El azar y el vicio por el juego de los dados, la gran adicción que obnubiló a Octavio Augusto

El que fuera primer emperador de Roma también se dejó seducir por uno de los esparcimientos preferidos por los romanos: los juegos de azar y, más concretamente, los dados

Fresco que representa una partida de dados – Blog Domvs Romana

Fuente: P.FM.A. ABC Historia
31 de agosto de 2018

Del 753 a.C. al 509 a.C., la Monarquía; hasta el 27 a.C., la República. Estos son los precedentes de una superpotencia radicada en Roma, ciudad fundada por Rómulo y Remo un 21 de abril del año, como no es difícil intuir, 753 antes del nacimiento de Cristo. La que en sus inicios no era sino una simple aldea de pastores, se acabó convirtiendo en un poderoso imperio que perduró hasta el 476 d.C. y llegó a controlar un inmenso territorio. Fue bajo el mandato del emperador Trajano cuando las fronteras del Imperio romano estuvieron más alejadas: desde el océano Atlántico en el oeste hasta las orillas del mar Caspio, el mar Rojo y el golfo Pérsico en el este; desde el desierto del Sahara al sur hasta Germania y Britania al norte.

Dicho lo cual, resulta obvia e innegable la herencia cultural, social y política recibida de Roma. Los romanos nos legaron el latín, el cual está presente en los idiomas hablados en un tercio del mundo. La misma proporción se rige por leyes surgidas del Derecho Romano. Por su parte, las obras arquitectónicas, tales como templos, calzadas, acueductos, etc., conviven con nosotros y juegan un importante papel en el patrimonio artístico de las distintas naciones.

Pero con lo generalizado que está el ocio en la actualidad, podría afirmarse que a los descendientes de los «gemelos fundadores» les debemos, también, la afinidad hacia el recreo y el entretenimiento. «Pan y circo» era la máxima de las autoridades, las cuales siempre fueron partidarias de la organización de espectáculos de diversa índole para granjearse el favor del pueblo. Así, teatros y peleas de gladiadores se popularizaron a lo largo y ancho del imperio. No obstante, existe otra práctica por la que los ciudadanos de Roma sintieron gran afición, algunos de tan alta alcurnia como Octavio Augusto: los juegos de azar. Este episodio es abordado por Lucía Avial Chicharro en su inestimable libro «Breve historia de la vida cotidiana del Imperio Romano: costumbres, cultura y tradiciones» (Nowtilus, 2018).

Hagan sus apuestas

«Los romanos fueron un pueblo muy aficionado a los juegos de azar, especialmente a los dados y a las apuestas con estos», manifiesta Avial Chicharro en su ejemplar y dicha afirmación resulta central para el devenir de esta pieza. Desde las reuniones en cantinas para tomar unos vinos hasta las largas horas que los legionarios pasaban asediando y sitiando un emplazamiento, cualquier excusa era buena para echar unos dados y jugar unas monedas. De hecho, no se caería en una falacia histórica si se hablase de vicio o ludopatía. Tanto es así que llegaron a redactarse, ya en época republicana, restrictivas leyes que punían el juego: leges aleariae.

El nombre de las mismas tampoco es algo baladí. Como bien indica Miguel Córdoba Bueno en su obra «Anatomía del Juego: Un análisis comparativo de las posibilidades de ganar en los diferentes juegos de azar» (Dykinson, 2013), del latín aleator proviene jugador, término que por aquel entonces poseía connotaciones negativas (deshonesto y con un defecto de carácter), y se encumbra como la raíz de aleatorio, palabra que en la actualidad utilizamos para definir aquellos fenómenos regidos por las reglas del azar.

A este respecto, por todos es conocida la expresión latina alea iacta est o, en román paladino, «la suerte está echada». Se atribuye a Julio César la enunciación de tan célebre frase al pasar el Rubicón con sus legiones, el riachuelo que marcaba el límite entre la Roma republicana y la Galia. Pues bien, una variante puntualiza que no pronunció exactamente dicha consigna porque lo hizo en griego, de modo que el significado literal pasaría a ser «los dados se han tirado». Como no resulta difícil imaginar, alea designaba genéricamente a todos los juegos de azar de la antigua Roma.

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Las leyes perseguían los juegos en los que el resultado dependía única y exclusivamente del azar

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Volviendo a la legislación antes mencionada, es preciso matizar que lo que castigaba no era el juego en sí sino las apuestas de «cuartos» que éste conllevaba. Así, mientras que se consideraban legales en aquellas competiciones, como las peleas en el anfiteatro, en las que el resultado dependía de la pericia y la gallardía, perseguía a todos aquellos que se jugaban un dinerillo confiando toda su suerte a la «ventura de la providencia».

Según detalla Javier Sanz en «La ludopatía en la antigua Roma», artículo publicado en la web «Historias de la Historia», las multas impuestas eran un múltiplo de la cantidad apostada y variaba en función de las circunstancias así como de la familia del apostante. «Además, la ley no reconocía las deudas de juego ni los delitos cometidos contra la propiedad de las “casas de apuestas”», prosigue el autor.

No obstante, como bien plantea Pilar Martínez Abella, resultaba sin duda complicado controlar las partidas privadas en hogares y tabernas. «¿Cuánto te puede costar esconder un dado? ¿Quién podría aguantar una de esas tediosas cenas sociales, sin la chispa que propicia el riesgo de perder unos cuantos denarios?», se pregunta en su página oficial.

En la misma línea que Abella se encuentra Jorge García Sánchez. El autor de «Viajes por el Antiguo Imperio romano» (Nowtilus, 2016) expresa que pese a la prohibición y las penas económicas impuestas por la reglamentación legislativa del momento, una pintura de la época «retrata a un grupo de jugadores enfrascados en una partida de dados que se llevaba a cabo medio a escondidas en la bodegas y en las habitaciones traseras de las tabernas». Era un secreto a voces, vaya.

Se quita la barrera

Durante unos días al año, no obstante, la veda era retirada. «Las leyes solo lo permitían [el juego] en festividades como las Saturnales», explica Avial Chicharro en su libro. Según la escritora, esta celebración tenía lugar entre el 17 y el 23 de diciembre, días en los que proliferaban banquetes, algunos públicos, y procesiones, los intercambios de regalos eran frecuentes e, incluso, los esclavos recibían una mayor libertad por parte de sus amos.

Las palabras de la autora de «Breve historia de la vida cotidiana del Imperio Romano» son corroboradas por Javier Sanz, quien menciona la importancia de estas fiestas en «La ludopatía en la antigua Roma»: «Las escuelas cerraban, algunas conductas frívolas femeninas y masculinas estaban bien vistas, se podía apostar a los dados, se invertían los papeles entre amos y esclavos, corría el vino a raudales y todos los miembros de la familia recibían un regalo, fuera cual fuese su condición. Además, todos los esclavos recibían de sus amos una generosa paga extra en moneda o vino».

En la obra de divulgación «Formas de ocio en la antigua Roma: desde la dinastía Julio-Claudia (Octavio Augusto) hasta la Flavia (Tito Flavio Domiciano)», Maximiliano Korstanje se atreve a ir un paso más allá: «Comúnmente, siervos y patrones se juntaban en camaradería bajo el juego de dados, el cual estaba prohibido. No era extraño que los esclavos tuvieran licencia para decirle a su amo todas aquellas verdades molestas que en la vida diaria no podían decirle».

Este paréntesis en la represión puede tener su origen en el fin de las tareas agrícolas de campesinos y esclavos, cuando los campos se preparaban para el duro invierno.

Octavio el «apostador»

La historia de este nombre clave del imperio es la historia de un joven inteligente que, sin grandes cualidades militares, logró convertirse en el primer emperador de Roma. Es la historia de quien pasó de ser Octavio a ser Augusto. Es la historia del hombre que derrotó a Marco Antonio en la memorable batalla de Actium (31 a.C.) y terminó ciñendo en su frente la corona de laurel.

«El que fuera reconocido por el mismísimo Cayo Julio César como hijo adoptivo tenía -gracias a esta épica victoria- vía libre para poder ostentar todo el poder en el que fue el mayor imperio de la antiguedad. Tras largos años en los que tuvo que lidiar con los asesinos de su padre y compartir el poder con Antonio y Lépido por fin había alcanzado el lugar que -en su opinión- le correspondía como descendiente del caído imperator». Este párrafo está sacado de «Octavio: el «hijo» de Julio César que aplastó a Marco Antonio y al Egipto de Cleopatra», artículo de nuestra sección, ABC Historia.

Escultura que representa a Octavio Augusto

Tan memorable triunfo es escudriñado con maestría en la pieza publicada por este periódico. Lo que aquí interesa subrayar es una afición no tan egregia de Octavio Augusto: los dados. Así lo refiere el ya citado Korstanje en su escrito: «Con respecto a su vida privada, Augusto no parecía esbozar grandes lujos aunque era sabida su debilidad por las mujeres jóvenes y el juego». Y así lo confirma Avial Chicharro en su volumen: «Pese a ello [leyes de prohibición], la afición no decreció, y se conocen emperadores como el propio Augusto o Claudio que jugaban y apostaban a los dados con frecuencia».

Lo cierto es que en los juegos de azar, los romanos llegaban a jugar grandes cantidades y no solo en metálico, también apostaban joyas u otros objetos de valor. De hecho, cuenta la leyenda que el primer emperador de Roma perdió 20.000 sestercios en una sola noche. En lo que respecta a Claudio, diversas crónicas lo han retratado como un jugador empedernido.

Otros mandamases como Nerón o Cómodo también sufrieron el dulce adictivo del vicio, viéndose perjudicadas, incluso, las arcas del Estado. Y en «Viajes por el Antiguo Imperio romano», el señalado por García Sánchez es Lucio Vero, coemperador romano junto con Marco Aurelio: «En Siria había adquirido tal pasión por los juegos de azar que el alba lo solía sorprender lanzando los dados».

Otros pasatiempos

La piedra, el marfil, la madera, el hueso o el metal. Diversos eran los materiales con los que fabricar los vetustos dados romanos. Además, era habitual que fuesen trucados, de manera que se generalizó el uso de cubilete o frutillus. En cuanto al modus operandi, era muy básico: con dicho recipiente se lanzaban al aire buscando la tirada perfecta, esto es, los tres seises, aunque bastaba con obtener un número superior al del contrincante. «Sí, era una rápida forma de perder pasta», admite con sarcasmo Martínez Abella en su web.

Pero las tesserae -dados-, pese a su popularidad, no eran el único entretenimiento. Al recorrer el capítulo que Avial Chicharro dedica a los juegos de azar en su libro, hallamos la siguiente declaración: «Además de los dados, era frecuente ver dibujados en las calles romanas tableros de juegos. Fueron realizados por las propias personas que jugarían con ellos. Buscaban distintos objetivos, que iban desde tratar de sacar provecho económico de los incatuos que jugasen hasta poder disputar una partida con un amigo».

Un ejemplo es el famoso juego de las tres en raya, el cual es analizado en «Anatomía del Juego». Córdoba Bueno sostiene lo siguiente: «El «terni lapilli» se podría traducir por «tres piedras» o por «piedras de tres en tres» y era uno de los juegos más populares en la antigua Roma. Se han encontrado numerosos tableros de «terni lapilli» arañados sobre suelos de piedra en muchos lugares del antiguo Imperio romano, aunque en aquella época se jugaba con fichas, guijarros o cuentas. Desde entonces, fue un juego de niños habitual en la época medieval y que evolucionó hasta la época actual tal y como lo conocemos».

 

31 agosto 2018 at 9:05 am 4 comentarios

El apretón de manos de un granjero a la noble muerta que sirvió para descubrir una villa romana tan grande como el Palacio de Buckingham

En 1963, un agricultor llamado John Taylor estaba trabajando en el campo con el tractor un día como cualquier otro cuando de repente vio algo raro. La tecnología más puntera ha hecho el resto

Vista desde la altura del lugar que ocuparía la antigua villa romana – Youtube

Fuente: ABC
30 de agosto de 2018

Una escena de película con su toque cómico. En 1963, un granjero llamado John Taylor estaba trabajando en el campo con el tractor un día como cualquier otro cuando de repente… se topa con una piedra y un agujero. ¿Y esto? Mete la mano y saca un hueso humano. ¿Y esto? Era un sarcófago de una mujer romana.

Ahora nos trasladamos a la actualidad a Oxford, donde un equipo de investigación, aunque no dirigido por Gloria Serra, ha utilizado la tecnología más puntera para hacer radiografías del suelo y trazar lo que sería el plano de una antigua villa, la segunda villa romana más grande en el Reino Unido tan enorme como el Palacio de Buckingham, según «The Times». Está en Broughton, a una hora de Londres. El hueso, por cierto, pertenece a una misteriosa mujer de Gran Bretaña enterrada hace unos 1.700 años. También se han encontrado paredes, habitaciones y zanjas, y todo sin coger una pala todavía, cuenta «IFL Science».

«La villa sería el verdadero centro de la industria rural y la agricultura, y aunque las personas que viven allí habrían sido muy ricas y poderosas, habría también desde cocineros a esclavos. El grano era de vital importancia para ellos», dijo el investigador Keith Westcott al «Banbury Guardian».

¿Y quién sería esa mujer? Los investigadores no están seguros, cuenta este medio. Los antiguos romanos habitaron Gran Bretaña durante casi 400 años hasta que el imperio comenzó a colapsar durante el siglo III. Dada la cantidad de riqueza que rodea a su tumba con el revestimiento de plomo, es probable que sea una noble de unos treinta años en el momento de su defunción.

 

30 agosto 2018 at 12:29 pm Deja un comentario

El nuevo museo construido en una fortaleza de la histórica ciudad helena de Pilos

El centro estará centrado en el pasado de la urbe, desde el Neolítico y su importante época micénica hasta la romana

La fortaleza llamada Neokastro en la que se encuentra el museo

Fuente: Begoña Castiella  |  ABC
30 de agosto de 2018

Este sábado el Viceministro de Cultura y Deportes, Costas Stratís, ha inaugurado un nuevo museo arqueológico en la ciudad helena de Pilos (Peloponeso). El centro, que se encuentra en la que era la impresionante fortaleza conocida como Neokastro, construida por los militares otomanos en el siglo XVI a las afueras de la ciudad, estará centrado en el pasado de la urbe, desde el Neolítico y su importante época micénica hasta la romana.

Como destacó Stratis en la inauguración, es un museo «que mantiene un dialogo con el visitante, facilitando el descubrimiento de la cultura y la historia de sociedades más antiguas a través de presentaciones innovadoras, con el apoyo de aplicaciones digitales». Algo que se ha podido conseguir en la Grecia de los rescates gracias a que el centro ha sido incluido en un programa operativo para la competitividad y emprendimiento de la Unión Europea.

El museo se encuentra, concretamente, en el edificio Mézonos (en referencia al Mariscal francés Nicolas Joseph Maison) edificado por las fuerzas militares francesas poco tiempo después de la Batalla de Navarino de 1827. A su vez, este centro sustituye a otro más pequeño ubicado en el centro de la ciudad, que cerró sus puertas en el 2014.

Historia

Habitado desde el Neolítico, Pilos fue un reino micénico importante. Como demuestran los restos arqueológicos del Palacio del Rey Néstor, cuyo nombre figura en la Odisea. Fue invadida por los francos y por los venecianos, pasando a ser llamada Navarino. Posteriormente, la zona fue conquistada por los otomanos en 1500 hasta la consumación de la independencia griega, siendo unos pocos años veneciana y rusa entretanto.

La ciudad es conocida, sobre todo, por dos grandes batallas navales: la primera tuvo lugar en el 425 a.C. durante la Guerra del Peloponeso; la segunda en el siglo XIX, cuando la bahía de Pilos era una importante base naval otomana. Fue ahí donde la flota turco-egipcia y tunecina del Pacha de Egipto Ibrahim fue derrotada el 20 de Octubre de 1827 gracias al apoyo de los aliados de Grecia (británicos, franceses y rusos) bajo las órdenes del Almirante Edward Codrington, quien a su vez había sido un héroe en la Batalla de Trafalgar.

Fue precisamente el cuerpo expedicionario francés de Morea quien construyó la moderna ciudad de Pilos y añadió edificios a la fortaleza de Neokastro, siendo uno de ellos la sede actual del museo. Al mismo tiempo, especial importancia tiene la figura de Nicolás Joseph Maison, un militar francés que luchó a las órdenes de Napoleón en Rusia y años después dirigió las fuerzas francesas en la batalla de Navarino. Tras esta victoria y su regreso a París en 1829, el rey Carlos X le hizo Mariscal de Francia.

 

30 agosto 2018 at 9:56 am Deja un comentario

Pan, circo y… «Hooligans»

La «gladiatura» es una de las señas de identidad romanas más evidentes.

«Pollice Verso», obra del artista francés Jean-León Gérôme

Fuente: Gustavo García Jiménez – Desperta Ferro Ediciones  |  LA RAZÓN
29 de agosto de 2018

Si algo define de verdad a una sociedad es aquello que mueve sus pasiones. El combate gladiatorio tiene los ingredientes necesarios para proyectar una imagen en la que destaquen los valores de la virtud y el heroísmo que se esperaba que imitaran los legionarios en campaña o los niños en sus juegos callejeros. Al llevar la violencia a casa –de la mano de esclavos o criminales y siempre en el contexto de un ambiente festivo en el que la sociedad romana al completo estaba invitada a participar–, se garantizaba que el mensaje fuera escuchado, y, así, el valor educativo de la lucha comenzaría a dar sus frutos. Desde esta perspectiva, no era difícil que esta práctica terminara por convertirse en un instrumento de propaganda política, hasta el punto de que todavía hoy, bajo la influencia de esa misma propaganda, los gladiadores siguen resultándonos fascinantes pese a representar el paradigma de la violencia.

Las luchas gladiatorias comenzaron como un evento relacionado con el ritual funerario de la época republicana, pero, pronto, la llegada masiva de esclavos y dinero procedentes de los territorios conquistados estimuló que las clases pudientes hicieran sus inversiones en espectáculos ofrecidos a las masas para facilitar su promoción política. Y he aquí que el combate agonístico se convirtió en un instrumento. Como tantas otras cosas que se gestaron mediante este proceso, que transformó de forma radical a la sociedad romana en el tránsito de la República al Imperio, la gladiatura alcanzó un grado de perfeccionamiento muy importante a partir de esta etapa. Se trataba, pues, de una práctica que combinaba tradición, entretenimiento, control social y, cómo no, negocio; un negocio construido mediante el derramamiento de sangre humana –por supuesto, no la propia, sino la ajena–. Pero, pese a ello, el sistema encajaba y el círculo se cerraba cuando el esclavo alcanzaba la gloria, si luchaba bien, y el pueblo sonreía satisfecho cuando gozaba de la emoción del combate.

JUEGOS GLADIATORIOS

Nada como una tarde en el anfiteatro (o en el fútbol) para calmar los ánimos de la plebe. Y es que la vida urbana ponía a prueba a diario a las clases populares, abocadas como estaban a sobrevivir en un medio hostil y competitivo con escasas oportunidades de progresar socialmente. Las autoridades romanas tomaron buena nota de ello y ofrecían juegos gratuitos para distraer a las masas y evitar posibles disturbios contra el poder establecido… solo que no siempre funcionaba. Eso es precisamente lo que debió de ocurrir en la Pompeya del 59 d. C. durante los juegos gladiatorios ofrecidos por Livineyo Régulo. La imagen del fresco pompeyano procedente de la Casa de Actius Anicetus no refleja unos gladiadores al uso. Los que luchan en la arena, y también fuera de ella, son auténticos «hooligans» pompeyanos peleando con los de la vecina Nuceria, que habían acudido a los juegos y terminaron siendo víctimas de la pasión desenfrenada de aquéllos. El episodio tuvo la suficiente relevancia como para llamar la atención del historiador Tácito, que lo registró en sus «Anales»: «Empezaron por lanzarse insultos, luego piedras, y al cabo tomaron las armas, saliéndose con la mejor parte la plebe de Pompeya, donde se celebraba el espectáculo. El caso es que muchos de los de Nuceria fueron llevados a la ciudad con el cuerpo lleno de mutilaciones, en tanto que la mayoría lloraba la muerte de hijos o padres».

El revuelo causado fue tal que hubo de intervenir el emperador y el Senado, dando como resultado el que los juegos fueran prohibidos en Pompeya durante diez años. Tácito añade además que Livineyo había sido expulsado años antes del Senado, y aunque ignoramos los motivos de ello, es tentador pensar que el enfrentamiento del anfiteatro pudo tener tintes políticos relacionados con las maquinaciones del ex senador. Lo que sí parece más allá de toda duda es que buena parte de la responsabilidad en la articulación de la violencia –al menos a nivel práctico– habría recaído en los «collegia» (cofradías gremiales o de barrios), como indicaría la sanción judicial, que añadía que «se disolvieron los colegios que habían constituido ilegalmente». El hecho de que el fresco se hallara en la casa de un vecino parece dar a entender que quienquiera que mandara pintar la escena no se arrepentía de este episodio e incluso parecía enorgullecerse de ello.

PARA SABER MÁS

«Gladiadores»

Desperta Ferro Antigua

nº 14

68 págs.

7 euros

 

30 agosto 2018 at 9:52 am Deja un comentario

Cuenta atrás para la reapertura de Palmira

El balance de daños ocasionados por los combates y por la agenda de «limpieza cultural» y el saqueo aplicados por los yihadistas causó graves daños en el conjunto arquitectónico

Fuente: Mikel AyestaranABC
29 de agosto de 2018

Después de sufrir siete años de guerra y de caer dos veces en manos del grupo yihadista Daesh, las autoridades sirias esperan reabrir Palmira al turismo el próximo verano. Se abre una plazo de menos de doce meses para intentar curar las heridas sufridas y devolver todo su esplendor a uno de los conjuntos arquitectónicos grecorromanos más impresionantes de la región. «Tenemos un proyecto en marcha para reparar todos los daños sufridos por la ciudadela de Palmira y contamos con buenas propuestas de potencias mundiales para restaurar sus obras de arte, lo que significa es que el lugar estará totalmente para recibir turistas el próximo verano», declaró a la agencia rusa Sputnik el gobernador de la provincia de Homs, Talal Barazi. Desde el día de su liberación de manos de los yihadistas, la conocida como «perla del desierto» está bajo al supervisión de expertos locales y de un equipo llegado del museo Pushkin de Moscú, que está al frente de las labores de una restauración respaldada también por la Unesco.

Palmira, punto de paso de caravanas y cruce de culturas y civilizaciones, está en los libros de historia por haber albergado la capital del reino de Zenobia, pero también ocupa un lugar destacado en la historia particular del califato ya que el EI logró conquistar este oasis en mitad del desierto, situado 240 kilómetros al norte de Damasco, en dos ocasiones. Tras arrasar Nimrud, joya del imperio asirio fundado en el siglo XIII, Hatra, ciudad de 2.000 años de antigüedad, y el museo de Mosul, los tres puntos en el norte de Irak, los seguidores del califa, Abu Baker Al Bagdadi, izaron por primera vez su bandera negra frente a la plaza del museo de Palmira en mayo de 2015. El sueño del califa de establecerse en este punto estratégico en el corazón de Siria duró apenas diez meses, hasta que el Ejército sirio, con el apoyo de Rusia, logró expulsarles. Fue una victoria efímera porque en diciembre de ese año, aprovechando que toda la atención estaba puesta en la batalla por Alepo, el EI lanzó una operación sorpresa y recuperó el control de las ruinas y de la ciudad moderna de Tadmur, levantada a las puertas del conjunto arqueológico declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en los ochenta. El estallido de la guerra hizo que el organismo internacional la incluyera en su lista de «patrimonio en peligro» en 2013, como al resto de lugares históricos de Siria.

El balance de daños ocasionados por los combates y por la agenda de «limpieza cultural» y el saqueo aplicados por los yihadistas, al más puro estilo de los talibanes de Afganistán, causó graves daños a las tumbas de Mohammad Ben Ali, un descendiente de la familia del primo del profeta Ali Ben Abi Taleb, y de Nizar Abu Bahaedin, un religioso local; la figura del León de Al Lat, de tres metros y medio de alto, quince toneladas de peso y más de 2.000 años; el templo de Bel, erigido en el 32 D.C en homenaje al dios de la lluvia, el trueno y la fertilidad; el museo, reconvertido en prisión; el anfiteatro romano y el Tetrápilo, conjunto de cuatro grandes zócalos con cuatro columnas cada uno. De momento, ya se ha podido recuperar el enorme León de Al Lat, que descansa en el museo de Damasco a la espera de poder regresar a su oasis en mitad del desierto.

 

29 agosto 2018 at 10:58 am Deja un comentario

Los mosaicos de caza enriquecen los hallazgos de la villa de Salar

La tercera campaña arqueológica confirma la relevancia del yacimiento, que reclama ahora el apoyo de la Junta y su declaración como BIC

El jabalí herido en uno de los mosaicos hallados. / N.J.G.

Fuente: NOELIA JIMÉNEZ GARCÍA  |  Ideal Digital
29 de agosto de 2018

La tercera campaña arqueológica de la Villa Romana de Salar «marca un antes y un después» para el municipio del Poniente granadino. Así lo entiende Armando Moya, el alcalde de este pueblo de apenas 2.700 habitantes. El hallazgo de una bien conservada Venus púdica de estilo capitolino ha sido la última gran sorpresa que ha dado esta excavación, que estos días deja ver ya los ricos mosaicos que los arqueólogos esperaban encontrar. «Ya la anterior campaña, en 2017, nos dejó claro que había mosaicos de gran valor y este año, con la aparición de la Venus del siglo II y conservada estupendamente, ha sido el despegue», comenta el primer edil, que insiste en que lo encontrado demuestra lo que ya intuía el equipo de arqueólogos y estudiantes de Arqueología de la UGR: que la villa va a ser «el epicentro del mundo romano en Granada y casi en Andalucía», insisten.

Por eso, el Ayuntamiento de Salar -que hasta ahora sólo ha contado con el apoyo de Diputación en sus intervenciones- se muestra reivindicativo con la Junta de Andalucía, a la que reclama «que se implique de una vez por todas». El Proyecto General de Investigación (PGI) es decisivo en el desarrollo de las excavaciones en los próximos años y permitirá estudiar la parte urbana y la rústica de este gran complejo residencial romano, así como contextualizarlo en su entorno y comprender qué papel tenía Salar hace veinte siglos en el imperio romano. «El PGI tiene un presupuesto de 155.000 euros en cinco años de desarrollo, lo que supone una inversión de poco más de 30.000 euros al año, que para una administración como la Junta no representa apenas nada», recalca Moya, que señala la riqueza de los mosaicos geométricos y de caza, las pinturas murales y las columnas que se están empezando a desenterrar estos días. También exige Moya la declaración BIC del yacimiento, otro aspecto importante para impulsar el contenido de la villa.

Según Manuel Moreno, técnico de la excavación y experto en arquitectura romana doméstica, «el yacimiento de Salar es uno de los mejores referentes de villas en España». «No tiene nada que envidiar a otras del Norte de África o la península itálica», porque, según este especialista en arqueología de la Antigua Roma, es comparable a villas como La Olmeda (Castilla y León) y a otros modelos de la arquitectura rural de la península ibérica. Los mosaicos -que se podrán visitar hoy miércoles en unas jornadas divulgativas- representan la importancia del dominus o propietario de la Villa.

Jinete triunfante

Precisamente ayer, salió a la luz una de las partes más significativas del mosaico de caza, valioso y especialmente relevante para catalogar esta muestra patrimonial. Refleja un jinete muerto con el caballo tumbado y otro jinete, este en actitud triunfal, que está atacando a un jabalí. «Por su ubicación, podría ser la representación del propio propietario de la villa, algo muy habitual entre poderosos romanos», narra Moreno, que recrea a la perfección cómo era ese peristilo, o patio monumental central de la villa, rodeado de naturaleza controlada y columnas, con una sala triclinar o de recepción del ‘dominus’. «La iconografía estaba muy pensada para impresionar a los visitantes, algo que también destaca la importancia y poder adquisitivo del dueño de esta residencia», explican los arqueólogos que trabajan en Salar, cuyo yacimiento fue descubierto accidentalmente en 2004, durante las obras de la depuradora.

También inciden los expertos en que la ubicación de la villa es «perfecta, junto a la A-92 -el eje vertebrador de la zona Bética desde tiempos romanos- y el arroyo Salar y el río Genil, que conectan la zona oriental y occidental», detallan. Precisamente se cree que el «increíble buen estado de conservación de la villa» está relacionado con el río cercano. «Todo apunta a que, tras el abandono de la villa en el siglo VI, el arroyo Salar y sus crecidas de arcilla han beneficiado a la zona, porque la han sepultado y protegido sus restos», afirman, también con la vista puesta en otro punto arqueológico cercano y de gran valor, Torre Gabino. «Es mucho más antiguo y, aunque hay que hablar aún con cautela, nos podría decir con su estudio que aquí hubo romanos desde antes de la construcción de la villa, que antes del cambio de Era ya había asentamientos romanos en la zona», comentan todavía prudentes.

 

29 agosto 2018 at 10:52 am Deja un comentario

Descubren la presencia militar romana más antigua de Galicia

La construcción del campamento romano de Penedo dos Lobos fue, posiblemente, coetánea a las Guerras Cántabro-Ástures

Representación de una legión romana – El último centurión

Fuente: EP  |  ABC Cultura
29 de agosto de 2018

La intervención en el campamento romano de Penedo dos Lobos, en Manzaneda (Orense), ha permitido descrubrir la presencia militar romana más antigua documentada hasta el momento en el territorio Gallego, y que podría vincularse cronológicamente a la época de las Guerras Cántabro-Ástures.

En el transcurso de una campaña arqueológica llevada a cabo por el colectivo ‘romanarmy.eu‘ y dirigida por el investigador del Instituto de Ciencias del Patrimonio (Incipit) del CSIC João Fonte, ha sido localizado material militar romano, entre el que se encuentran las características chatolas de las sandalias romanas (caligae) y monedas acuñadas por Publio Carisio (quién había sido legado del primer emperador Octavio Augusto durante las Guerras Cántabro-Ástures), entre el 25 y el 22 a.C.

Estos hallazgos sitúan la construcción del campamento romano de Penedo dos Lobos en un horizonte cronológico anterior al cambio de era y posiblemente coetáneo a las Guerras Cántabro-Ástures, con las que el Imperio romano terminó la conquista de Hispania.

Se trata de la presencia militar romana más antigua documentada hasta el momento en el territorio de la actual Galicia, y es un hallazgo de «gran relevancia histórica para conocer los inicios de la romanización en este territorio», según Roman Army. Hasta el momento, numerosos especialistas consideraban que la zona de Galicia había estado al margen del conflicto.

Aunque no es posible por el momento determinar cual era a misión del contingente militar de Penedo dos Lobos, los hallazgos «redefinen lo conocido sobre esta época y ayudan a contextualizar una presencia militar romana en este territorio que, a la luz del descubierto por el colectivo romanarmy.eu y otros equipos de investigación en los últimos años, es más amplia y diversa del conocido hasta el momento».

 

29 agosto 2018 at 10:47 am 1 comentario

Hefestión, el mejor amigo de Alejandro Magno

La íntima amistad de Hefestión con el conquistador macedonio ha alimentado su leyenda durante siglos

Posible representación de Hefestión en un mosaico de Pella, en Macedonia
La prueba principal de la estrecha relación entre Hefestión y Alejandro Magno es la desmesurada reacción del rey a la noticia de la muerte de su amigo, sobrevenida al parecer tras los excesos con la bebida y la total desatención de los consejos médicos cuando se hallaba aquejado de una enfermedad

Foto: Dagli Orti

Fuente: Javier Gómez Espelosín  |  National Geographic
28 de agosto de 2018

Hefestión era, según nos cuenta el historiador romano Quinto Curcio, «el más querido de todos los compañeros de Alejandro». La prueba principal de su estrecha relación es la desmesurada reacción del rey a la noticia de la muerte de su amigo, sobrevenida al parecer tras los excesos con la bebida y la total desatención de los consejos médicos cuando se hallaba aquejado de una enfermedad.

Alejandro se hallaba presenciando una carrera en el estadio de Ecbatana (actual Hamadan, Irán) cuando recibió la noticia de la enfermedad de Hefestión. Aunque acudió a visitarle de inmediato ya no llegó a tiempo de encontrarlo con vida. Todos los testimonios destacan de manera unánime la inmensidad de su dolor. No existe, en cambio, la misma unanimidad sobre las demostraciones de duelo a que dio lugar.

Según algunos, había permanecido toda la noche llorando echado sobre el cuerpo de su amigo hasta que consiguieron apartarle del mismo con grandes esfuerzos; otros decían que había mandado colgar al médico que lo atendía por haberse equivocado en la administración de las medicinas adecuadas; otros más, que condujo en persona el carro que transportaba el cadáver durante parte del trayecto. Había incluso quienes afirmaban que hizo demoler el templo del dios de la salud, Asclepio, como venganza por no haber querido salvar a su amigo. Otros, en fin, decían que ordenó hacer en su honor solemnes sacrificios como si se tratara de un héroe, y que envió una legación a consultar al dios Amón si debían rendírsele honores como si se tratara de una divinidad.

Seguramente se cometieron extravagancias y desafueros que dieron lugar a notorias exageraciones y a rumores malintencionados, tanto en un sentido como en el otro, ya que tales acciones permitían al mismo tiempo elogiar de forma desmedida el afecto del monarca por su amigo o censurar una conducta impropia de la dignidad real.

Fuera como fuese, lo cierto es que Alejandro tardó tiempo en recuperarse del golpe sufrido. Durante tres días permaneció apartado del resto de las tropas sin probar alimento y en un completo descuido de su apariencia personal, proclamó luto oficial por todos los dominios de su imperio y ordenó la construcción de una inmensa pira funeraria en Babilonia. La memoria de su amigo permanecería viva al quedar asociada al cargo que desempeñaba hasta entonces, el de quiliarco o visir del nuevo imperio, para el que Alejandro no nombró ningún sustituto inmediato. El cargo de hiparco o comandante supremo de la caballería, que también había desempeñado aquél, iría acompañado de su nombre y su estandarte sería el que Hefestión había diseñado.

Más allá de la amistad

Tal excesiva demostración de afecto ha sido considerada por muchos como la prueba definitiva del carácter íntimo de la relación entre ambos personajes. Una idea que vendría aseverada por el oportuno paralelismo establecido con las figuras clásicas de Aquiles y Patroclo, cuya asimilación habrían buscado conscientemente Alejandro y Hefestión al coronar las tumbas de los dos héroes en Troya después del desembarco en tierras de Asia.

Pero esta tradición de corte romántico no parece contemporánea de los acontecimientos. Probablemente empezó a adquirir mayor relevancia tras la temprana y seguida muerte de ambos, acaecida en muy corto espacio de tiempo: octubre de 324 y junio de 323 a.C. Una vez convertida en leyenda, la estrecha relación de los dos amigos habría sido transferida a las primeras etapas, presentándolos como amigos inseparables desde la infancia, compañeros de juegos y estudios junto a Aristóteles, compartiendo desde el principio todos los triunfos y sinsabores.

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La relación entre ambos parece haber sido el principal detonante de toda la brillante y espectacular carrera de Hefestión

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Pero más allá de leyendas y rumores, la relación entre ambos parece haber sido el principal detonante de toda la brillante y espectacular carrera de Hefestión, que culminó con el nombramiento sucesivo de hiparco y quiliarco, ya que en el terreno de las armas no parece que demostrara grandes méritos. De hecho, sus principales actividades aparecen relacionadas con la organización y la logística más que con las acciones militares, en las que siempre aparece asociado a otras figuras destacadas en este campo como Clito el Negro, Crátero o Pérdicas. Alejandro supo reconocer enseguida su particular talento para tareas de índole diplomática o administrativa, confiándole misiones delicadas como mantener las relaciones con los persas o transferir el poder en los reinos conquistados en la India. También llevó a cabo importantes labores logísticas como la fundación de ciudades, el establecimiento de puentes y el mantenimiento de las líneas de comunicación o la provisión de suministros.

Intrigas por el poder

Sin embargo, parece que la habilidad más destacada de Hefestión fue su capacidad de intriga para enajenar el favor de Alejandro de sus enemigos. Su conflictiva relación con todos los personajes del entorno del monarca como Calístenes, Eumenes o Crátero es especialmente reveladora de su carácter. El inicio de su fulgurante promoción parece estrechamente relacionado con la caída en desgracia de Filotas, el hijo de Parmenión, con motivo de una conjura contra Alejandro no delatada a tiempo que le costó la vida. Hefestión desempeñó un papel decisivo en la condena a muerte de Filotas, a quien Alejandro estaba decidido a perdonar a pesar de lo sucedido.

En la frenética carrera desatada entre los generales y amigos de Alejandro para conseguir los cargos principales Hefestión era sin duda el mejor situado. Su lealtad parecía incuestionable y compartía con Alejandro muchas cosas pero muy en especial su famosa política de orientalización, consistente en la adopción de costumbres persas, tan criticada por la mayoría de los macedonios. Sobrevivió así reforzado a las sucesivas crisis que significaron la muerte de Calístenes o de Clito el Negro por oponerse manifiestamente a tales tendencias. Compartió con Alejandro experiencias inolvidables como la terrible travesía del desierto de Gedrosia.

Siempre al lado de Alejandro, culminó su meteórica carrera en las célebres bodas de Susa, donde se casó con una de las hijas de Darío, hermana de Estatira, la segunda esposa de Alejandro, en el deseo de emparentar mutuamente a través de su descendencia. Este honor iba más allá de la simple relación de parentesco ya que significaba compartir, al menos de forma simbólica, la posición hegemónica en el nuevo imperio. Su posición como visir reflejaba en el plano político e institucional esta posición preeminente.

Sin embargo, la repentina muerte de Hefestión echó por tierra todos los planes trazados en este sentido. Sólo el dolor dejado por su pérdida y los rumores alimentados por la leyenda quedaron en la memoria colectiva como testimonios imborrables de una amistad tan singular y duradera.

 

La muerte del compañero
Casi tres siglos después de los hechos, el historiador Plutarco relataría de este modo la muerte del que fue el más entrañable amigo de Alejandro: «ocurrió en aquellos días que a Hefestión le dio calentura, y como a fuerza de joven y militar no quisiese sujetarse a la debida dieta, y además su médico Glauco se hubiese ido al teatro, se sentó a comer a la mesa, y habiéndose comido un pollo asado y bebiéndose un gran vaso de vino puesto a enfriar, se sintió mucho peor, y al cabo de poco tiempo murió«. Cuenta luego Plutarco que la pesadumbre de Alejandro (arriba) por la muerte de su camarada no conoció límites.

Foto: Dagli Orti

 

La pira de Hefestión, por Franz Jaffe (1900)
Lo cierto es que Alejandro tardó tiempo en recuperarse del golpe sufrido. Durante tres días permaneció apartado del resto de las tropas sin probar alimento y en un completo descuido de su apariencia personal, proclamó luto oficial por todos los dominios de su imperio y ordenó la construcción de una inmensa pira funeraria en Babilonia

Foto: AKG

 

Hefestión, escultura atribuída a Policleto, siglo V a.C.
La leyenda de Alejandro y Hefestión creció a la sombra de la de Aquiles y Patroclo, cuya asimilación habrían buscado conscientemente Alejandro y Hefestión al coronar las tumbas de los dos héroes en Troya después del desembarco en tierras de Asia.

Foto: Dagli Orti

 

Una escena inmortal
Tras la victoria de Alejandro sobre el rey persa Darío III en Issos, en 333 a.C., tuvo lugar uno de los más célebres malentendidos de la historia. Alejandro acudió en compañía de Hefestión a visitar a la familia del soberano persa, que había caído en su poder. Como los dos iban vestidos de la misma manera y Hefestión superaba en estatura y porte a Alejandro, la madre de Darío se confundió y se inclinó ante Hefestión. El embarazoso equívoco no tuvo mayores consecuencias: Alejandro, haciendo gala de una conmiseración y generosidad ilimitadas, zanjó la cuestión recordando a la confundida reina que aquél era también otro Alejandro. La escena, considerada un magnífico ejemplo de magnanimidad real, quedó inmortalizada en el óleo (conservado en el palacio de Versalles) que Charles Le Brun pintó para Luis XIV de Francia y que, en singular contienda artística con una extraordinaria pintura del Veronés del siglo XVI e igual tema (arriba), debía demostrar la superioridad artística de la corte del rey Sol.

Foto: Bridgeman

 

Hefestión en un mármol del siglo IV a.C.
La habilidad más destacada de Hefestión fue su capacidad de intriga para enajenar el favor de Alejandro de sus enemigos. Su conflictiva relación con todos los personajes del entorno del monarca como Calístenes, Eumenes o Crátero es especialmente reveladora de su carácter.

Foto: Dagli Orti

 

Hefestión señala a Alejandro ante él la familia de Darío, prisionera en Gaugamela. Óleo del siglo XVIII.
Hefestión fue amigo de la infancia de Alejandro e incluso formó parte del selecto grupo que asistió, junto con el rey, a las clases del filósofo Aristóteles. Por ello, su relación con Alejandro revistió una intimidad fuera de lo común (que bien pudo ser de índole sexual), hasta el punto de que Alejandro le consideraba en público su alter ego y, a veces, los súbditos persas confundían al uno con el otro. Hefestión adquirió una gran prominencia cuando fue nombrado comandante de caballería tras la ejecución de Filotas. Años después, Alejandro lo nombró gran visir en Asia, encargado de cuestiones más puramente técnicas (abastecimiento, comunicaciones). La muerte le sobrevino a Hefestión de forma súbita en Ecbatana en 324 a.C. y Alejandro le ofreció un magnífico funeral.

Foto: Print collector / Getty images

 

28 agosto 2018 at 1:16 pm Deja un comentario

La antigua ciudad que yace bajo los trigales de Jerez

Investigadores de la Universidad de Cádiz descubren los secretos del yacimiento de Hasta Regia, de 2.700 años de antigüedad

La zona de Jerez de la Frontera donde se realiza en trabajo de investigación. JUAN CARLOS TORO

Fuente: JESÚS A. CAÑAS – Mesas de Asta  |  EL PAÍS
28 de agosto de 2018

Por la zona apenas viven ahora unos 600 vecinos, pero hace 2.700 años fue una ciudad de más de 25 hectáreas por la que pasaron tartesos, fenicios, turdetanos, romanos e islámicos. Los vestigios de aquel esplendor llevan siglos sepultados bajo un trigal en una barriada de Jerez de la Frontera (Cádiz), donde la presencia de Lázaro Lagóstena, profesor de Historia Antigua de la Universidad de Cádiz, y de su equipo genera entusiasmo este mes. Con un georradar capaz de sondear el subsuelo sin clavar una pica, escanean la antigua Hasta Regia para descubrir los detalles del yacimiento romano.

Bajo el sol del verano, la Unidad de Geodetección de la universidad gaditana ha pasado una semana sondeando unas 2,5 hectáreas de la finca, declarada Bien de Interés Cultural. A falta de interpretar la ingente cantidad de datos recogidos, los resultados son halagüeños. Los ocho investigadores identifican trazas del urbanismo romano de la ciudad, de las murallas que la cercaban y de una gran mansión de 600 metros de planta, cerca de una posible puerta de acceso al antiguo núcleo urbano. “El nivel de información conseguida es apabullante”, resume Lagóstena.

Gracias a la colaboración del propietario privado de las tierras, en el otoño de 2016 el trigal se sondeó por primera vez. Entre aquella campaña y la actual, el georradar ya ha barrido 7,5 hectáreas, aproximadamente el 33% del núcleo urbano de la ciudad. El yacimiento completo consta de unas 60 hectáreas. Para hacerse una idea, la conocida Baelo Claudia, en Tarifa, ocupa 13.

El georradar ha sido esencial en esta investigación. JUAN CARLOS TORO (EL PAÍS)

En esta ocasión, con pasadas del georradar de sur a norte, el trabajo peina una ladera entre dos cárcavas. En cada movimiento, la máquina es capaz de dibujar toda estructura a dos metros de profundidad.

Esa profundidad se corresponde con el periodo romano de la ciudad, pero Hasta Regia fue mucho más que eso. “Desconocemos cuándo comenzó el asentamiento en la zona, pero creemos que desde el Bronce Final (desde el 1250 a. C. hasta el 850 a. C.). La ciudad se mantuvo ocupada hasta el siglo X de nuestra era”, explica el profesor José Antonio Ruiz Gil, del área de Prehistoria de la Universidad. Se cree que fue un importante núcleo tarteso, fundadores de la población. Posteriormente fue “coetánea de la Gadir fenicia (la actual Cádiz). Era como un espejo de ella en importancia”, añade Ruiz. La estratégica localización fue clave para su poder. A los romanos no se les escapó ese potencial y durante la etapa republicana (hacia el 189 a. C) quedó bajo su control.

Suspendida en el remolque de un Land Rover, con cada pasada de la máquina aparece una nueva traza en el ordenador conectado al georradar. Las primeras imágenes apuntan a que la disposición urbanística era la clásica de un enclave romano. En los sondeos aparece una amplia calle orientada en sentido noreste-suroeste que se correspondería con el Cardus Maximus, rodeada de ínsulas o manzanas de edificios. El Cardo se cruzaría perpendicularmente con el Decumano. Y rodeando, la muralla.

Los investigadores prefieren ser cautos y esperar a analizar todo el material recogido, antes de hablar de hallazgos concretos. A simple vista, el escaneo ha mostrado “un edificio muy potente de 600 metros cuadrados junto a una posible puerta de la ciudad”, avanza el profesor, aunque prefiere no apuntar aún el uso que podría tener. La construcción ha aparecido en una de las elevaciones del terreno ya que los arqueólogos trabajan también con la hipótesis de que la ciudad se adaptó a la ladera de la colina aterrazando sus edificaciones y calles.

Todas las imágenes recogidas por el georradar se cruzarán posteriormente con las tomadas por un dron que capta la fotogrametría del territorio sondeado. Eso aporta la relación exacta entre la zona sondeada y la ubicación de lo encontrado bajo tierra. “Así es la investigación no invasiva, sin excavar y en poco tiempo podemos averiguar mucho de lo que está oculto”, explica el coordinador del equipo.

El alcalde pedáneo, José Antonio Fernández, ha visitado los trabajos en varias ocasiones y en el bar de la barriada no se habla de otra cosa. Aunque se antoje lejano, sueñan con un yacimiento visitable o, al menos, un centro de interpretación que informe al visitante y sirva como reclamo turístico. De momento, se conformarán con la charla que, en septiembre, el profesor universitario tiene previsto impartir en Mesas de Asta para explicar sus trabajos en la zona. Para entonces, el trigal hoy segado bajo el que Hasta Regia duerme el sueño de los justos, estará listo para una nueva cosecha.

EL SUEÑO DE UN YACIMIENTO

La llegada del equipo de Lázaro Lagóstena y su georradar ha supuesto un despertar para el yacimiento de Hasta Regia, condenado durante años al ostracismo y al olvido. Fue el investigador Manuel Esteve el que, a mediados del siglo XX, se empeñó en demostrar que lo que algunos textos hablaban sobre la posible ciudad de Hasta Regia era real. Después de seis campañas (entre 1941 y 1969) consiguió confirmar su existencia. Encontró restos urbanos como una cisterna, esculturas y otras piezas menores que hoy están expuestas en el Museo Arqueológico de Jerez. Sin embargo, la muerte de Esteve en 1976 paralizó el sueño de Hasta Regia. Desde entonces, el yacimiento de 60 hectáreas -declarado Bien de Interés Cultural en 2000- tan solo tuvo una excavación en los años 90 para documentar una necrópolis. Los actuales propietarios de las tierras donde está Hasta Regia, la familia Espinosa, se muestran dispuestos a negociar cualquier permuta, de hecho, han facilitado la entrada en dos ocasiones del equipo de Lagóstena. Sin embargo, hasta ahora ni la Junta de Andalucía ni el Ministerio de Cultura parecen haber mostrado interés por dar un paso al frente, más allá de autorizar -en el caso de la Delegación Provincial de Cultura- el empleo del georradar en diversos yacimientos de la provincia.

 

28 agosto 2018 at 9:31 am Deja un comentario

Las muertes más absurdas de la Historia: Esquilo y la tortuga que cayó del cielo

A Esquilo los augures le vaticinaron una muerte atroz: se le caería una casa encima. El dramaturgo se fue a vivir al raso, pero ni aun así pudo escapar a su destino: la casa que le cayó fue la de un galápago

Detalle de la muerte de Esquilo, según un grabado florentino del s. XV del British Museum / MASO FINIGUERRA

Fuente: JAVIER BLÁNQUEZ  |  EL MUNDO
27 de agosto de 2018

Cualquier momento de la Historia es bueno para tener una muerte absurda, e incluso en el tiempo presente estamos perfeccionando maneras imaginativas de palmarla con estilo -verbigracia, estamparse en el borde de una piscina practicando el balconing, o cayéndose de un décimo piso intentando hacerse un selfi-, pero si nos ponemos exquisitos habría que reconocer que no hay muertes más exóticas, poéticas e incluso crueles que aquellas que, nos cuentan las fuentes clásicas, se daban en los tiempos antiguos.

Se dice, valga como ejemplo, que Plinio el Viejo, uno de los eruditos más sistemáticos y curiosos de la Roma imperial, encontró la muerte en Pompeya en plena erupción del Vesuvio, a donde acudió para estudiar de primera mano el funcionamiento de los volcanes -padecía de asma y la congestión de humo le provocó un ataque que le impidió respirar, y ahí se quedó. Y Mitrídates, el rey persa cuyo nombre nos suena por el título de una de las óperas de juventud de Mozart, murió a causa de un sofisticado método de tortura conocido como escafismo, que consiste en encerrar al sujeto en un barril untado con miel y otros alimentos dulces para atraer a los gusanos, las moscas y toda clase de alimañas que, poco a poco, a la vez que van anidando en la putrefacción generada por el alimento podrido y las heces, devoran al pobre reo. Mitrídates, por lo que parece, resistió 17 días a tan repugnante tortura.

La lista, por supuesto, podría seguir para deleite de gente morbosa. Ahora bien, muchas de estas muertes clásicas puede que sean, en realidad, historias apócrifas que se han transmitido como verdaderas, sostenidas por las pocas fuentes que han sobrevivido a los incendios de bibliotecas y saqueos de patrimonios regios.

Es por ello que en la antigüedad abundan los muertos por ataque de risa (Crisipo de Solos), o por fallos en la respiración debidos a la rápida lectura en voz alta de un texto, que es una de las causas de fallecimiento atribuidas a Sófocles, al parecer tras recitar un monólogo de su Antígona sin pausas ni siquiera para tomar aire (hay otra versión que afirma que fue atragantándose con una uva a la que no le quitó la semilla). Y qué decir de Heráclito, el primer filósofo de la naturaleza, el teórico de la realidad cambiante (panta rhei), que aparentemente murió devorado por unos perros famélicos que acudieron por el olor de su cuerpo tullido, que había intentado curar tapando sus heridas con un extraño emplasto de heces.

Pero si hay que identificar una historia que todavía nos llene de alborozo y nos fascine por su desarrollo argumental insólito, esa sigue siendo la de Esquilo, uno de los padres -junto a Eurípides y al mencionado Sófocles- de la tragedia griega y, por tanto, el cimiento solidísimo de los grandes temas literarios de nuestra civilización. Según explica Valerio Máximo en sus nueve libros de los Hechos y dichos memorables, el anecdotario más suculento de los tiempos precristianos, a Esquilo le pronosticaron los augures una muerte atroz: se le caería una casa encima, así que llegado el momento decidió, por miedo a que se le derrumbara un techo, que viviría desde entonces y en adelante a la intemperie.

La historia del hado nefasto presentado ante el autor de la Orestíada y Los siete contra Tebas seguramente sea una invención, pero en la antigüedad estas cosas de la futurología no se tomaban a la ligera, así que resulta completamente creíble: por entonces se visitaba al oráculo de Delfos y se le tomaba la palabra, se abrían las vísceras de las reses, se desconfiaba de las aves que aparecían a la izquierda del camino -de ahí viene la palabra sinistrum para identificar lo que da yuyu-, así que si el pronóstico de tu muerte es la caída de una casa, lo más prudente es no tener casa, evitar los techados, las cuevas e incluso las copas de los árboles: mejor una vida errante y homeless que una muerte humillante en plena hora de la siesta.

No contaba Esquilo con que la realidad se transformaría en literatura, como él había hecho con la historia y los mitos, y que de este modo la vida le sería arrebatada por medio de una metáfora. Su muerte no es la más lírica de la antigüedad, ya que ésa le corresponde con todos los honores al poeta chino Li Po -borracho en su barca, murió ahogado tras intentar abrazar el reflejo de la luna en un río-, pero no le va a la zaga. Paseando por el campo, Esquilo recibió el impacto de una tortuga en plena cabeza, arrojada por un águila que sobrevolaba el cielo. Versión antigua de la actual y frecuente muerte causada por el golpe de un coco desprendido del cocotero, la tortuga de Esquilo es ridícula por los factores en juego, y fascinante porque, en efecto, y como pronosticó el oráculo, fue una casa la que le cayó encima: la del pobre galápago, que tenía que ser alimento del ave rapaz y que acabó siendo el primer misil tierra-aire de la Historia.

 

27 agosto 2018 at 9:43 am Deja un comentario

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