Archive for 9 enero 2008
Delendum est Saguntum!
Desde que se conoció la semana pasada la Sentencia deTribunal Supremo sobre las obras del Teatro romano de Sagunto ando comiéndome los puños para no escribir sobre el tema, sabiendo que es un tema controvertido y del que es políticamente correcto no hablar, pero, qué se le va a hacer, no puedo, es más fuerte el impulso. Leyendo aquí y allá sobre el tema, si bien no ha tenido excesiva repercusión en la blogosfera (esto sí me extraña), noto por contra cierta frialdad en las valoraciones que sobre el fallo y las repercusiones del mismo se hacen en la red. Yo, reconozco de entrada que estoy cabreado. Y no porque se quite o deje de quitar o se ponga o se deje de poner. Cabreado de ver tanto politicastro (de derechas o de izquierdas, que aquí no hay diferencias) que abraza la bandera de la cultura, pero que en el fondo solo la utilizan para sus intereses y fines partidistas y que probablemente les daría igual si mañana cae un rayo y hace añicos el teatro. Alguno de ellos, al grito catoniano de ¡Hay que derribar el teatro! (o revertir, no se me enfade nadie) han hecho de este objetivo un leitmotiv de su política.
Un día de julio de 1986 fui a visitar el teatro de Sagunto con la emoción de un recién licenciado que sabe que pisa los lugares que antes pisaron Aníbal, Asdrúbal y por supuesto los valerosos saguntinos que prefirieron inmolarse antes que rendirse al cartaginés invasor. La impresión que me llevé aún me dura: por doquier latas, papeles, vidrios, colchones y todo tipo de trastos, hierbajos de toda clase y tamaño. Este es el recuerdo que yo tengo del teatro de Sagunto antes de su remodelación. Hoy por suerte el teatro tiene vida de nuevo; una semana al año los abnegados compañeros del Cefire de Sagunto y el grupo Prósopon organizan unas jornadas que permiten que miles de jóvenes venidos de toda España oigan hablar por primera vez de Sófocles, de Aristófanes o de Plauto y se emocionen con la representación de sus obras.
Mucha gente,amigos y alumnos, me preguntan cómo siendo un clásico tengo esta forma de pensar, por qué prefiero el teatro tal como está a su estado anterior pues entienden que debería ser al revés. En este sentido creo que lo que verdaderamente da vigor a lo clásico es que aún hoy tiene vida, mucha vida. Las piedras son piedras, aunque tengan 2.000 años, y las piedras son siempre frías y silenciosas. En cambio, cuando alguien asiste en el teatro a una representación, esa piedra cobra vida y sentido porque ya no es una piedra sino un instrumento de emociones, que es para lo que inicialmente fue labrada. En épocas pasadas era habitual reutilizar materiales de construcciones antiguas en otras nuevas más recientes (El Coliseo de Roma o la muralla romana de Tarragona son ejemplos de ello). ¿Por qué? Porque nuestros antepasados sólo veían en ellas piedras, frías y silenciosas piedras. Podemos hacer como ellos y seguir teniendo piedras probablemente durante muchos años o poner el oído y escuchar lo que tienen que decirnos. ¡Y tiene tantas cosas que decirnos!