo, al ampliar el horizonte de sus investigaciones desde la ciencia hacia la filosofía. Eso la hizo famosa y atrajo hacia ella a muchos oyentes y discípulos.

Damascio continúa: «Puesto que era así la naturaleza de Hipatia, es decir, tan atractiva y dialéctica en sus discursos, dispuesta y política en sus actuaciones, el resto de la ciudad con buen criterio la amaba y la obsequiaba generosamente, y los notables, cada vez que hacían frente a muchas cuestiones públicas, solían aproximarse a ella […] Si bien el estado real de la filosofía estaba ya en una completa ruina, su nombre parecía ser magnífico y digno de admiración para aquellos que administraban los asuntos más importantes del gobierno». Hipatia, pues, era una figura extraordinaria: mujer, pagana y sabia, influyente y con numerosos discípulos, muy admirada en la ciudad. Todo esto hizo que su eliminación por parte de cristianos fanáticos tuviera un carácter ejemplar.

Un móvil

El siniestro suceso ocurrió en el año 415, y fue oscuramente instigado por el obispo Cirilo, sucesor y sobrino de aquel patriarca Teófilo que había impulsado a las masas devotas a destruir el Serapeo. Como su tío, Cirilo era un patriarca con mucho poder, intrigante y taimado. Sin embargo, tras su muerte no tardaría en ser santificado por sus servicios y méritos. No sabemos bien qué desencadenó la furia de Cirilo contra Hipatia, quien ni siquiera era una intelectual combativa y hostil al cristianismo. De hecho, tenía discípulos cristianos como aquel Sinesio que le escribió tantas cartas y que llegó a ser obispo de Tolemaida.

Damascio ofrece una acusación clara  contra el patriarca y explica las causas de su hostilidad hacia la filósofa: «Ocurrió un día que Cirilo, obispo del grupo opuesto, pasaba por delante de casa de Hipatia y vio una gran multitud de gente y de caballos a su puerta. Había quienes llegaban, quienes se marchaban y quienes esperaban. Cuando Cirilo preguntó por el significado de aquella reunión y los motivos del revuelo, sus criados le explicaron que era la casa de la filósofa Hipatia y que ella estaba saludándoles. Cuando Cirilo oyó esto le entró tal ataque de envidia que inmediatamente empezó a conspirar su asesinato de la manera más detestable». La envidia, pues, habría sido el desencadenante de  los hechos.

Pero queda otro motivo que pudo influir en la inquina del obispo: las buenas relaciones de Hipatia con Orestes, el prefecto de la ciudad, que años antes había sido objeto de otro ataque callejero de los mismos fanáticos, uno de los cuales lo había herido en la cabeza con una piedra. El agresor, un monje llamado Amonio, fue sometido a tortura y falleció, tras lo cual Cirilo depositó sus restos en una iglesia y le rindió el culto que se daba a los mártires. Las relaciones entre el poder eclesiástico y el poder civil se habían tensado hasta el extremo, e Hipatia reunía la doble condición de pagana y próxima a Orestes, lo que no podía menos que concitar el odio del patriarca. Cuando Damascio califica a Cirilo de «obispo del grupo opuesto» quizá tenga en mente a quienes se enfrentaban a él, con Orestes e Hipatia como cabezas visibles.

El asesinato

La filósofa murió durante el cuarto año del obispado de Cirilo. Una turba de monjes venidos de los yermos próximos o de parabolanos rodeó en pleno día a Hipatia en la misma puerta de su casa. La arrastraron a golpes hasta el interior de una iglesia, y allí la desnudaron y la descuartizaron, desgarrando sus carnes con conchas y tejas, y después de muerta quemaron sus restos en una hoguera para borrar su recuerdo. La brutal escena semejaba un sacrificio humano en un ritual de inaudita ferocidad, como si inmolaran una víctima a un dios bárbaro. Anotemos de paso que, ya que era una famosa profesora unos veinte años antes, Hipatia no murió tan joven como creían algunos pintores románticos, imaginándola como una bellísima muchacha desnuda y sacrificada en un altar por los furiosos monjes. Debía tener cincuenta años o más cuando fue tan cruelmente asesinada.

Para saber más

Hipatia de Alejandría. Maria Dzielska. Siruela, Madrid, 2009.
Hipatia. Clelia Martínez Maza. La Esfera, Madrid, 2009.
Filosofía y ciencia en Hipatia. Pedro Jesús Teruel. Gredos, Madrid, 2011.
Hipatia de Alejandría. Charles Kingsley. Edhasa, Barcelona, 2009.

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11 comentarios Add your own

  • 1. casasgredos  |  5 noviembre 2015 a las 7:31 pm

    Muy interesante.

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  • 2. gilmagamezPeriodista  |  6 noviembre 2015 a las 3:33 am

    Excelente publicación, sugerencias colocar botones de me gusta y WordPress, notificaciones a través del blog

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  • 3. Mildred Granger Quintana  |  6 noviembre 2015 a las 8:28 pm

    Feminicidio, el hombre siempre temiendo el saber alcanzado por la mujer.

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  • 4. Domingo Vallejo  |  6 noviembre 2015 a las 9:45 pm

    Gracias por las sugerencias. Intentaré hacerlo. Un saludo

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  • 5. carolina Hernandez  |  8 noviembre 2015 a las 12:46 am

    disfruté leyendo el artículo, muy bueno, felicitaciones…

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  • 6. Matías Retamal  |  8 noviembre 2015 a las 3:07 pm

    Mildred Granger Quintana En todo el artículo nunca se mencionó que el móvil del asesinato halla sido ser mujer, ni siquiera el hecho de tener resquemor por los conocimientos del otro, si no por una cuestión de popularidad o bien reconocerla como símbolo del enemigo más una dosis de ignorancia y brutalidad cristiana. Comentarios como los tuyos sobran.

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  • 7. Juan Antonio  |  8 noviembre 2015 a las 4:11 pm

    Un artículo muy bien documentado ahora que se cumplen 1600 años del asesinato de Hipatia.
    Yo en cambio encuentro desafortunado el título, pues Hipatia no fue ni la última filósofa griega ni siquiera la última filósofa pagana pues tanto Asclepigenia como Aedesia fueron coetáneas de Hipatia y le sobrevivieron.

    Un saludo y Enhorabuena!

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  • 8. inlivemx  |  8 noviembre 2015 a las 4:21 pm

    Una excelente nota que nos permite conocer de manera interesante una historia que da cuenta de la aberración y los intereses mas nefastos que han predominado en los personajes que detentan poder en las diferentes etapas históricas. La trágica muerte de Hipatia es un relato del «pecado » que ha implicado el saber de una mente brillante adelantada a sus tiempos y la absoluta y mezquina intolerancia que se ejerce en nombre de Dios.

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  • 9. Javier  |  9 noviembre 2015 a las 6:42 pm

    Excelente lo compartiré! Sólo acotar que es mejor tener libertad de cultos y apertura de mente, el fanatismo es un germen muy maligno en cualquier ámbito!

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  • 10. javyto83  |  13 noviembre 2015 a las 10:52 am

    Reblogueó esto en Blog del Historiadory comentado:
    La historia de Hipatia,matemática,astronóma y filósofa.

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  • 11. marie gallego  |  5 diciembre 2015 a las 6:25 am

    replantear formas diferentes de ver el mundo pone en riesgo siempre la vida. El cuestionamiento a los dogmas hace parte de la naturaleza de aquellos hombres y mujeres que como HIPATIA plantearon la posibilidad de la libertad .el desarrollo del pensar diferente y de investigar.

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