Archive for 16 noviembre 2015
Llíria propone declarar el año 2017, año de los doce trabajos de Hércules
El mosaico de los «Los Doce trabajos de Hércules», descubierto por Francisco Porcar en 1917 en el paraje llamado La Bombilla, en el Pla dels Arens, y que actualmente se encuentra en el MAN
Fuente: EFE | Las Provincias
Llíria , 16 nov .- Según el concejal Paco García Latorre, esta pieza arqueológica, que se expone en el Museo Arqueológico Nacional, en Madrid, es de gran valor cultural y artístico, y sin duda, el mejor de los hallazgos en la antigua Edeta romana, de la que surgió la actual Llíria.
Según García Latorre, ante este acontecimiento, la Ciudad de Llíria tiene que prepararse para organizar una magna exposición que estaría conformada por el mosaico de época romana «Los Doce Trabajos de Hércules», como elemento preferente, además de otros objetos arqueológicos procedentes de la Edeta romana que actualmente están expuestos al Museo Arqueológico Provincial de Valencia.
Para Garcia, los trabajos de Hércules, que nunca han sido expuestos en la ciudad de Llíria, darían el impulso que necesita el valioso patrimonio arqueológico de la cultura romana que existe en la Comunitat Valenciana.
Para ello, el concejal reclama la participación del Ministerio de Cultura, para que apruebe una cesión temporal del mosaico; de la Diputación de Valencia, para que cediera algunas de las piezas que posee en sus museos, y la Consellería de Cultura, para que apoyara esta iniciativa.
Es por ello, que la Comisión de Cultura del ayuntamiento edetano ha elevado al Pleno municipal la propuesta de declarar en Llíria en 2017, «Año de los doce trabajos de Hércules», así como crear un grupo de trabajo de los «Doce trabajos de Hércules» integrado por los portavoces de la Comisión de Cultura y el director del Museo Arqueológico de Llíria, con el objetivo de coordinar y preparar esta exposición.
Arqueólogos revelan un imponente mosaico «africano» en la ciudad israelí de Lod
Se encuentra al sureste de Tel Aviv, mide 11 por 13 metros y fue elaborado hace más de 1.700 años
Mosaico de Lod – AFP
Fuente: EFE – Tel Aviv | ABC 16/11/2015
Arqueólogos israelíes revelaron hoy un imponente mosaico de patrones africanos elaborado hace más de 1.700 años en la ciudad de Lod, al sureste de Tel Aviv, para una rica e influyente familia de identidad desconocida.
El mosaico, de 11 por 13 metros y hallado en el patio central de la que llegó a ser una monumental vivienda entre finales del siglo II y comienzos del IV, se encuentra en el mismo complejo en el que fue descubierto hace más de una década el conocido como «Mosaico de Lo», exhibido en algunos de los museos más famosos del mundo, entre ellos el Louvre.
«Este era el suelo de una villa romana y lo que vemos es un magnífico mosaico realizado por artistas que llegaron hasta aquí desde el norte de África», dijo a Efe Haguit Torge, arqueóloga de la dirección de Antigüedades de Israel, a cargo de un yacimiento que fue descubierto durante la construcción de una autopista.
El nuevo mosaico contiene animales y formas que en ningún momento aparecen en la Biblia o documentación paralela, por lo que difícilmente artistas locales podrían haberlos hecho.
Torge explicó que los autores de esta pieza son los mismos que realizaron el «Mosaico de Lod», actualmente expuesto en Venecia, con la gran diferencia de que éste es mucho más grande y vistoso.
«El otro estaba en la sala de recepción, este está en el patio central, lo que nos ofrece más información sobre el tamaño de la hacienda y la riqueza de la familia que habitaba en ella», subrayó.
Símbolo de su opulencia es el ánfora con vino del que beben dos palomas, que trataba de transmitir a la vez una cálida bienvenida al visitante y un claro mensaje de que el anfitrión era persona pudiente.
Una conclusión que se afianzó durante el proceso de desescombro, en el que se han hallado mesas de mármol, monedas, cerámicas y otros utensilios típicos de familias adineradas.
Aunque sus cimientos y primeras construcciones datan de la época romana, cuando estuvo habitada por una familia judía, parece que la villa fue reconstruida y ampliada en al menos dos ocasiones, tuvo varios ocupantes y alcanzó su máximo esplendor durante la época bizantina, a partir del 324.
Habitada desde hace más de 5.000 años, Lod fue por aquellos siglos uno de los epicentros de la vida pública de la región, particularmente desde que el emperador romano Septimio Severo le concedió el estatus de polis en el año 200, pasando a ser conocida como «Diospolis» (Ciudad de Zeus).
En esos años, el incipiente cristianismo se propagaba por sus calles, aunque los arqueólogos no se atreven a decidir si los propietarios eran de esta entonces nueva religión, paganos o judíos.
«No hay símbolos religiosos, podía ser cualquiera», destaca Torge sobre un período en el que la ciudad se fue haciendo más pagana porque, a partir de finales del siglo II, los judíos emigraron en su mayoría a la Galilea.
Las monedas de la época, que por su estatus de polis Lod podía acuñar, contenían en gran medida símbolos paganos y la simbología del mosaico tampoco ofrece pistas.
Sus tigres («entrenados para matar»), venados, delfines y otros animales exóticos no son suficiente indicio como para deducir la identidad de los propietarios, aunque sí la de los artistas, que llegaron desde el norte de África.
«Probablemente los propietarios eligieron los diseños a base de (pequeñas) maquetas», creen los arqueólogos, que aseguran que el patio rodeado de columnatas era una de las zonas centrales de la vivienda.
«Allí, en los corredores detrás de las columnas, tenía lugar la vida familiar, comían y se reunían con amigos y otros invitados. Había bancos y sofás mirando hacia el mosaico», sostiene Toger.
La villa cambió radicalmente en el siglo IV, cuando un nuevo ocupante -esta vez cristiano- la amplió y le agregó nuevas habitaciones y fuentes, pero conservando el mosaico de patrones africanos.
«Cambiaron toda (la fisonomía de) la zona, la ampliaron y construyeron numerosas instalaciones de agua», resalta. Según los restos hallados, la vivienda siguió en uso hasta bien entrado el período musulmán, a partir de 638, aunque un siglo después un terremoto castigaría la ciudad y Lod fue abandonada en favor de una nueva urbe que acababa de ser inaugurada: la vecina Ramle.
La diosa Victoria conduce un carro triunfal
Foto: Markus Schreiber / AP Photo / Gtres
Fuente: NATIONAL GEOGRAPHIC
La cuadriga de la Puerta de Brandemburgo, en Berlín, aparece en esta magnífica fotografía de marzo de 2012. Los cuatro caballos levantan una de sus patas y tiran de un carro triunfal que conduce la diosa Victoria, situada de pie y portando un cetro rematado con una cruz y un águila. El escultor berlinés Johann Gottfried Schadow creó la cuadriga original de cobre en 1793 como ornamento de la Puerta de Brandemburgo, de estilo neoclásico, inspirada en los Propileos de la Acrópolis de Atenas. Esta entrada monumental fue erigida en un período de entreguerras; la figura de la cuadriga representaba a Irene, la personificación de la paz. En octubre de 1806, tras la doble victoria de Napoleón en las batallas de Jena y Auerstedt, el general francés entró con sus tropas en Berlín, desmanteló la cuadriga ornamental y se la llevó como trofeo de guerra. Ocho años después, Prusia se tomó la revancha y la escultura regresó a Berlín; la diosa de la paz se convirtió entonces en la diosa de la victoria. El célebre arquitecto Karl Friedrich Schinkel sustituyó la corona de laurel de la diosa Irene por una de roble, le añadió una cruz y el águila prusiana. La cuadriga quedó prácticamente destruida durante la Segunda Guerra Mundial (los soldados soviéticos fueron retratados sobre la escultura mientras enarbolaban sus banderas) y tras la contienda se rehizo en bronce utilizando los moldes antiguos. El Märkisches Museum conserva una cabeza de caballo de la escultura original.
La decimatio, el castigo más salvaje reservado a las legiones romanas sediciosas
La derrota por ineficacia nunca fue una posibilidad para las tropas romanas
Fotograma de la película «La legión del Águila» – ABC
Fuente: CÉSAR CERVERA | ABC 13/11/2015
En los años finales de la República romana, Marco Licinio Craso se hizo cargo de la campaña militar contra la rebelión de un grupo de esclavos dirigidos por el mítico Espartaco. El rebelde tracio había logrado derrotar a varias legiones, lo cual suponía un duro golpe para el orgullo romano, exigiendo que fueran aplicadas medidas excepcionales. Designado pretor con este propósito, Craso comenzó las operaciones desempolvando el arcaico castigo de la decimatio para emplearlo contra las legiones que habían huido cuando se hallaban al mando de su predecesor. Este brutal castigo era tan salvaje como poco efectivo. La fama de hombre sin corazón de Craso creció a pasos agigantados pero no así el rendimiento de sus tropas, más atemorizadas que cualquier otra cosa.
La decimatio (o vicesimatio, otras veces, dependiendo del criterio del general) era un castigo que ya aparece citado en la Primera Guerra Púnica contra los cartagineses y solo se empleaba en casos extremos de sedición y cobardía, como ocurrió con una rebelión dentro de la propia Península Itálica. Pero incluso en ese supuesto, Craso quedó retratado como un hombre demasiado severo. El castigo consistía básicamente en la elección por sorteo de 1 de cada 10 hombres de todas las cohortes para ser asesinados a golpes y palos por sus propios compañeros. Como describe el historiador bizantino Juan Zonaras, «una vez que los soldados han cometido una falta grave, su jefe los reparte en grupos de diez, tomando un soldado de cada grupo, mediante sorteo, y éste es condenado a muerte a manos de sus propios compañeros».
Además, Craso obligó al 90% restante a cambiar la ración de trigo por cebada y a levantar sus tiendas fuera de los muros de los campamentos del ejército. Estas medidas, que hacían más daño que beneficio a la moral de la tropa, respondían a la gravedad de la situación pero, sobre todo, evidencian lo mal que asumió siempre Roma sus derrotas. A la ciudad le costaba horrores reconocer sus fracasos militares de forma oficial y siempre encontraba una excusa apropiada para delimitar responsabilidades. Cuando la derrota acontecía a las tropas romanas, una y otra vez se disfrazaba o se justificaba a causa de la imprudencia de ciertos generales –siendo un buen ejemplo de ello la batalla del bosque de Teutoburgo– o por la desobediencia de éstos a los signos divinos enviados para advertir a Roma de que se encamina al desastre.
Un ejemplo de estas supuestas advertencias divinas tuvo lugar durante la demencial campaña que Licinio Craso emprendió en Partia, un gran reino asiático que se extendía más allá de Armenia, muchos años después de derrotar a Espartaco. En esta ocasión, se estimaba que el propio Júpiter envió al general un aviso premonitorio de la derrota cuando los portaestandartes del ejército, cruzando sobre el río Eúfrates, dejaron caer involuntariamente las banderas al agua. Los sacrificios y las vísceras de los animales examinados por los arúspices tampoco eran favorables. Pese a ello, Craso dio la orden de avanzar en dirección hacia una terrible derrota.
Un castigo fuera de uso e ineficaz
Si bien la decimatio aplicado por Craso en la guerra contra los esclavos fue a nivel masivo, lo habitual era que afectara solo a pequeños grupos que habían huido o que simplemente habían dado muestras de indisciplina (véase abandonar las guardias durante la noche, hacer de forma incorrecta los relevos u olvidar la contraseña, etc). Polibio explica al detalle cómo se procedía en estos casos individuales: «Se convoca al punto el consejo de tribunos, se celebra el juicio y, si el hombre es declarado culpable, se le apalea. El procedimiento es el siguiente: el tribuno, provisto de una vara, roza suavemente al condenado. Inmediatamente todos los miembros de la legión le apalean y apedrean; en la mayoría de los casos el reo muere allí mismo». Pero ni siquiera muertos podían descansar en paz los indisciplinados y los sediciosos. El escritor Valerio Máximo recuerda que en los tiempos gloriosos de la República los castigos contra la indisciplina debían ser ejemplares y en varios casos se reclamó expresamente que a los soldados castigados «nadie les diera sepultura y que nadie llorara su muerte».
Recreación histórica en Pram (Austria) representando el avance de una legión romana– Wikimedia
Con el paso de los años, la decimatio, que está vinculada a la palabra moderna diezmar, fue cayendo en desuso a razón del coste de matar a tantos hombres de las filas propias. De hecho, la compilación de leyes del «Digesto» solo la cita como pena alternativa al cambio de destino, que evidentemente es un sanción mucho menos severa. No obstante, Tácito todavía se refiere en su narración de la guerra de Tacfarinas, en el año 23 d.C, a este castigo como respuesta del general Lucio Aproniano a la huida de sus tropas: «Más afectado por el honor de los suyos que por la gloria del enemigo, Aproniano recurrió a una práctica rara por aquella época y que recordaba los tiempos pasados («raro ea tempestate et e vetere memoria facinore»): diezmar a la cohorte deshonrada dando muerte a palos a quienes correspondió por sorteo». Y al menos en esta ocasión la decimatio tuvo consecuencias positivas a nivel militar, pues «tan grande fue el efecto de la severidad que un cuerpo de tropas de veteranos, que no sobrepasaba de 500 hombres, desbarató a las mismas tropas de Tacfarinas que habían atacado un fuerte llamado Tala».
También en la etapa de Octavio al frente de Roma aparece este castigo citado durante la guerra contra los Dálmatas en el año 34 a.C. Además, Suetonio recuerda que Calígula tuvo la tentación de recuperar la decimatio cuando estaba preparando una campaña contra tribus germanas. Y vuelve a mencionarse durante la historia de San Mauricio y la Legión Tebana. Así, Mauricio era el general de una legión integrada por cristianos egipcios, que fue llamada a la Galia, en concreto a la ciudad de Agaunum, por el emperador Maximiliano. Ante la negativa de cumplir la orden de dar muerte a otros cristianos, todos ellos recibieron el famoso castigo, y tras una segunda negativa los supervivientes fueron martirizados hasta la muerte. La veracidad del relato, no en vano, es muy cuestionada por los historiadores debido a que el castigo llevaba siglos sin aplicarse y a lo inverosímil de que hubiera una legión entera integrada por cristianos.