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Centuriones, los héroes de Roma

Trataban con dureza a sus hombres, pero eran los primeros en atacar, y también en enfrentarse a la muerte cuando el enemigo no daba cuartel. En estos soldados descansaba el poder militar de Roma

Las insignias de los valientes
En 1858 se hallaron en Lauersfort (Alemania) las condecoraciones discoidales de un centurión, las faleras, hechas en bronce y plata. Se reprodujeron en este relieve, conservado en el Museo de la Civilización Romana, en Roma.

Foto: Dea / Album

Fuente: Sabino Perea Yébenes  |  National Geographic
22 de agosto de 2018

En el verano del año 70 d.C., las legiones romanas toman Jerusalén y arrasan la ciudad y el Templo, destruido ya para siempre. En esos momentos vemos en acción, entre otros soldados valerosos, a un centurión llamado Juliano, del que el historiador Flavio Josefo, en su Guerra de los judíos (VI 81-90), nos cuenta su acción heroica y su muerte en términos propios de una trágica secuencia cinematográfica. Juliano era, según Josefo, el mejor combatiente que había visto en aquella contienda brutal: el más diestro con las armas, el más fuerte físicamente y el más tenaz.

Durante el asedio a los muros de Jerusalén, el centurión observó que los romanos retrocedían. Estaba junto a Tito –el comandante romano, hijo del emperador Vespasiano– en la torre Antonia, «y desde allí dio un salto, haciendo frente a los judíos armados, y él solo hizo que los judíos, aunque ya eran vencedores, retrocedieran hasta el ángulo del Templo interior. Toda la multitud huyó en grupo –explica Josefo–, pues creían que aquella fuerza y audacia no eran propias de un ser humano. Juliano iba de un lado para otro en medio de los judíos, que se habían dispersado, y mataba a cuantos se encontraba».

Esta actuación tan arriesgada como suicida le pareció admirable al emperador, que veía cómo los enemigos huían aterrorizados. Pero el destino traicionó a Juliano: los clavos de sus sandalias resbalaron sobre las losas del Templo y cayó de espaldas. Cuando su armadura chocó contra el suelo hizo mucho ruido, y «esto hizo que los que habían huido se dieran la vuelta», sigue Josefo. Entonces los judíos lo rodearon y le atacaron con espadas y lanzas. Desde el suelo, el centurión hizo frente muchas veces al hierro con su escudo y en numerosas ocasiones, cuando intentaba levantarse, era empujado de nuevo por la multitud. Sin embargo, aun tirado en el pavimento, hirió con su espada a muchos adversarios.

Juliano tardó en morir, porque el casco y la coraza protegían sus partes vitales contra los ataques y porque tenía el cuello encogido. «Finalmente, destrozados los demás miembros de su cuerpo y sin que nadie se atreviera a ayudarle, pereció […] degollado no sin dificultad, tras luchar durante largo tiempo con la muerte y sin dejar ilesos a muchos de los que le atacaron». Concluye Josefo indicando que una gran pena se apoderó del emperador cuando vio morir, desde la torre, a aquel que un momento antes había estado a su lado. El centurión Juliano alcanzó la gloria de los valientes, cayendo con orgullo y honor no sólo delante de los suyos, sino también delante de sus enemigos.

Vivir para la guerra

En todo el Imperio, en cada momento debía de haber unos 1.800 centuriones, hombres como Juliano: enérgicos, valientes y despiadados, que inspiraban tanto respeto a sus subordinados como temor al enemigo. Los centuriones eran los suboficiales de mayor rango en el ejército legionario de infantería (pero otros autores los consideran oficiales).

Eran militares de carrera, es decir, empezaban como soldados rasos e iban ascendiendo por antigüedad y méritos, siguiendo la estructura de la legión. Una legión estaba formada por diez cohortes, numeradas de la I a la X, y cada cohorte estaba integrada por seis centurias de 80 soldados cada una. La promoción del centurión culminaba al acceder al mando de una centuria de la I cohorte, la más importante de todas las de la legión.

A la cabeza de todos los centuriones de una legión estaba el llamado primus pilus, «primera lanza». Era el primer centurión de la I cohorte, y sus compañeros de esta cohorte conformaban el rango de los primi ordines, el de los centuriones de mayor rango y reconocimiento en la legión. Después de retirarse, el primus pilus recibía una recompensa y el título de primipilaris (es decir, antiguo primus pilus), de igual manera que un cónsul era llamado consularis tras desempeñar el cargo. Los primipilares eran objeto de especial consideración y podían ocupar cargos como –entre otros– prefecto del campamento o tribuno de las cohortes acantonadas en Roma.

En época imperial también se podía llegar a centurión tras servir con los pretorianos –la guardia personal de los soberanos– o bien gracias a un nombramiento directo por parte del emperador, como sucedía en el caso de algunos miembros del orden ecuestre (el grupo social inferior al de los senadores).

Por debajo del centurión había bastantes grados. Lo asistían, entre otros, los llamados principales: un segundo oficial u optio, el portaestandarte o signifer y un oficial de guardia, el tesserarius, que establecía la contraseña o tessera. Por encima del centurión estaban los altos oficiales de la legión: el legado del emperador (que era el gobernador provincial) o bien el legado de la legión, y un tribuno, todos ellos de rango senatorial, más otros cinco tribunos de rango ecuestre y un prefecto del campamento o superintendente general.

Una parte importante de nuestra información sobre los centuriones proviene de los monumentos funerarios dedicados a ellos, como la estela de Tito Calidio Severo, muerto a los 58 años. Conocemos la carrera militar de este soldado gracias a su tumba, hallada en la antigua ciudad de Carnuntum, en la provincia romana de Panonia (actualmente en la Baja Austria). En ella se indica que primero fue jinete, luego optio o ayudante de un centurión y finalmente decurión (comandante de un escuadrón de caballería) en una cohorte mixta de soldados de infantería y de caballería reclutada en la región de los Alpes, de ahí su nombre: cohors Alpinorum. Su última promoción fue al grado de centurión en la legión XV Apollinaris, estacionada en Carnuntum, donde Calidio Severo murió después de 34 años de servicio, según refiere la inscripción.

Su monumento es anterior al año 63, en el que esta legión fue movilizada para combatir contra los judíos en la guerra narrada por Flavio Josefo. En la parte inferior de la estela se representa sin fantasías parte del equipamiento militar de Tito Calidio: la cota de malla, el casco y las grebas o espinilleras. Debajo aparece el centurión junto a su caballo, en una posible alusión a su etapa de oficial en la cohorte alpina.

Ciento veinte flechas

Si las piedras hablan, también lo hacen las fuentes históricas. El siglo I a.C., y particularmente los últimos años de la República romana, fueron prolijos en campañas militares. Primero se trató de guerras de conquista, como las de Pompeyo el Grande en Oriente y las de Julio César en las Galias; después fueron guerras civiles protagonizadas por los mismos César y Pompeyo. Las fuentes literarias del período son ricas en descripciones de acciones militares en las que los centuriones se muestran valerosos y temerarios. Espectador y narrador de estos episodios es precisamente César, cuyos relatos de la guerra de las Galias y la contienda civil son escenarios de aventuras y combates, de muerte y supervivencia, en los que de vez en cuando afloran nombres propios: los de aquéllos que por su arrojo merecieron ser incluidos en la narración como ejemplos para la posteridad.

Éste es el caso del valiente centurión cesariano Marco Casio Esceva, que luchó en la batalla de Dirraquio contra los pompeyanos, en julio del año 48 a.C. Sabemos por el relato de César que el ataque pompeyano contra el fortín donde se encontraba Esceva fue durísimo. No hubo un soldado que no resultara herido, cuatro centuriones de una cohorte perdieron los ojos y, queriendo dar testimonio de su esfuerzo y de su peligrosa situación, hicieron saber a César la cuenta exacta de las flechas lanzadas contra el fortín: treinta mil; cuando el escudo de Esceva fue llevado a su presencia, se contaron en él ciento veinte agujeros. Es el testimonio que da el propio César en su Guerra civil (V, 44).

Esceva, que era centurión de la cohorte VIII, fue promocionado a primus pilus, es decir, al grado de los primi ordines. El propio César le premió con 200.000 sestercios, al tiempo que compensó con dinero, ropa e insignias al valor a la intrépida cohorte legionaria que había mandado Esceva. Otros autores recogen este episodio y añaden más detalles del combate: que Esceva fue herido gravemente en un hombro y que un venablo le atravesó una cadera. Son hechos quizás inventados, pero que se explican por qué los relatos sobre guerreros valientes pasan de la historia a la leyenda en pocos años.

Pullo y Voreno

Las narraciones de hazañas como la que llevó a cabo Esceva han modelado la imagen del centurión romano como ejemplo del valor y columna vertebral del ejército romano, una imagen que se traslada con naturalidad a la pantalla. Basta recordar el ejemplo de la conocida serie de televisión Roma, exhibida con éxito en todo el mundo, que se organiza a partir de la vida de dos centuriones de Julio César: Lucio Voreno y Tito Pullo. Estos dos centuriones, con estos mismos nombres, lucharon en la guerra de las Galias al lado de César, como sabemos por la propia pluma del general, quien relata la actuación de ambos durante el asedio al que fue sometido el fuerte de la IX legión por el pueblo de los nervios en el año 54 a.C., durante la revuelta de Ambiórix.

Los dos militares eran conocidos por competir entre sí para conseguir ascensos, y precisamente en esos días pugnaban por ascender a primi ordines, el rango más elevado. César explica que, cuando más duro era el combate al pie de las fortificaciones, Pullo dijo: «¿A qué esperas, Voreno? ¿Cuándo piensas demostrar tu valor?». Y añadió que aquel día se decidiría su competencia. Pullo abandonó las defensas y se lanzó contra el enemigo, y Voreno lo siguió para no quedarse atrás y ser tildado de cobarde. Pullo lanzó su pilum y atravesó a un enemigo que se le acercaba corriendo, pero a su vez recibió el impacto de un venablo que atravesó su escudo y se clavó en el bálteo, la correa de la que pende la espada. Los enemigos lo cercaron, pero entonces llegó Voreno en su auxilio. Mató a uno y apartó a los otros, pero cayó en un hoyo, y hubiera muerto si Pullo no hubiera corrido en su ayuda. Ambos volvieron al fuerte sanos y salvos tras acabar con muchos enemigos, sin que nadie de los que vieron ese combate pudiera decir cuál de los dos aventajaba en valor al otro. «La Fortuna los guió durante el combate», dice César (Guerra de las Galias V, 44).

Pullo demostraría la misma bravura años después, durante la guerra civil, luchando contra el propio César en Dirraquio después de conseguir que una parte del ejército se pasara a los pompeyanos, lo que habla claramente del ascendiente de este centurión entre las tropas (César, Guerra civil III, 67).

Misiones especiales

Fuera del teatro de operaciones durante una batalla concreta, los centuriones podían ejecutar una misión específica por mandato del emperador, como agentes especiales. En efecto, a los centuriones se les encargaban misiones tan delicadas como llevar hasta Roma a los prisioneros que requiriesen especial cuidado, como los jefes de los pueblos vencidos o reyes, como Antíoco Epífanes, aliado de los judíos que fue vencido por Vespasiano; tras ser apresado, un centurión lo condujo encadenado desde Tarso hasta la capital del Imperio (Josefo, Guerra VII, 238).

También se asignan a los centuriones tareas de espionaje y labores de inteligencia militar e información entre las tropas de las provincias y Roma. Otras veces los vemos junto a los tribunos administrando justicia en el frente de guerra (Josefo, III, 83), y se les encarga la organización de las ciudades recién sometidas (Josefo, IV, 442).

A estas breves historias podríamos añadir muchas más, entre las que destacan algunas que cuenta Flavio Josefo. En el año 63 a.C., Pompeyo Magno se presentó a las puertas de Jerusalén para tomarla. Al tercer día de asedio, los romanos destruyeron una de las torres de defensa, entraron en la ciudad y se dirigieron al Templo. Nos dice Josefo (Guerra I, 49) que el primero que cruzó el muro fue un oficial llamado Fausto Cornelio, hijo de Sila, y después de él dos centuriones, Furio y Fabio, a los que seguía su propia tropa.

Rodearon el Templo por todas partes, matando sin compasión a los que iban a refugiarse en el santuario y a todo el que opusiera la menor resistencia. Aquí vemos en acción a los centuriones y sus cohortes tomando el Templo con las espadas en la mano, con cuyo filo son degollados los sacerdotes mientras ofician sus ceremonias. Choca en este relato la impasibilidad con que los centuriones profanan el Templo. Pero el soldado, cara a cara contra el enemigo, deja a un lado los escrúpulos morales (si es que los tiene): lucha por su supervivencia.

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Los centuriones son soldados audaces, los mejores, que se lanzan a escalar murallas para tomar una plaza fuerte o una ciudad

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Los centuriones son soldados audaces, los mejores, que se lanzan a escalar murallas para tomar una plaza fuerte o una ciudad (Josefo, Guerra I, 351), actos arriesgados que exigen experiencia, seguridad y una valentía extrema. Otras veces, el centurión actúa como un comando junto a un reducido número de sus soldados, en misión de reconocimiento y castigo. Josefo nos narra otra vívida escena. Durante el asedio de Vespasiano a la ciudad de Gamala, un centurión llamado Galo, rodeado en medio del tumulto, se introdujo en una casa con diez soldados. Como Galo era de origen sirio, entendió la conversación de los que vivían en ella, en la que vio una conspiración contra los romanos. Por la noche Galo salió contra ellos, los mató a todos y se refugió sano y salvo en el campamento romano con sus soldados (Guerra, IV, 37-38).

En resumen, el centurión es una figura decisiva en la organización militar romana. Forma parte de los consejos de guerra (consilia) para dar su opinión al general sobre las tácticas, por su experiencia en la guerra. Durante la batalla está en primera fila, dando ejemplo de valor. En la paz, se encarga de la disciplina y el entrenamiento de los soldados. Otras veces, fuera del campamento, se le asignan misiones especiales. Su figura es imprescindible e imponente, por lo que no es de extrañar la atracción que aún hoy sigue suscitando.

La base de una legión
Abajo, moneda de oro acuñada por Julio César con la representación de un campamento. La construcción del centro representa esquemáticamente el pretorio o edificio de gobierno. En las narraciones de sus campañas, César traza un retrato muy favorable de los centuriones por su valor y su disciplina.

Foto: Dea / Album

 

El fin del templo de Jerusalén
En el verano del año 70 d.C., las legiones romanas toman Jerusalén y arrasan la ciudad y el Templo, destruido ya para siempre. Durante la guerra del emperador Vespasiano contra los judíos, los centuriones protagonizaron múltiples hechos de armas. Óleo por Francesco Hayez. Siglo XIX.

Foto: Akg / Album

 

El filo de la guerra
Arriba, reproducción del armamento de un centurión en el Museo de la Civilización Romana, en Roma. Los centuriones llevaban en el costado izquierdo una espada como éstas, y un puñal en el derecho.

Foto: Scala, Firenze

 

Un centurión, con cimera negra, lucha con sus hombres contra el enemigo durante las guerras dacias. 101-107 d.C.

La estructura de la legión
La legión se dividía en diez cohortes, cada una de ellas comandada por un prefecto. A su vez, cada cohorte estaba dividida en tres manípulos. Por último, cada manípulo estaba integrado por dos centurias, cada una de ellas mandada por un centurión.
Foto: Akg / Album

 

La estela de Tito Calidio
La lápida sepulcral de este centurión se halló en Carnuntum, un campamento romano fundado por Augusto a orillas del Danubio y a 32 kilómetros al este de Viena. Museo de Historia del Arte, Viena.

Foto: E. Lessing / Album

 

La rendición de Vercingétorix
Con la capitulación del jefe arverno ante César terminó la guerra de las Galias, en el año 52 a.C. Óleo por Lionel-Noël Royer. 1899. Museo Crozatier, Le Puy-en-Velay. Dos centuriones de César, Pullo y Voreno, competían entre sí para conseguir ascensos, y precisamente durante la guerra de las Galias pugnaban por ascender a primi ordines, según narra la propia pluma de Julio César.

Foto: Bridgeman / Aci

 

Luchar hasta la muerte
Los centuriones mantenían su posición hasta el final, de ahí su elevadísimo número de bajas en combate. César, en los relatos de sus campañas, recoge numerosos ejemplos del valor de estos oficiales. Así, menciona la situación crítica de la XII legión en la batalla del Sambre (57a.C.), librada contra los belgas: los seis centuriones y el portaestandarte de la IV cohorte habían muerto, mientras que los centuriones de las otras cohortes estaban casi todos heridos o muertos. En el choque de Dirraquio contra los pompeyanos (48 a.C.) perecieron en un mismo día 32 centuriones de la legión IX, la mitad de los de esta unidad. En la batalla de Farsalia, también contra los pompeyanos (48 a.C.), murieron en total 31 centuriones, mientras que sólo cayeron 200 soldados, lo que da idea de la combatividad y el valor de estos militares.

Foto: Bridgeman / Aci

 

Legionarios recolectando cereal durante la conquista de la dacia. Relieve de la columna trajana. 113 d.C.

Entre la disciplina y la crueldad
En algún momento de su larguísimo servicio militar, todos los legionarios recibían algún azote con la vitis, la vara de vid que simbolizaba el rango del centurión y que servía para castigar a sus subordinados. Esta sanción no estaba reglamentada, y quedaba a la discreción del oficial. Había centuriones que usaban de forma muy cruel esta prerrogativa y eran especialmente odiados por la tropa. Tácito cuenta que en el año 14 d.C., cuando las fuerzas acantonadas en el Rin se amotinaron tras la muerte del emperador Augusto, en Panonia los soldados mataron a un centurión llamado Lucilio y apodado Cedo alteram, «Tráeme otra», en alusión a las varas que pedía tras romperlas sobre las espaldas de sus hombres (Anales I 23, 3).
Foto: Scala, Firenze

Relieve con estandartes
El estandarte o signum de la legión, coronado por un águila, está flanqueado por los signa de dos manípulos (cada manípulo estaba formado por dos centurias). Relieve del siglo III d.C.

Foto: Dea / Album

 

Una ciudad para exlegionarios: Timgad
Situada en la actual Argelia, la fundó el emperador Trajano en torno al año 100 d.C. como una colonia militar. Allí instaló a veteranos procedentes de la frontera con Partia, dotándolos de las tierras que los soldados recibían una vez cumplido su servicio militar, que alcanzaba los veinticinco años.

Foto: Yann Arthus-Bertrand / Getty images

 

El muro de Adriano
En su construcción trabajaron las legiones instaladas en Britania: la II, la VI y la XX. A cada legión le tocó un tramo de obra, dividido en secciones que se asignaron a las centurias.

Foto: Funkystock / Age fotostock

Un centurión en Britania
En esta piedra del muro de Adriano (construido en 124 d.C.), hallada en el fuerte de Housesteads, se dice: «Lo hizo la centuria de Julio Cándido». Se han hallado otras tres inscripciones que recuerdan la labor de este centurión.

Foto: Manuel Cohen / Aurimages

 

Fuerte de Viminacium (la actual Kostolac, Serbia), sede de la legión VII Claudia.

La vida en el campamento
Los edificios más habituales en los campamentos eran los barracones que albergaban a los soldados y oficiales de una centuria. Cada contubernio (grupo de ocho hombres) recibía dos habitaciones, y el centurión disponía de varias estancias para él solo, generalmente al final del bloque; las paredes de estas habitaciones podían estar estucadas y pintadas, e incluso podía disponer de un baño personal.
Foto: Akg / Album

 

Marco Favonio Fácil
Su estela funeraria se descubrió en Colchester, la antigua Camulodunum, donde se enfrentaron los romanos y la reina Boudica en 61 d.C. Vemos al centurión de frente, con el traje propio de su rango, la vara, espinilleras, capa, lórica (coraza), puñal y espada. El monumento estaba partido en dos, a un metro de profundidad. Muy cerca se halló un recipiente cilíndrico de plomo, de 23 centímetros de diámetro y 33 de altura, con huesos quemados, posiblemente los del centurión.

Foto: Dea / Album

Estela funeraria de Marco Apicio Tirón

Además de combatir, administrar
Los centuriones no sólo eran el brazo armado de Roma: también representaban la autoridad romana en regiones donde las estructuras administrativas no estaban desarrolladas. A veces la población local acudía a ellos en busca de justicia. Así, por ejemplo, en el año 193 d.C., en tiempos del emperador Cómodo, un tal Syros escribe al centurión Amonio Paterno quejándose de que los recaudadores de un impuesto en especie han reclamado injustamente el pago de una artaba de trigo (25 litros) y que por esta razón han maltratado a su madre. Dado este papel de administradores, los centuriones no sólo debían reunir condiciones como jefes militares, sino que también debían contar con una formación que, cuanto menos, incluyera saber leer y escribir.
Foto: Dea / Album

Marco Celio, caído en Teutoburgo
En septiembre del año 9 d.C., los germanos aniquilaron a tres legiones romanas en el bosque de Teutoburgo. El centurión Marco Celio, nacido en Bononia (la actual Bolonia), cayó en esa batalla. Su cadáver quedó allí, tendido a la intemperie entre muchos miles más, y su hermano decidió levantar un monumento en su memoria.

Los libertos del centurión

Con toda probabilidad Marco Celio era un hombre soltero, pues no hay mención a esposa o hijos en el epitafio; en cambio, sí aparecen, a sendos lados, los retratos de sus sirvientes, dos libertos muy queridos, uno de origen y nombre latino (Privatus), y otro griego (Thiaminus), que posiblemente murieron también en la emboscada de Teutoburgo y que conforman esta especie de cuadro funerario familiar.

Valiente y condecorado

Es el retrato de un hombre vivo, posando con su uniforme de gala de centurión, con el bastón de mando en la mano derecha y su coraza absolutamente cubierta con insignias al valor. Tantas condecoraciones indican la larga carrera de éxitos militares de este centurión fallecido a los 53 años, según nos indica la inscripción. La legión XVIII tenía su campamento base en Vetera (actual Xanten), y allí levantó Publio este monumento.

Foto: Akg / Album

¿Cómo era Marco Celio?
una recreación del aspecto de Marco Celio a partir de su cenotafio. Ciñe su cabeza una corona cívica; hecha de hojas de roble, condecoración que se recibía por salvar la vida de un militar ciudadano romano. Las condecoraciones (dona) que cuelgan de un arnés sobre la armadura son torques, de los que lleva uno en torno al cuello, y phalerae, faleras o discos metálicos. En la muñeca luce otras condecoraciones, las armillae. Como es característico de los centuriones, lleva la espada a la izquierda y la daga a la derecha –al contrario que los soldados–. Con la mano derecha sujeta la vara de mando, que originalmente era una vara de vid, y en la izquierda lleva un casco con cresta transversal de plumas. El autor de la recreación ha supuesto que las piernas están protegidas con grebas, como en otras representaciones de centuriones.

Foto: Giuseppe Rava / Osprey publishing

 

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22 agosto 2018 at 2:27 pm 1 comentario

Carlos García Gual: «La mitología griega reconocía, al menos, el valor de las mujeres»

El escritor y académico de la RAE, Carlos García Gual. / D. C.

Fuente: PILAR VERA Diario de Sevilla
24 de junio de 2018

-La muerte de los héroes, las muertes de los héroes eran muchas veces ejemplarizantes, ¿qué se quería enseñar con ellas?
-A veces, las muertes de los héroes clásicos tenían un ejemplo de valor y, en ocasiones, había algo más: te topas con muertes casuales, extrañas, que muestran que el héroe es, en definitiva y a pesar de sus extraordinarias cualidades, humano, y es frágil; a pesar de toda su grandeza, al final no escapa de la muerte. La mayor parte de los héroes mueren jóvenes, casi como recoge la conocida frase. Forma parte del sentimiento trágico de la vida que tenían los griegos: la grandeza a veces se paga con el dolor o con la muerte, aunque eso no le quite brillo a la existencia.

«El latín y el griego te obligan a adaptarte a nuevas estructuras y a rehacer conceptos: te hacen pensar»

-¿Alguno de esos finales es especialmente significativo desde nuestra perspectiva?
-Es difícil recordar todos los casos. Hay muertes, como la de Aquiles, que están programadas de antemano, a su propio conocimiento. Hay otras que tienen un valor especial: Héctor, por ejemplo, sabe que va a morir y muere por su ciudad: un caso más moderno que el otro, aun dentro del mismo ciclo, porque arrostra la muerte para defender a los suyos (por eso que luego se definiría como patria y que se convertiría en un lema), no buscando la gloria personal. Y hay muertes muy extrañas, como la de Jasón, que se sienta en el barco, el mástil se cae y lo aplasta.

-Llama la atención el discurso de Aquiles en el inframundo en la Odisea: habiendo sido el epítome de la épica guerra, su fantasma confiesa que estar muerto no vale la pena.
-Siempre ha sido un discurso muy paradójico. Es como si el poeta de la Odisea quisiera rebatir el afán de gloria del poeta de la Ilíada: es un encuentro sorprendente porque, después de haber escogido morir joven, en el más allá confiesa que le hubiera gustado envejecer como fuera. También esto es muy propio de los griegos, ese sentido de la ironía trágica.

-¿Qué diferencias hay entre los héroes míticos y los del ciclo homérico?
-Los últimos son, fundamentalmente, guerreros, mientras que entre los del ciclo mítico hay más variedad. Heracles, después de todas sus grandes hazañas, se topa con la muerte al ponerse por accidente la camisa que había preparado su mujer, y que esta había empapado con sangre de centauro. Heracles muere entre terribles horrores cuando ha sido el gran héroe indestructible.

-En el libro, toma también el ejemplo de tres mujeres (Clitemnestra, Casandra y Antígona). ¿Por qué, viviendo las mujeres de la antigua Grecia en la sombra, encontramos luego unos personajes míticos tan potentes?
-Encontramos ejemplos femeninos muy suculentos ya entre las diosas, pero lo sorprendente es que aparezcan también en el mundo de los mortales. Una forma de ganar la inmortalidad, para las mujeres, era siendo rebeldes. Casandra desafía el poder masculino; Antígona se revuelve contra el poder y Clitemnestra es la rebelde absoluta, la que rompe todas las normas. La sociedad griega fue injusta con las mujeres como casi todas las sociedades antiguas pero, al menos en la mitología, a algunas se les reconocía ese valor y esa inteligencia.

-De Clitemnestra, Homero dice que su crimen «pesará sobre el resto de mujeres». Es muy actual, o muy de siempre: si una mujer comete un error, pesa sobre todo el género.
-Lo pone en boca de Agamenón, pero algo de eso está ahí: los griegos veían a las mujeres más inteligentes un tanto peligrosas. Por ejemplo, está esa toma de poder que cuenta Aristófanes, que es un poco farsa, pero claro… la pregunta de que si tomaran el poder lo harían mejor que los hombres, está ahí. En gran parte del mundo árabe actual, por ejemplo, ni siquiera se hubiera permitido esa broma.

-El mundo clásico sigue despertando una gran fascinación, ¿por qué, entonces, no se defienden las lenguas clásicas?
-Existe una gran crisis en los estudios de las Humanidades, pero no es interna. Las Humanidades parecen no interesar nada al sistema educativo. La Filosofía y la Literatura están muy dañadas también, pero el Latín y el Griego, claro, son los más débiles. Existe un desdén por la enseñanza.

-Pero las competencias para desarrollar un lenguaje de programación y para traducir un texto de griego, por ejemplo, no son tan distintas a nivel cognitivo. ¿Por qué está diferencia de consideración?
-El esfuerzo de conocer otras lenguas un poco distintas (no es lo mismo latín y griego que inglés), que te hacen tener que adaptarte a nuevas estructuras y repensar conceptos, es muy importante. El latín y el griego ayudan a pensar: es curioso, por ejemplo, que cuando hemos realizado campañas sobre las clásicas y demás, siempre hemos recogido una gran simpatía proveniente de gente de ciencias.

La vigencia del mundo clásico

Carlos García Gual (Palma de Mallorca, 1943) es escritor, crítico, traductor y catedrático de Filología Griega en la Universidad Complutense de Madrid. Ha recibido en dos ocasiones el Premio Nacional de Traducción y publicado títulos sobre literatura clásica y medieval, filosofía griega y mitología, entre ellos Epicuro, la secta del perro; Sirenas. Seducciones y metamorfosis o Historia mínima de la mitología. Acaba de reeditar su clásico Diccionario de mitos y de publicar con la editorial Turner La muerte de los héroes.

 

24 junio 2018 at 12:55 pm Deja un comentario

123 obras maestras del Prado de tema mitológico (Revisión)

Este artículo es una revisión de una entrada anterior publicada en este blog en septiembre de 2010.

Desde que el Museo del Prado – que en 2019 cumplirá 200 años – renovó su página web, allá por diciembre de 2015, creo recordar, algunos enlaces de este catálogo habían dejado de funcionar, como muy amablemente me han ido haciendo saber algunos lectores. He querido ahora por ello actualizar la entrada, revisando los enlaces y añadiendo nuevo material audiovisual con el que el museo va poco a poco enriqueciendo la web. He aprovechado además para hacer alguna rectificación relativa al nombre de alguna obra o al año de atribución de la misma. Hay también algún cambio en las obras del catálogo, aunque son mínimos, así como en el número; si no me equivoco figuran dos más que en la lista anterior. Por último, he optado por indicar de nuevo qué obras figuran actualmente en exposición y cuáles no (aquellas que aparecen con un asterisco), aunque a este respecto hay que señalar que este detalle es muy cambiante, dado que algunas lo están por formar parte de una exposición temporal y, en cambio, otras que forman parte de la exposición permanente pueden estar actualmente cedidas para otras exposiciones. El consejo a este respecto, si se quiere tener la certeza de poder ver una obra en un momento determinado, es consultar la web del museo.

A partir del Renacimiento la mitología fue considerada un género cuyo interés radicaba fundamentalmente en el aspecto cultural del mundo antiguo, anterior al cristianismo. Una cultura laica, que no estaba sometida al poder eclesiástico y que enlazaba con el humanismo iniciado en Italia ya en el trecento. Era un mundo que sin olvidar lo religioso quería valorar lo humano, lo corporal, lo terrenal, lo civil y lo placentero, la belleza física y no moral; que buscaba la libertad en el pensamiento y en la expresión, la revalorización del hombre por si mismo y no como obra de Dios. En esta cultura, la forma era importante y la forma había de ser bella, sensible, física.  (Rosa López, Mitología e Historia en las obras maestras del Prado)

Sin lugar a dudas el Museo del Prado es una de las mejores pinacotecas del mundo. Alberga una colección de aproximadamente 7.600 pinturas, 1.000 esculturas, 3.000 grabados y 6.400 dibujos, además de un amplio número de objetos de artes decorativas y documentos históricos. De todas ellas el Museo exhibe en la actualidad en su sede unas 1.300 obras.

El germen de la colección del museo son las colecciones Reales de la monarquía española. Isabel La Católica la inició en el Renacimiento y fue continuada por sus sucesores hasta el siglo pasado. La colección es muy extensa y refleja los gustos de la monarquía española, así como sus reticencias: encontramos así una amplia representación de la pintura flamenca, la italiana del siglo XVI y las escuelas españolas del barroco y posteriores; por contra, las escuelas protestantes (inglesa, holandesa) apenas están presentes.

Como han hecho otros museos importantes, caso del British Museum o el Louvre, también el Prado se ha preocupado en los últimos tiempos en hacer su página web interesante y atractiva al visitante virtual. Es de destacar en este sentido la opción desarrollada recientemente de presentarnos las obras del catálogo en alta resolución. Ello sin descuidar la principal función que como es lógico debe procurar: la de informar.

Por motivos educativos -vuelvo a dar este curso después de varios años Cultura Clásica-, he andado buscando información para clase de algunas obras de mitología y el resultado ha sido este catálogo de más de 100 cuadros del Prado que tienen como tema algún episodio de la mitología grecolatina y que paso a relacionar por si a alguien le puede resultar de utilidad.  Además de poder ver los cuadros con todo lujo de detalles, es interesante observar que algunas de las obras más importantes van acompañadas de una audioguía, con toda la explicación necesaria para su contextualización. Hay que señalar también que muchas de estas obras no se hallan actualmente en exposición, por lo que es la única forma que tenemos de poder acceder a ellas, caso por ejemplo de la mayor parte de obras mitológicas de Luca Giordano, Jacob Jordaens o Quellinus. Son aquellas que en la relación vienen señaladas con un asterisco.

Como puede verse, las obras están agrupadas por escuelas. Los enlaces están repasados y funcionan; ahora bien, y como es lógico, los amables lectores entenderán que este que escribe no está en condiciones de poder garantizar que esto vaya a ser siempre así.

 PINTURA ESPAÑOLA

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez

Eugenio Cajés

José de Ribera

  • Ticio, 1632
  • Ixión, 1632    Multimedia: Conferencia «Ticio e Ixión, de Ribera», impartida por Alberto Pancorbo (2011)

Francisco de Zurbarán

Juan Bautista Martínez del Mazo

Francisco Bayeu y Subías

Francisco de Goya y Lucientes

Antonio María Esquivel y Suárez de Urbina

 

PINTURA ITALIANA:

Vecellio di Gregorio Tiziano

Paolo Veronés

Jacopo Bassano

Annibale Carracci

Guido Reni

Massimo Stanzione

  • Sacrificio a Baco, hacia 1634    Multimedia: Conferencia: Sacrificio de Dionisio, de Massimo Stanzione, impartida por Leticia de Frutos (2018)

Paolo Domenico Finoglia

Francesco Albani

–  Alessandro Varotari Padovanino

Luca Giordano

Corrado Giaquinto

–  Giambattista Tiepolo

 

PINTURA FLAMENCA:

–  Joachim Patinir

Pedro Pablo Rubens

Jacob Jordaens

–  Jacob Peeter Gowy

Frans Snyders

–  Theodoor van  Thulden

–  Anton van Dyck

–  Cornelis de Vos

Jan Erasmus Quellinus

–  Jan Carel van Eyck

Jan Cossiers

Frans Francken II

–  Jean Baptiste Borkens

 

PINTURA HOLANDESA:

Leonaert Bramer

Pieter Fris

 

PINTURA FRANCESA:

Nicolas Poussin

Michel-Ange Houasse

Louis-Michel Van Loo

Jean-Baptiste-Marie Pierre

François Boucher

 

PINTURA ALEMANA:

– Hans Baldung Grien

 

3 mayo 2018 at 7:27 pm 2 comentarios

Joyas, herramientas y cementerios: los 300.000 tesoros hallados en la construcción del metro de Salónica

  • Salónica, en Grecia, fue importante durante tres imperios: el romano, el bizantino y el otomano.
  • La construcción de su suburbano ha revelado infinidad de tesoros y yacimientos.

Una imagen de las obras del metro de Salónica, en Grecia. ATTIKO METRO

Fuente: EFE  |  20minutos.es
2 de marzo de 2018

Las obras de construcción del metro de Salónica que se desarrollan desde hace más de once años han sacado a la luz un sinnúmero de tesoros arqueológicos, que aportan información preciosa sobre la historia de la ciudad a través de los milenios.

Más de 300.000 objetos -ofrendas funerarias, herramientas de uso diario o joyas- que datan desde los tiempos anteriores a la creación de Salónica (315 a.C.) hasta la destrucción de la ciudad por un incendio devastador en 1917, han sido descubiertos durante los trabajos de excavación de los 9,6 kilómetros de túneles del metro que atravesará la ciudad del oeste hacia el este.

Las investigaciones de los arqueólogos revelaron además que la ciudad, la segunda mayor de Grecia, fue un centro urbano muy importante de tres imperios: el romano, el bizantino y el otomano.

Los hallazgos más impresionantes están ubicados en los puntos donde se construyen las estaciones de Venizelu y Ayía Sofía, situados en el corazón del centro comercial de la ciudad.

Entre ellos figura una estatua sin cabeza de Afrodita de belleza extraordinaria, que probablemente data del último periodo de la antigüedad, y unos mosaicos del siglo VI, en perfecto estado de conservación, descubiertos ambos en el lugar donde se construye la estación Ayía Sofía.

«Lo que es impresionante es que en la estación Ayía Sofía la excavación ha puesto al descubierto restos de trazado urbano del periodo bizantino medio. Se trata de un caso único. Ni siquiera en Constantinopla (Estambul) se ha descubierto una estructura urbana de este periodo», destaca a Efe Polyxeni Veleni, directora del Departamento de Arqueología de Salónica.

Los arqueólogos hallaron un barrio de talleres para orfebres, vidrieros, alfareros y herreros, donde se han encontrado bancos de trabajo, herramientas, hornos y matrices para fabricar joyas.

Veleni recalca que las excavaciones dan una idea más clara de la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad, de la artesanía y del comercio a lo largo de muchos siglos.

Una de las conclusiones más importantes es que la avenida Egnatia, una de las grandes vías de Salónica que atraviesa la ciudad de oeste a este, siempre fue la principal arteria, desde los tiempos romanos, pasando por el imperio bizantino, hasta la fecha.

A ocho metros de profundidad de la avenida actual, los arqueólogos han encontrado restos del Decumanus Maximus, como se llamaba la vía -entonces pavimentada con mármol- en la era romana.

En el siglo VI, el Decumanus Maximus vivió una gran operación de ensanche para lo que hubo que destruir todos los edificios que se encontraban a ambos lados de la vía. «Es impresionante que desde los tiempos romanos hasta el periodo del declive bizantino se ejercieron allí las mismas actividades de artesanía y de comercio», comenta Veleni.

En el periodo otomano, relata, «las calles se hacen más estrechas, nuevas actividades profesionales llegan y otras se desplazan, pero el lugar sigue siendo un centro de comercio y de artesanía«.

Una vez concluyan los trabajos del metro -las nuevas previsiones hablan de 2021- las paradas de Venizelu y Ayía Sofía se convertirán en estaciones museo y el acceso de los pasajeros a los trenes se hará a través de pasarelas que cruzarán el antiguo y medieval barrio de artesanos y comerciantes.

Pero los hallazgos arqueológicos van mucho más allá. En el lugar donde se está construyendo el depósito para los vagones, en lo que ahora es el barrio de Pylea, fueron descubiertos los restos de una ciudad antigua.

En lo que será la estación de Syntrivani, el antiguo límite oriental de Salónica, se ha hallado un cementerio, utilizado desde la era helenística hasta el último periodo precristiano, con más de 3.000 tumbas colmadas de ofrendas funerarias.

En las cercanías de la estación de ferrocarriles de Salónica, los arqueólogos hallaron además otro cementerio con tumbas lujosas que datan desde el siglo II hasta el siglo IV.

Entre este cementerio y las murallas occidentales de la ciudad, los arqueólogos se toparon con un grupo de edificios del último periodo precristiano que servían de talleres y depósitos imperiales para el vino y el aceite.

La multitud de los hallazgos arqueológicos fue una de las razones que han llevado a que la construcción del metro haya sufrido repetidos parones. En un principio estaba previsto que las obras que comenzaron en 2006 concluyeran en 2013.

 

2 marzo 2018 at 2:55 pm Deja un comentario

Carlos García Gual: “A los gobernantes no les interesa la formación cultural de la gente”

El helenista, elegido miembro de la RAE, considera que la batalla por el retroceso de las humanidades en la enseñanza «está perdida»

El helenista Carlos García Gual, en su casa de Madrid. ANDREA COMAS

Fuente: MANUEL MORALES > Madrid  |  EL PAÍS
1 de diciembre de 2017

Aquel niño con gafas de miope que se colgaba de las baldas de la biblioteca de su abuelo, en Mallorca, para coger libros de Julio Verne o Conan Doyle es, desde el pasado jueves, flamante miembro de la Real Academia Española (RAE). El helenista Carlos García Gual (Palma, 1943), catedrático emérito de Filología Griega en la Universidad Complutense de Madrid, profesor durante medio siglo en institutos y universidades, es la nueva silla J de la institución, en la que sucede al dramaturgo Francisco Nieva. Durante la media hora larga de charla, recibe ocho llamadas a su teléfono fijo (“tengo un móvil en un cajón que solo lo saco cuando voy de viaje”, dice) , pero, educado, prefiere no interrumpir la entrevista. Rodeado de un caos ordenado de miles de libros por todas las habitaciones, su talante amable, opuesto al del erudito de ceja alta, le lleva a hablar con pasión de Homero, Tintín o Juego de Tronos.

Pregunta. En abril se presentó a la silla M de la Academia con Rosa Montero y ninguno de los dos la consiguió. ¿Pensó que podía repetirse el disgusto?

Respuesta. Esperaba salir elegido [su rival fue el escritor gallego Alfredo Conde], pero siempre hay dudas. Lo que me sorprendió es que volvieran a proponérmelo tan pronto después de lo que sucedió con Rosa Montero. Creo que había un cierto malestar en algunos académicos.

P. ¿Qué puede aportar un helenista a la RAE?

R. Aún no tengo una idea precisa, pero puedo opinar del léxico culto formado por helenismos. También de palabras nuevas que se forman con prefijos o sufijos griegos como ha ocurrido con turismofobia o las que surgen en el vocabulario científico y técnico.

P. ¿Por qué ha dedicado su vida al mundo griego?

R. Nací y viví de niño en Palma. Mi padre, militar, fue destinado a la costa catalana e hice el Bachillerato, en parte, en Figueras [Girona]. No hablo mallorquín ni catalán, pero los entiendo. Tengo simpatía por el mundo mediterráneo, por su paisaje, la gente… En las islas griegas me siento en un entorno familiar y eso que no sé griego moderno, pero sí el antiguo. Cuando voy allí me entiendo con la gente de los puertos, los taberneros, pescadores. En realidad, les dejo hablar y les doy unas palmaditas, es que los griegos hablan muy deprisa, pero nos entendemos. El griego moderno tiene mucho vocabulario culto del antiguo.

P. ¿Cómo ve un mallorquín que vivió en el Ampurdán lo que está ocurriendo en Cataluña?

R. Me disgusta y apena. Usar la lengua como barrera o como un trampolín para subirte y marcar distancias con otros… el separatismo es lamentable y mezquino.

P. Hace 20 años ya alertaba de la “honda crisis” de las Humanidades en la enseñanza.

R. La batalla de las Humanidades es una batalla perdida porque a los gobernantes no les interesa la formación cultural de la gente. Van a lo rentable, que la gente estudie para sacar un oficio, ganar dinero, producir y consumir. Que los ciudadanos sean más tontos o listos les da igual. Las Humanidades abren un horizonte mental. Lo de hoy es un retroceso en literatura, historia, en todo lo que tiene carácter universal.

P. ¿Cómo puede convencerse a los jóvenes de que leer a los clásicos no es un rollo?

Carlos Garcia Gual, durante la entrevista, en su casa de Madrid. ANDREA COMAS

R. No hay una receta clara, porque ha habido un cambio de costumbres y de mentalidad. Ahora están pendientes del móvil y leen menos. Aunque hay niños pequeños que tienen libros infantiles muy bonitos y les gusta la mitología por su carga fantástica. Eso habría que aprovecharlo pero es difícil combatir la tendencia. La Odisea se puede leer hoy como antes. Los clásicos no son difíciles, es más difícil leer La divina comedia.

P. ¿El mal llega también a las universidades?

R. Las que yo conocí eran más críticas, se leía más fuera de las clases. Hoy, los profesores son más mediocres, también los hay buenos, pero hay menos que destaquen. La universidad desilusiona porque, a veces, es un mundo de eruditos pesados que solo saben de lo suyo, se enredan. Hay que enseñar que aquel mundo tenía una fuerza dramática fantástica.

P. Entonces, ¿qué es un sabio? ¿Lo es usted?

R. No… yo soy un lector bastante omnívoro. Me ha interesado la literatura en general, he escrito de Epicuro pero también del rey Arturo. A mi padre le gustaba cazar y pescar y yo siempre lamento que no me enseñara. En cierto modo, yo soy cazador y pescador, pero en el mundo de los libros.

P. Su elección como académico ha coincidido con la reedición de su Diccionario de mitos, en el que ha incluido nuevos personajes.

R. A Tarzán, que hay que decir que es políticamente incorrecto porque supone la superioridad del hombre blanco, sobre todo si es inglés, en la selva frente a los negros. Pero fue un personaje que fascinó a generaciones. También he puesto a uno pasado de moda, Satanás, pero que ha sido muy importante en la literatura y la vida. Y a Don Quijote, que empieza y acaba en Cervantes y por eso lo mata, para que no haya continuación. Aunque ha habido relecturas, como la de los románticos, que les inspira melancolía. De otros mitos, como Don Juan, sí hubo varios autores. La propia palabra mito, que entró en el siglo XIX por los alemanes, ha tenido varios significados. Hay quien lo asocia a la mentira, como hicieron los marxistas. Yo lo uso como relato tradicional que se transmite y pasa a la imaginación colectiva.

P. ¿Cuáles son sus mitos favoritos?

R. Me atrae mucho Edipo, porque Sófocles hace de él un buscador de la verdad que se va entrampando y se destruye. Y Ulises porque algo de él está en todo viajero.

P. ¿Por qué fueron tan avanzados los griegos en construir ese mundo?

R. Tenían dos cosas, eran curiosos, les gustaba preguntarse por el mundo, y críticos. Crearon universos fantásticos y la filosofía, tal vez porque eran de ciudades pequeñas junto al mar. Los grandes imperios, como Egipto o los asirios, no cambiaban, pensaban siempre lo mismo. A los griegos les gustaban mucho los viajes y abrieron caminos en todos los sentidos. Su teatro sigue vivo, aunque un poco estropeado por los adaptadores, que a veces los desvirtúan por sus cambios en los textos.

P. Relatos modernos como La guerra de las galaxias o El señor de los anillos, ¿han copiado algo de los mitos griegos?

P. Más bien han tomado esquirlas, como si hubiesen cogido trozos de melodías, pero el mundo antiguo era más plástico en su dramatismo.

P. ¿Y Juego de tronos?

R. He visto algunos capítulos. Más bien tiene retazos de Shakespeare, pero es muy exagerado. Es un amontonamientos de violencias… estamos hechos de piel más gorda porque estamos acostumbrados a ver muertes en el cine. En esa serie, los malos son malísimos y las intrigas están trazadas con líneas muy gordas.

P. ¿Cuál es la gran amenaza al español?

R. La profusión de anglicismos, la invasión constante de palabras de la técnica o la comunicación que vienen del inglés, es imparable. Pero el castellano es un idioma de gran fuerza y belleza, tiene una gran literatura.

P. Lee la prensa en papel, ¿cómo escribimos los periodistas?

R. En la parte de la opinión se manejan las ideas con más viveza que en el mundo académico, pero estaría bien que los periodistas supieran más literatura.

 

2 diciembre 2017 at 11:09 am Deja un comentario

Carlos García Gual: «El progreso no explica el sentido de la vida»

El escritor y filólogo presenta una revisión de su «Diccionario de mitos» (Turner), una obra que trata de recordar aquellos cánticos que, a fuerza de ser repetidos y reinterpretados, se han instalado en el «país de la memoria»

El escritor y filólogo Carlos García Gual – ABC

Fuente: Bruno Pardo Porto  ABC
22 de noviembre de 2017

Carlos García Gual (Palma de Mallorca, 1943) se refiere al presente como «el mundo moderno», una distancia que no tiene tanto que ver con su edad como con el hecho de que ha pasado más de medio siglo viviendo entre textos griegos, enseñando una lengua muerta que permanece viva en una de sus pasiones: los mitos. Tiene en sus ojos el brillo de la leyenda, una pátina que no termina de casar con una realidad demasiado rápida y repetitiva. Para Gual, el tiempo pasado, en efecto, fue mejor. Resulta difícil moverle de la certeza de que hay más encanto en la fantasía que en la vida, pues él conoce muy bien los horizontes de ambas. «El mundo moderno es un mundo mucho más cómodo, pero no es un lugar de historias interesantes. No hay pasiones nuevas. No hay aventuras. Las grandes pasiones y los grandes personajes están en la literatura», sostiene con nostalgia.

Acaba de publicar una revisión de su «Diccionario de mitos» (Turner), que escribió hace ahora veinte años movido por el pulso de sus lecturas. Es una selección subjetiva que baila entre la antiguëdad y los superhéroes, que trata de recordar aquellos cánticos que, a fuerza de ser repetidos y reinterpretados, se han instalado en el «país de la memoria». Por ahí aparecen Ulises y Edipo, pero también Don Quijote, Carmen y Superman.

– ¿Qué tienen en común todas estas figuras que se pasean por el libro?
– Yo hablo de los mitos no tanto como creencias religiosas, sino como historias que se han mantenido en el imaginario colectivo. Son esos relatos que se han transmitido durante siglos, que ejercen una extraña fascinación en la cultura y en la imaginación de la gente. Mi definición del mito es que se trata de un relato tradicional, un tanto paradigmático, y que tiene personajes extraordinarios que viven en un pasado prestigioso y lejano.

– ¿Qué es lo que nos fascina de ellos?
– Que nos hablan de las grandes pasiones, de las grandes aventuras. Sus personajes son héroes, con su condición humana y mortal, pero que hacen cosas extraordinarias. Los mitos presentan figuras más grandiosas, más fuertes, más terribles y más aventureras que los individuos corrientes.

– En el texto que abre el libro habla de que, a pesar de que somos racionales, no podemos prescindir de nuestra vocación mítica, de los relatos.
– Es que la razón técnica no explica el sentido de la vida. Ayuda a vivir más cómodamente, sí, pero las grandes preguntas siguen ahí: ¿Qué sentido tiene vivir?, ¿vivir para qué? Indudablemente, el progreso nos ayuda a vivir mejor, pero no explica el sentido de la vida. Digamos que la razón, muchas veces, tampoco llega a convencer sobre esas cuestiones. Los mitos proponen historias fantásticas que tampoco dan una solución, pero que proporcionan un horizonte atractivo de fantasía. Nos animan a vivir en otras épocas, en otros mundos. Nos transportan a unos horizontes más vastos, más amplios, más animados.

– ¿Más animados que la vida?
– Las grandes pasiones y los grandes personajes están mucho más en la literatura y en la fantasía que en la realidad. La vida es mucho más monótona si uno no conoce la mitología.

– Habla de los mitos como algo vivo, que no paran de crecer con el paso del tiempo y las reescrituras.
– No hay que olvidar que los mitos griegos estaban a cargo de los poetas, no de los sacerdotes. Eso daba a las recreaciones de los mitos una cierta libertad, una cierta capacidad de variar detalles. Eso los vuelve algo muy vivo, que perdura en los siglos, que nos dice algo nuevo. El Ulises antiguo no es exactamente el de James Joyce, pero la figura mantiene un eje o un núcleo esencial.

– Es esa idea de Joseph Campbell de hay una serie de motivos y temas que se repiten a lo largo de la historia de forma inevitable.
– Es que en la vida humana las circunstancias y los elementos básicos son casi siempre los mismos: el amor, la audacia, la cobardía, la envidia, la lucha por el poder… Todo eso lo recoge la mitología. En eso Campbell tiene razón: los mitos son las grandes historias, a veces sumergidas, recobradas por la literatura. Y cada cultura les da un color especial.

– En la portada de esta nueva edición del diccionario aparecen Zeus y Superman. ¿Son los superhéroes la nueva mitología?

Portada de la nueva edición del «Diccionario de mitos» – ABC

– Yo creo que los superhéroes del mundo moderno son héroes muy banalizados, muy triviales. No son grandes figuras míticas. Son figuras poderosas. A veces vuelan, como Superman, o dan saltos enormes, como Spiderman, pero son un poco héroes de papel, superficiales, un tanto planos. Y no solo hay mitos modernos, sino que también existe una pervivencia de los mitos clásicos en la cultura de hoy. «La guerra de las galaxias», desde un punto de vista mítico, revela muchos rasgos antiguos como el enfrentamiento con el padre o el villano encarnado en una figura que tiene mucho de demoníaca. Incluso las vestiduras de los personajes que recuerdan al mundo artúrico.

– Parece que no le gustan mucho los superhéroes.
– Siempre insisto: la otra gran fuente literaria del presente la forman el cine y la televisión. Lo malo es que cuando uno ve lo que se produce da la sensación de un cierto agotamiento temático. Hay mucha más violencia y más carreras de coches, pero los argumentos no son nuevos. Yo pienso que en muchas películas el autor es el director de los efectos especiales: se ha convertido en el gran constructor. El mundo moderno es un mundo mucho más cómodo, pero no es un mundo de historias interesantes. No hay pasiones nuevas, no hay grandes historias. El otro día vi en la televisión «50 sombras de Grey». Que eso haya vendido millones de ejemplares muestra la necedad y la pobreza de la imaginación moderna.

– En esta reedición añade al Quijote, el único mito que nace y muere en la misma pluma.
– Según mi idea de que un mito se construye a través de la tradición, en la que el personaje se mantiene y cambia al mismo tiempo, no encaja. Todo el mito del Quijote está en el libro de Cervantes, en las dos partes. Se han escrito continuaciones y otras versiones, pero no brillan al lado de la original. Sin embargo, me he dado cuenta de que aunque no hayan trascendido más aventuras del personaje, sí que ha habido muchas reinterpretaciones. Y eso hace de él un mito.

– ¿Cómo ha cambiado su interpretación?
– En el siglo XVI era un personaje cómico. Pero para los franceses e ingleses del XVII se transforma en una figura seria, que plantea unos problemas muy importantes. Después, para los alemanes románticos del XVIII, es un ideal. Luego viene la generación del 98, que ofrece unas interpretaciones simbolistas en las que el Quijote puede representar la España decadente. Creo que el relato de Don Quijote está todo en Cervantes, pero las interpretaciones hacen de él una figura mítica.

– También añade a Sherlock Holmes.
– La novela policiaca siempre me ha gustado, desde pequeño. Sherlock Holmes tiene el atractivo del detective que con su inteligencia lo resuelve todo. Es un homenaje a la inteligencia deductiva. Tiene algo de heroico, pero es un individuo victoriano un poco raro que toca música y se inyecta morfina. Y es fantástico: los casos de Holmes no se podrían resolver. Es un personaje mítico de su tiempo al que todos los detectives de la novela negra deben algo.

– Con tantas adaptaciones, el cine también le debe mucho a ese detective.
– Se ha dicho que el cine es una fábrica de mitos, pero más bien es una empresa de recogida de mitos. Toma mitos que ya estaban en la literatura: Sherlock Holmes, Tarzán, Superman… Todos nacieron por escrito.

– El legado español se cifra en su diccionario en dos dones: Don Quijote y Don Juan.
– Sí, aunque podría haber incluido, tal vez, al personaje del pícaro. Pero este no está encarnado en una figura concreta porque el Lazarillo no conforma del todo el prototipo. Y está Carmen, que es un tipo de heroína española aunque su autor no fuese español.

– En su momento, los mitos ayudaban a crear conciencia de pertenencia a la polis.
– Por supuesto. Por eso decía que los mitos tienen algo de ejemplar. Son ejemplos de grandeza. En el mundo griego los héroes buscan la inmortalidad a través de la fama: saben que van a morir, todos mueren de hecho, pero arriesgan la vida por la gloria eterna. Y de alguna manera lo han logrado.

De nuevo, candidato a la RAE

Hace unos días, conocíamos que Gual es uno de los candidatos a ocupar la silla «J» de la Real Academia Española, un honor que comparte con Alfredo Conde y que se decidirá el próximo 30 de noviembre. En mayo de este año ya se «disputó» el asiento «M» con Rosa Montero, pero ninguno de los dos alcanzó la mayoría absoluta. El escritor y filólogo se muestra ilusionado, aunque afirma que la elección no le quita el sueño. «Me hace ilusión por lo que tiene de reconocimiento a una trayectoria, por haber estado escribiendo libros y enseñando griego durante cincuenta años. Además, creo que hay una serie de personas muy dignas con las que puedo pasar buenos ratos y servir de algo a la lengua española. Pero no es que sea un fanático de las academias», señala.

 

22 noviembre 2017 at 6:52 pm 1 comentario

Griego antiguo: por qué un idioma muerto es más útil hoy que estudiar robótica

  • La lengua de los dioses’ se publica en España tras vender 150.000 ejemplares en Italia
  • Universidades como Harvard o Berkeley dedican programas de verano a los textos de Homero

Andrea Marcolongo, autora del ‘best seller’ en Italia ‘La lengua de los dioses’. SERGIO ENRÍQUEZ-NISTAL

Fuente: JOSE MARÍA ROBLES  |  EL MUNDO
4 de noviembre de 2017

«La primera reacción de cualquier alumno de instituto ante un texto griego oscila entre el terror y el miedo, hasta incluso el pánico». Andrea Marcolongo hace tiempo que dejó de traducir La odisea en clase, pero recuerda la sensación paralizante de enfrentarse a aquellos pasajes escritos en un alfabeto extraño. Y también el vértigo de asomarse a la Historia cuando se es menor de edad. «El griego lleva muerto más de 1.000 años y todavía sigue suscitando un miedo pavoroso en quien se acerca a él. Hasta tal punto que he llegado a pensar que el terror es una conditio sine qua non para su estudio», bromea.

Marcolongo (Milán, 1987) se ha convertido en uno de los fenómenos editoriales de la temporada en Italia después de vender 150.000 ejemplares de La lengua de los dioses. Nueve razones para amar el griego (Taurus). En el libro, que es más una colección de apuntes personales que un manual, la autora repasa el origen del idioma de nuestros tatarabuelos, sus singularidades, su evolución, su impacto en la cultura universal y su importancia como vehículo de pensamiento. Todo ello procurando no intimidar y sí hacer pensar. «He querido bajar el griego del pedestal y hacer ver que es accesible para cualquiera, no sólo para una élite», resume la helenista durante su estancia promocional en Madrid.

Quien vea el griego antiguo como una simple moda o una rareza debe saber que el idioma conserva intacto su prestigio intelectual, como corrobora la aparición de neologismos como xenofobia, nostalgia o televisión. Por no hablar de que algunas de las universidades más prestigiosas del mundo anglosajón (Harvard, Berkeley, CUNY) lo incluyen en su plan de estudios, y no como una polvorienta reliquia.

«EN UN MUNDO CADA VEZ MÁS DESHUMANIZADO, LOS CLÁSICOS OFRECEN LA ÚNICA CLAVE DE LO HUMANO»

«Las razones para aprender griego antiguo son tan diversas como las personas que quieren aprenderlo», comenta Michael L. Konieczny, especialista en Lenguas Clásicas y Literatura en Harvard. A su juicio, que el griego sea un idioma valioso para alguien de Connecticut tiene que ver con «la continuidad» (al leer textos en griego antiguo participamos en una tradición de siglos y contribuimos a su transmisión a las generaciones futuras) y con «el conocimiento» (muchas personas se acercan a esos textos para entender cuestiones básicas sobre la condición humana: el amor, la muerte, la política, la guerra, la religión, etc.).

«¿Ha leído a Homero? Yo en griego, en West Point», le dice con suficiencia el coronel Gordon Tall (Nick Nolte) al capitán Staros (Elias Koteas) en la película La delgada línea roja. Antony Makrinos pertenece al departamento de Griego y Latín de la University College de Londres (UCL). También es el coordinador del campus de verano dedicado a Homero. No le extraña en absoluto que estudiantes de habla inglesa encuentren «beneficioso» estudiar lo que se escribió en papiro o mármol en el lejano Peloponeso. «En un mundo cada vez más deshumanizado, los clásicos ofrecen la única clave de lo humano», razona el docente.

Y es que el éxito de La lengua de los dioses está en las ventas y, sobre todo, en el descubrimiento de que un idioma extinto, diferente del griego contemporáneo, vuelve a interesar en estos tiempos donde sólo parece haber sitio para lo práctico. Para lo supuestamente útil, que en realidad es una forma poco elegante de referirse a lo que se puede comprar o vender.

La famosa tribuna de las cariátides del Erecteón, en la Acrópolis, reinterpretada por Ulises Culebro.

«La cultura está para formar, no para producir clientes o consumidores», se rebela contra esa visión mercantilista Marcolongo. «Estudiar griego prepara para la vida de tres formas. Primero, porque es difícil. Yo rechazo la tentación contemporánea de la facilidad. La vida no es fácil, para conseguir cualquier cosa hace falta esforzarse; segundo, porque requiere tiempo, lo que choca con nuestra obsesión por la velocidad, por querer preparar una tarta con un tutorial de dos minutos en YouTube; y tercero, porque nos ayuda a conocernos mejor».

El griego antiguo permite expresar conceptos o ideas que no existen en ningún idioma. Es el caso del número dual (aplicable a los ojos o los amantes), el género neutro (que hace referencia a las cosas sin alma) o el optativo, un modo verbal que se emplea para expresar deseo.

Son algunas de las curiosidades que han encontrado los lectores italianos de La lengua de los dioses, entre los que se cuentan amantes de la antigüedad clásica ya canosos y también imberbes post millennials matriculados en el Liceo Clásico (una de las cuatro ramas de la enseñanza secundaria local). ¿Qué puede llevar con 14 años a elegir el griego antiguo en vez de asignaturas como robótica, estrategia digital o idiomas con los que sí se comunican en la actualidad millones de personas?

Rosa Mariño, vicesecretaria de la Sociedad Española de Estudios Clásicos (SEEC) y profesora de griego en el IES Gregorio Marañón (Madrid), plantea esa misma cuestión a sus alumnos al principio de cada curso. «Como jóvenes humanistas que son ya, tienen intereses muy amplios y no entienden la pregunta», señala la docente a propósito de chavales que aspiran a convertirse en profesionales en áreas como Traducción e Interpretación, Historia, Arqueología, Filología, Periodismo, Derecho e incluso Criminología. Chavales que sienten curiosidad por cómo un término como hipócrita ha adquirido connotaciones negativas cuando en griego antiguo simplemente designaba al actor de teatro. Chavales que, sin embargo, se ven obligados a pelear por hacer valer su decisión en su propio entorno, donde sufren incomprensión.

«Compañeros que estudian matemáticas me dicen que las voy a necesitar en el futuro, pero el griego me hace pensar y me servirá para estudiar Traducción», admite Blanca Velasco. Alumna de Mariño de 17 años, subraya que lo griego sobrevive incluso en aspectos de la cultura popular: «Mucha gente no sabe que la imagen del fantasma con cadenas viene de allí».

«ESTUDIAR GRIEGO ANTIGUO PREPARA PARA LA VIDA PORQUE ES DIFÍCIL, EXIGE TIEMPO Y AYUDA A CONOCERNOS MEJOR»

Lo de las salidas profesionales parece importar poco en la Accademia Vivarium Novum. Situada a las afueras de Roma, es la impulsora de Athenaze, un método inductivo-contextual que propone enseñar griego a los niños de forma natural. Es decir, como si se tratase de una lengua tan viva como el inglés. Sin dar tanto la matraca con las reglas gramaticales y priorizando lo visual, a través de viñetas que cuentan la vida del entrañable campesino Diceópolis.

Athenaze se presentó en 2009. Cinco años después entraba en vigor la LOMCE en España. Hasta entonces, el Bachillerato de Humanidades contemplaba la obligación de cursar dos años de griego. Ahora es una troncal optativa en 1º y 2º. «En muchos centros públicos y privados ha desaparecido, amparándose en la autonomía pedagógica de la que gozan para fijar los planes de estudios (y no impartir esa materia es ahorrar en un profesorado que requiere además una fuerte especialización) o bajo el pretexto de que no hay suficiente demanda para formar grupo, cuando en algunos casos ni siquiera se ofrece en la matrícula y los alumnos tienen que cambiar de centro para seguir su vocación. Años de fuertes recortes en la educación pública han agravado aún más el problema», critica la profesora Mariño.

Marcolongo sostiene que estudiar griego imprime carácter en la forma de hablar, escribir y pensar. Que declinar (colocarle a un sustantivo o adjetivo el sufijo correspondiente a su función sintáctica) es más una cuestión existencial que lingüística. «En cierto modo, ir al Liceo Clásico es como ser el protagonista (sin saberlo) de las tragedias y comedias griegas: en ellas se guarda el sentido primitivo y feroz del hecho de estar en el mundo», afirma.

Seguramente el paseo lunar de Neil Armstrong no hubiera sido posible si en la NASA alguien no hubiera leído -o traducido- el mito de Ícaro.

Matices del griego antiguo que se han perdido

Alejandro Magno logró que la koiné (la lengua común del helenismo) se hablase en el imperio que forjó desde Atenas a la India. Por el camino, sin embargo, el griego antiguo fue empobreciéndose.

  • Número dual: existía al margen del singular y el plural. Se utilizaba con una entidad doble que viene dada por la naturaleza (los ojos, las manos) o de forma circunstancial (los amantes).
  • Género neutro: existía al margen del masculino y el femenino. Se utilizaba para expresar conceptos abstractos (el regalo, los sueños), objetos inanimados (la lanza) y el cuerpo humano.
  • Modo optativo desiderativo: se utilizaba para expresar voluntad o súplica. En castellano se emplea el condicional.
  • Tema de aoristo: correspondía a una acción puntual e irrepetible, ajena a cualquier tiempo. Por ejemplo, amo, huelo y soy feliz.

 

 

4 noviembre 2017 at 10:29 am 1 comentario

Andrea Marcolongo: “Los políticos tienen miedo de que aprendamos a pensar”

El libro de Andrea Marcolongo ‘La lengua de los dioses’, una reivindicación del griego clásico, es un fenómeno de ventas. Aquí reflexiona sobre la educación y el idioma

Fuente: ANTÍA GARCÍA  |  EL PAÍS
10 de octubre de 2017

SAMUEL SÁNCHEZ

Declinar, una y otra vez, hasta el aburrimiento, de carrerilla, como quien reza un rosario, sin apenas pensar en el porqué de lo que se está haciendo. Esa ha sido la pesadilla de cientos de estudiantes de griego a lo largo de los tiempos, y Andrea Marcolongo no fue una excepción. La autora del superventas —con más de 150.000 ejemplares vendidos en Italia— La lengua de los dioses. Nueve razones para amar el griego (Taurus) recuerda su primer contacto con la lengua de Platón como el de cualquier otro estudiante. “Empecé en el liceo con el alfabeto y luego las reglas gramaticales, como el resto de mis compañeros. No soy un pequeño genio que leyera textos de Aristóteles con ocho años”, bromea. Y fue justo allí, en el liceo, donde descubrió su amor por esta lengua. “Me enamoré del griego cuando me di cuenta de una cosa muy obvia. No podía pensar en italiano y traducir al griego. Tenía que pensar en griego”, y así fue como una lengua que ni siquiera sabemos cómo sonaba se convirtió en la brújula de esta milanesa de 29 años.

Marcolongo recibe a Ideas en la sede de Taurus en Madrid, donde presentó su libro la semana pasada. Su obra no pretende ser un manual de griego clásico al uso, sino que va un paso más allá, para que aquel que lo lea comprenda el griego, y puede que sea por eso por lo que ha conseguido enamorar a miles de millennials en Italia.

PREGUNTA. ¿Por qué cree que el griego ha producido siempre tanto rechazo, sobre todo entre los jóvenes?

RESPUESTA. Bueno, podría ser porque es una lengua que se nos presenta muy ajena, y demasiado diferente a nuestra lengua materna. Otro de los errores que se cometen al enseñar griego antiguo es que se transmite como algo perfecto y complicado que es solo para las élites, y no es así. Con este libro, lo único que pretendía era bajarlo de su pedestal y hacer entender que el griego es para todo el mundo. Otro de los puntos que suelen desanimar mucho a los estudiantes es pensar que es una lengua muerta, que hace siglos que nadie habla. Y es cierto, pero a mí me gusta más hacer la distinción entre lenguas fértiles e infértiles, y el griego es una lengua muy fértil que sirve para crear palabras nuevas. A pesar de que pensemos que hoy no tiene utilidad, es un idioma que está en nuestro día a día. Por ejemplo, cada vez que utilizamos la palabra xenofobia. Xenos es extranjero y fobia es miedo; por tanto, xenofobia es el miedo al extranjero, un término griego que se acuñó en el siglo XX. De hecho, los griegos nunca habrían empleado así esta palabra, ya que xenia, de donde deriva xenos, significa hospitalidad, uno de los valores fundamentales en la antigua Grecia.

“En el sistema educativo prima el principio de que todo tiene que ser fácil. Y no tiene que ser así. Estamos formando a futuros ciudadanos”

P. La última reforma educativa en España, la LOMCE, ha relegado las asignaturas de filosofía y griego al panel de optativas, cortando así la relación de los alumnos con el mundo clásico.

R. En Italia tenemos la misma discusión en el plano educativo. Creo que cuando los políticos toman esta clase de decisiones es porque tienen miedo a que aprendamos a pensar. Las generaciones actuales son hijos de la crisis, sus padres han perdido su trabajo, y se les ha dicho que tienen que estudiar informática porque es en ese campo en el que van a encontrar trabajo. Es como si estuviéramos persiguiendo un futuro que nunca llega. Dejamos el griego a un lado porque, además de considerarlo inútil, pensamos que es algo muy difícil, y en el sistema educativo actual reina el principio de que todo tiene que ser fácil. Pues no, no tiene que ser así. Estamos formando a futuros ciudadanos y debemos enseñarles que no todo en la vida es fácil. Además, tenemos que saber que todas las lenguas, incluso el griego, son política, nos enseñan a pensar, a ponernos en la mente del otro.

P. ¿Qué nos han enseñado los clásicos?

R. Nos dejaron escrito todo lo que hay que saber sobre los seres humanos. Las tragedias griegas nos cuenta cosas de hoy día, porque nos explican que las personas no son pura y enteramente buenas, sino que dentro de nosotros también hay muchas cosas malas y tenemos que aprender a experimentar y gestionar nuestras emociones. Actualmente no sabemos gestionar lo que sentimos; si somos felices, somos sumamente felices, y si estamos tristes, somos las personas más desgraciadas, ya no existen términos medios.

P. En su libro explica que con la expansión del imperio de Alejandro Magno, el griego clásico perdió su esencia en pos de mejorar la comunicación con los “bárbaros”. ¿Estamos perdiendo también nosotros la esencia de nuestras lenguas al implantar tantos anglicismos?

“Cada vez somos más vagos respecto al lenguaje. Ahora en lugar de palabras nos mandamos emoticonos, pictogramas primitivos”

R. Wittgenstein decía que los límites del ser humano son los límites de la lengua que habla. En Italia también estamos invadidos por los anglicismos, utilizamos una palabra inglesa cuando podríamos expresarnos con una en italiano, porque existe, pero no lo hacemos. Yo siempre digo: por favor, cuidemos nuestras palabras, ya que cuidándolas protegemos nuestro mundo italiano.

P. Las nuevas tecnologías y la necesidad de estar siempre en constante comunicación también están degradando el lenguaje tal y como lo conocemos. ¿Cambiarán nuestras lenguas debido a la excesiva economización de comunicación?

R. El móvil, Internet, la tecnología en general son perfectos, son unas herramientas perfectas. Está claro que el móvil es un gran avance respecto a la paloma mensajera, pero hay algo que no ha cambiado: alguien tiene que escribir el mensaje. El problema es que estamos confundiendo el contenedor con el contenido en virtud de esa rapidez, de esa necesidad de responder lo antes posible a todo lo que nos envían. No digo que tardemos años en contestar, pero tampoco hay que hacerlo al segundo y utilizando un lenguaje hiperreducido. Creo que lo que realmente pasa es que nos hemos vuelto demasiado vagos respecto al lenguaje. Lo último ya son los emoticonos, que para mí son más difíciles de entender que el griego. En 2015 Oxford eligió uno de estos emoticonos, uno que se ríe con unas lágrimas (😂), como palabra del año. Cuando lo vi pensé: pero si no es ni una palabra, es un pictograma primitivo. No me parece justo que después de todo utilicemos solo estas caritas que ríen o lloran para comunicarnos; debemos ser más complejos.

OTROS ARTÍCULOS SOBRE LOS ‘CLÁSICOS’ PUBLICADOS EN IDEAS

“Los clásicos nos enseñaron a hacernos preguntas”. Paul Veyne, traductor de Virgilio y autor de numerosos ensayos, reflexiona a los 86 años sobre su vida dedicada a los clásicos y la vigencia de sus textos.

Ulises, el héroe embustero. En el mundo heroico de duelos singulares y brutales choques, descrito por Homero en sus épicos poemas, también hay espacio para movimientos más oblicuos como la mentira y el engaño.

En aguas de Nadie. Con Odisea se desplegó ante los griegos un modelo de actuación en ese nuevo universo que era el Mediterráneo.

 

10 octubre 2017 at 1:50 pm 1 comentario

Mary Beard: Razones para plantar cara a los acosadores en la Red

La historiadora británica Mary Beard ofrece sus claves para luchar contra la agresividad, los insultos y la crispación en las redes sociales

Fly swatter. JENS MORTENSEN

Fuente: MARY BEARD  |  EL PAÍS
30 de septiembre de 2017

El volumen de comentarios insultantes y abusivos en las redes sociales resulta insoportable. Me encuentro todo el tiempo, un día tras otro, con tuits que me llaman farsante, nenaza (sic), engañifa, mierda, mentirosa, gorda, chiflada, que no sé latín… Es agotador. A eso se añaden las provocaciones y los cuestionamientos constantes, donde se tergiversan mis palabras y se aprovecha cualquier oportunidad para decir que he cambiado de criterio, me he acobardado o lo que sea. Hay que hacer grandes esfuerzos para mostrarse educada y tranquila ante ese diluvio.

Explicaré los antecedentes. En las últimas semanas me he visto envuelta en una especie de tormenta en Twitter, sin que los responsables de la red social hayan podido hacer mucho para detenerla. El detonante fue esta vez una discusión sobre la diversidad étnica de Reino Unido en la época romana (parece algo inocuo, ¿verdad?, pues sigan leyendo). Todo comenzó en julio, cuando un comentarista criticó un vídeo educativo de la BBC sobre una familia en la Bretaña romana, en la que el padre, un soldado de alto rango, era negro (eran dibujos animados, así que no se puede precisar mucho más). El comentarista se quejó en Twitter y en una página web cercana a la llamada derecha alternativa. “La izquierda”, escribió, “está literalmente tratando de reescribir la historia para fingir que en Gran Bretaña siempre hubo una inmigración masiva”.

Algunas personas se me adelantaron en el rechazo a la crítica y describieron muchas de las pruebas existentes sobre la diversidad étnica y cultural de la provincia. Yo me sumé bastante más tarde y dije que el vídeo era “muy atinado”. Por ejemplo, creo que el personaje de la BBC estaba vagamente basado (con ciertas variaciones cronológicas) en Quintus Lollius Urbicus, un hombre procedente de la actual Argelia, que llegó a ser gobernador de Bretaña; se puede visitar su tumba en las ruinas de Tiddis, en el país magrebí. Si quieren tener más datos, vean los blogs de los profesores Neville Morley y Matthew Nicholls. Por cierto, les agradezco a ambos, como a muchos otros, todo el apoyo que me han prestado.

Después de mi breve comentario comenzaron los ataques, que se prolongaron durante semanas. Sin llegar a ser amenazas de muerte (como le ha ocurrido a mi colega estadounidense Sarah Bond, que tuvo la osadía de decir que las estatuas clásicas, en su origen, no eran blancas), forman un torrente de insultos de lo más agresivo contra todos los aspectos de mi persona, desde mi competencia como historiadora y mis puntos de vista elitistas, propios de quien vive en una torre de marfil, hasta comentarios sobre mi edad, mi silueta, mi sexo (vieja chiflada, obesa, etcétera). Han quedado bastante compensados por las muestras de apoyo (doy de nuevo las gracias a todos), y, uno por uno, no pasan de ser irritantes, pero el efecto acumulado es muy desagradable.

 

La cosa empeoró cuando intervino Nassim Nicholas Taleb [ensayista que reside en EE UU], y no para darme la razón. Su participación desató todavía más insultos. Una persona, por ejemplo, colgó una foto de Taleb con un mensaje dirigido a mí: “¿Qué le parece esto?”. Cuando respondí que me sentía ligeramente acosada, otro replicó: “No, esto es un verdadero debate. Si hubiera más, quizá sería mejor historiadora”. Ese mismo tipo publicó después una caricatura de una rana que tapaba la boca de una mujer con la “mano”, lo cual, por cierto, da idea del tono sexista: mientras que Taleb era el profesor Taleb, yo era la señora Beard (los títulos académicos me importan bastante poco, pero es interesante la diferencia en el tratamiento).

Taleb fue un poco menos insultante, pero solo un poco. Me acusó de decir tonterías e intentó convertir la discusión en una especie de pelea de gallos: “¡Me han citado en medios académicos más veces a mí en un año que a ti en toda tu vida!”, llegó a escribir en un momento dado. Creo que yo mantuve el tono educado todo el tiempo, aunque supongo que son otros los que tendrán que decirlo. El profesor Taleb se enfadó cuando dije que había leído su bestseller sobre los riesgos financieros y políticos, pero nada más. En realidad, lo que yo quería decir era que conocía alguna obra suya, aunque no todas.

Me intercambié con Twitter mensajes amistosos y comprensivos, pero no puedo decir que sirviera de mucho para parar los ataques

Seamos justos con Twitter. Me intercambié con ellos mensajes amistosos, comprensivos y serviciales, y les di las gracias por ello, aunque no puedo decir que sirviera de mucho. El problema era que, a juicio de Twit­ter, muy pocos tuits eran verdaderamente denunciables. Algunos lo eran, y no fui la única en señalarlos, con un éxito moderado (hay que aceptar, aunque no esté de acuerdo, que la opinión de Twitter sobre lo que infringe sus normas puede ser distinta de la opinión de distintos usuarios).

¿Qué hacer, pues? ¿Por qué no bloqueé los comentarios, como me sugirieron muchos? Entiendo su punto de vista, pero nunca he tenido claro que haya que bloquear a otros en Twitter. Un motivo para no hacerlo es que hay que mirar. En alguna otra ocasión he recibido amenazas de muerte en la Red, y sé que conviene vigilar los ataques verbales para asegurarse de que se quedan en eso y no derivan en encontrarte en tu puerta una mañana una granada de mano. Bloquearlos no hace que dejen de comentar, solo sirve para no verlos más, y me parece que es como si dejáramos el patio del colegio en manos de los matones. Además, aunque seguramente nadie va a hacer cambiar de opinión a los más convencidos, quizá se consiga con algún agazapado. Y de paso demostrar a todo el mundo que es posible defender las posiciones. Batirse en retirada es el consejo que han recibido las mujeres durante siglos. No respondas, mira hacia otro lado. Aguántate y calla.

Imagen del vídeo de la BBC que ha generado la polémica.

Que es también (me duele decirlo) el consejo que me daban algunos de mis más cariñosos defensores. Cuando, unos días después, volvió a estallar todo, gracias a un tuit del profesor Taleb, afirmé que, en mi opinión, aquella discusión concreta ya estaba agotada y que debíamos pasar a otra cosa. Poco después recibí varias respuestas conciliadoras, del tipo: “Oh, Mary, déjalo estar, cariño, olvídate, bloquéale…”. Pensé que lo que yo había hecho era precisamente dejarlo estar. Acababan de atacarme otra vez y ya me estaban recomendando que no dijera nada.

En definitiva, cuando una mujer abre la boca para protestar, los que están en contra dicen que es una “quejica” y los que están de su parte, al menos algunos de ellos, dicen que es mejor que se calle. No está mal.

Bloquearlos no hace que dejen de comentar, solo sirve para no verlos. Parece como si dejáramos el patio del colegio en manos de los matones

De esta historia tan lamentable pueden extraerse varias reflexiones:

1. Opinar sin saber

Hay un problema de fondo. Siempre he pensado que la Historia no es algo de lo que solo pueden hablar los historiadores profesionales, y no me gusta mucho la gente que dice que “he leído más que tú sobre este tema, así que tengo razón”. Sin embargo, en esta discusión, tuve que preguntar varias veces: “¿Ha leído usted algún libro sobre la historia de la Bretaña romana?”. Unos cuantos tuvieron la decencia de contestar que no. Y era evidente que había varios casos de ignorancia. Al hablar del África subsahariana, más de uno colgó un mapa del Imperio Romano para decir que yo tenía que ser idiota si pensaba que podía haber gente procedente de allí en la Gran Bretaña de la época, porque el imperio no había llegado tan lejos. Me habrían hecho falta muchos caracteres, más de 140, para explicar por qué las fronteras convencionales que se veían en el mapa eran engañosas, y por qué el mundo de entonces era mucho más “romano” de lo que indicaban esas fronteras.

 

Otros querían que les diese una cifra exacta de la “proporción” de minorías étnicas en la Bretaña romana, sin darse cuenta, al parecer, de que no tenemos ni idea de cuánta gente en general vivía entonces en el país, ni de que no se puede hablar de composiciones típicas, dadas las enormes discrepancias que existían entre zonas urbanas y rurales y zonas militarizadas y no militarizadas. El vídeo de la BBC no decía que la familia que aparecía fuera “típica” (aunque el anuncio en su página web sí lo sugería, lo cual tal vez condujo a engaño).

2. No todo son certezas

En general, entre la mayoría de tuiteros y comentaristas, se notaba un ansia de certezas absolutas sobre la diversidad del pasado (y, cuando alguien sugería que esas certezas eran imposibles, los comentarios se convertían en “o sea, ustedes los historiadores no saben nada”). De lo que no cabe ninguna duda es de que el Imperio Romano —incluida Bretaña— tenía gran diversidad étnica y cultural, como muestran los sirios en Bath, o Quintus Lollius Urbicus, o el etíope que, según un escritor romano tardío, conoció a Septimius Severus en la Muralla de Adriano, o la maravillosa pareja de South Shields, Barates y Queenie (Regina), él de Palmira y ella de Essex. Eso es indudable.

Lo malo es que presentar casos concretos con lazos étnicos específicos es mucho más difícil, y exige utilizar una gran variedad de técnicas históricas y científicas. Ni siquiera en el caso de Septimius Severus, el primer emperador romano procedente de África (Libia), sabemos con certeza el color de su piel, cuánto tenía de “nativo” y cuánto de descendiente de un colono italiano.

3. Interpretar con cuidado

Se dijeron muchas tonterías, me temo, sobre datos genéticos, que, para mucha gente (incluido Taleb), parecen ser el instrumento mágico capaz de demostrar, por ejemplo, que no hubo presencia de subsaharianos en la Bretaña romana. No es verdad, no demuestran nada de eso; además, para utilizar esos datos genéticos, es necesario interpretarlos con sumo cuidado. El blog de Neville Morley es muy bueno en este sentido. El principal estudio en el que se basan casi todas estas afirmaciones es el que hizo el Wellcome Centre de Oxford sobre la población británica moderna, que demuestra que, en la población “nativa” tradicional de Reino Unido (antes de las últimas oleadas de inmigración), el componente de ADN subsahariano es muy escaso (no inexistente, pero sí muy escaso). De modo que Taleb se dedicó a burlarse de mí: “¿Dónde han ido a parar esos genes? Una posible explicación es que unos extraterrestres se los llevaron todos. Al fin y al cabo, no soy ningún experto en historia de los extraterrestres”. Muy bien. Pero resulta que en el estudio de Oxford también aparecen muy pocos genes normandos, y es indudable que ellos sí que vinieron en grandes cantidades. Puede que haya anomalías científicas, pero, como dice Morley, la pregunta más importante es por qué ha quedado tan poca herencia genética cuando existen pruebas claras de que hubo diversidad (tal vez los romanos y los normandos se mezclaron poco; tal vez, cuando los romanos dejaron Gran Bretaña, los “matrimonios mixtos” se fueron con ellos). No nos hace falta ningún extraterrestre.

4. Recurrir al insulto

 

Me parece muy triste que no podamos mantener una discusión razonable sobre un tema como la composición étnica y cultural de la Bretaña romana sin necesidad de recurrir al insulto, al ataque, a la misoginia y al lenguaje belicoso. Da pocas esperanzas a la posibilibidad de mantener cualquier conversación sobre la diversidad étnica actual.

He repasado los perfiles de Twit­ter de varios de los que se me han echado encima. Algunos tienen el típico aspecto del solitario descontento. Quiero dejar muy claro que ni la derecha ni la izquierda tienen el monopolio de la mala educación en la Red. No digo nada de eso. Pero me he encontrado con una faceta especialmente desagradable de la derecha, muchas veces reconocible por sus nombres en Twitter. Cosas como (me las estoy inventando) “puño de hierro”, “cabeza rapada” o, a veces, algo en latín macarrónico. Y también con un número de tuits completamente desproporcionado respecto de los seguidores que tienen.

Casi todos estos hombres (son mayoría, pero no hay solo hombres) resultan patéticos más que malos. Y no estoy segura de querer desperdiciar el tiempo de los tribunales con ellos. Pero no sé cómo es posible convencerlos para que dejen de amargar la vida de otras personas (yo tengo suerte, porque soy fuerte y tengo apoyos muy valiosos, pero otros sufren mucho más). Prefiero, sin duda, discutir sobre las discrepancias académicas de manera educada, no saltar a la primera de cambio, ni entrar en peleas con frases como “no digas idioteces”. Pero tampoco quiero vivir en un mundo en el que nadie se enfade nunca, en el que no haya jamás insultos. Ahora bien, no quiero que nadie sea grosero, nunca.

¿Cómo lograr que esta gente deje de practicar acosos colectivos como este? Se aceptan sugerencias.

——————————————–

Mary Beard es catédratica de estudios clásicos en la Universidad de Cambridge y autora de ‘SPQR: Una historia de la antigua Roma’ (Crítica). Recibió en 2016 el premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

Este texto se publicó en una versión anterior en el ‘Times Literary Supplement’.

 

30 septiembre 2017 at 10:08 am 1 comentario

Mary Beard: «Roma y nosotros. Cómo entender la herencia romana en nuestro tiempo»

«Roma y nosotros. Cómo entender la herencia romana en nuestro tiempo», conferencia de la Dra. Mary Beard (University of Cambridge), presentada por la Prof. Carmen Fernández Ochoa (Universidad Autónoma de Madrid) y Dr. Javier Salido Domínguez (Universidad Complutense de Madrid), primera del ciclo «Diálogos con el mundo clásico».

Fuente: Canal del Museo Arqueológico Nacional de España en Youtube

 

12 septiembre 2017 at 1:46 pm Deja un comentario

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