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El misterio del indoeuropeo

Los historiadores buscan una respuesta al origen del tronco común de la mitad de las lenguas del planeta

Tabla escrita en sánscrito, una de las lenguas indoeuropeas más antiguas. WELLCOME LIBRARY / LONDON IMAGES

Fuente: JEAN-PAUL DEMOULE  |  EL PAÍS
22 de abril de 2018

1. ¿Quiénes son los indoeuropeos?
Las lenguas que se hablan en una gran parte de Europa pertenecen a la familia lingüística llamada “indoeuropea”, que se extiende también por el norte de India, Pakistán y Asia Central. Cuando los europeos colonizaron el mundo, las lenguas indoeuropeas (fundamentalmente el español, el portugués, el francés y el inglés) se extendieron a América, gran parte de África (al menos como lenguas vehiculares) y Oceanía. Todas estas lenguas indoeuropeas tienen entre sí más similitudes que las que se dan en otras familias lingüísticas, como la semítica, la ugrofinesa y la sino-tibetana. Comparten una serie de palabras y estructuras gramaticales, como las declinaciones y las conjugaciones.

2. ¿De dónde procedían?
¿Cómo explicar este fenómeno histórico? Viene a la cabeza, por supuesto, el caso de las lenguas romances. El Imperio Romano, con su dominación política, cultural y lingüística de toda la cuenca mediterránea, engendró en algunas regiones (no en todas) las lenguas romances actuales: castellano, portugués, catalán, occitano, francés, rumano, italiano, el romanche suizo, etcétera. ¿Sería posible encontrar, a través de la historia y la arqueología, un fenómeno comparable, es decir, una conquista a partir de una región concreta de Eurasia? Las tres lenguas indoeuropeas más antiguas que se conocen son el griego micénico, el hitita —en lo que hoy es Turquía— y el sánscrito del norte de India. Estas tres lenguas se hablaban ya, y quizá se escribían, a mediados del segundo milenio antes de nuestra era, y eran muy diferentes unas de otras. Por consiguiente, en teoría, la hipotética separación del pueblo indoeuropeo original debió de ser muy anterior.

Para determinar la presunta cuna original se ha utilizado sobre todo un método, el de la “paleontología lingüística”. Consiste en buscar, a partir de las palabras que tienen en común la mayoría de las lenguas indoeuropeas, las que podrían designar un paisaje concreto, unas costumbres, unos rasgos culturales o unas técnicas. Este método nunca ha sido muy eficaz porque las palabras cambian de significado y se toman prestadas, y el vocabulario se renueva constantemente. De hecho, los investigadores que lo han utilizado han sugerido que el “hogar original” de la lengua pudo estar prácticamente en todas las regiones de Eurasia, desde India hasta el Báltico y desde Turquía hasta el Polo Norte. Y siempre se corre el peligro de que el razonamiento se convierta en un círculo vicioso.

3. Tres teorías principales

Aunque es indiscutible el parentesco de las lenguas indoeuropeas, puede que la búsqueda de un fenómeno histórico único sea una quimera

A partir de mediados del siglo XIX, se empezó a utilizar más la arqueología. En la actualidad, la literatura científica destaca sobre todo tres orígenes posibles. El primero es Escandinavia y el norte de Alemania; en alemán, “indoeuropeo” se dice “indoalemán”. Esta teoría, sostenida en el siglo XX por el arqueólogo nacionalista alemán Gustaf Kossinna, inspiró el nazismo y la idea de una “raza” original pura, formada por arios altos, rubios y de ojos azules, que —según esta hipótesis— partió a la conquista de Europa y Asia, pero después se “bastardeó” por el contacto con los indígenas, por lo que era necesario restablecer su pureza por todos los medios. Sabemos cuáles fueron las terribles consecuencias de esta teoría. No por ello hay que descalificar los estudios indoeuropeos, pero debemos ser conscientes de que este es uno de sus posibles resultados. La teoría no desapareció con el nazismo, puesto que siguen defendiéndola los movimientos actuales de extrema derecha, tanto en Europa como en EE UU.

La segunda hipótesis, que estuvo muy de moda durante un tiempo, es la del asentamiento en Europa de las poblaciones procedentes de Oriente Próximo, que llevaron consigo la agricultura y la ganadería. Esta antigua teoría ha tenido un renacimiento gracias al arqueólogo inglés Colin Renfrew. Según ella, a partir del año 6500 antes de Cristo se produjo una migración pacífica y lenta, documentada por la arqueología y la genética, que ocupó desde los Balcanes hasta el Atlántico. Pero esta hipótesis tiene varias lagunas, como la existencia de lenguas no indoeuropeas en Europa, el carácter guerrero de las mitologías indoeuropeas y las semejanzas entre lenguas que no responden al eje sureste-noroeste de esta colonización.

4. Arqueología y genética
La tercera hipótesis es la de una migración masiva desde las estepas de Ucrania y Rusia a partir del cuarto milenio a.C. También es una hipótesis antigua, reactualizada en los años setenta por la arqueóloga estadounidense Marija Gimbutas y posteriormente por arqueólogos como James Mallory, Kristian Kristiansen y David Anthony. Esta teoría concibe más bien una migración guerrera, de pueblos que tenían ya carros y caballos para uso doméstico. En este caso, el problema es que resulta difícil seguir estos movimientos a través de la arqueología. No obstante, desde 2015, los análisis genéticos han reforzado esta posibilidad. Parece que a partir de 3000 a. C. se difundió un patrimonio genético, procedente de las estepas, por el norte de Europa y el sur de Asia. Aun así, existen muchos interrogantes. Los genes de las poblaciones esteparias son de piel y cabellos oscuros, mientras que los del norte de Europa son de piel y cabellos claros. Y la cerámica del norte de Europa es diferente de la de las estepas.

Tabla escrita en sánscrito, una de las lenguas indoeuropeas más antiguas. WELLCOME LIBRARY / LONDON IMAGES

Estos análisis, que son muy costosos (alrededor de 60.000 euros para obtener el genoma de un individuo), se han hecho solo a unos cuantos cientos de personas dispersas por Europa y parte de Asia. A medida que se publican más resultados, el cuadro se vuelve más complejo. Y el modelo que sirve de base es muy criticable. Da por supuesto que “genes” y “cultura” son lo mismo, igual que la arqueología del siglo XIX identificaba “razas “ y “culturas” a base de medir cráneos. Un ejemplo reciente demuestra lo contrario. La cultura neolítica llamada en español “del vaso campaniforme” se extendía en el tercer milenio a. C., desde la península Ibérica hasta Dinamarca y desde las islas Británicas hasta Hungría, con unas cerámicas muy similares en todo ese inmenso territorio. La mayoría de los arqueólogos admiten su origen ibérico. Y sin embargo sus herederos son muy distintos según las regiones.

En conclusión, aunque es indiscutible el parentesco entre las lenguas indoeuropeas, es muy probable que la búsqueda de un fenómeno histórico único que pudiera ser su origen en forma de conquista militar es una quimera. Debemos pensar más bien que en esas sociedades protohistóricas, que vivían dispersas en pequeñas comunidades de unos cuantos centenares de habitantes, se dieron mezclas constantes, cruces y mestizajes escalonados durante varios milenios, aunque hubiera además brutales invasiones. Por otro lado, la mayoría de las sociedades humanas tradicionales eran multilingües. Por eso, para seguir avanzando, es indispensable una estrecha colaboración entre lingüistas, arqueólogos y biólogos.


Jean-Paul Demoule es profesor en la Universidad París I-Sorbona y autor de Les dix millénaires oubliés qui ont fait l’Histoire (Fayard) y Mais où sont passés les Indo-Européens? (Seuil)

 

22 abril 2018 at 12:42 pm 1 comentario

Una inscripción jeroglífica de los luvitas describe el final de la Edad del Bronce

La inscripción, del siglo XII a.C., fue encargada por Kupanta-Kurunta, conocido como el Gran Rey de Mira, un reino de Anatolia occidental a finales de la Edad del Bronce

Inscripción jeroglífica. La inscripción jeroglífica de los luvitas que fue copiada en 1878 por el arqueólogo francés Georges Perrot en Beyköy, en la actual Turquía. La inscripción fue realizada alrededor del 1190-1180 a.C. por encargo de Kupanta-Kurunta, conocido como el Gran Rey de Mira. Estas piedras hoy forman parte de los fundamentos de la mezquita de Beyköy. En los años ochenta, Bahadır Alkım determinó el orden correcto de las piedras, que es el que aparece en la imagen. Foto: Luwian Studies

Fuente: ALEC FORSSMANN  |  NATIONAL GEOGRAPHIC
10 de octubre de 2017

Una inscripción jeroglífica de los luvitas, cuya cultura floreció en Asia Menor occidental durante la Edad del Bronce, y que fueron tan importantes como los hititias, finalmente ha sido descifrada por un equipo de investigación suizo y neerlandés, según anunció el sábado la fundación Luwian Studies, con sede en Zúrich. Esta escritura jeroglífica luvita, de 29 metros de longitud, es la inscripción jeroglífica conocida más larga de la Edad del Bronce, que describe los acontecimientos que ocurrieron a finales de la Edad del Bronce en el Mediterráneo oriental.

El relieve de piedra caliza, de 35 centímetros de alto, fue hallado en 1878 en Beyköy, unos 34 kilómetros al norte de Afyonkarahisar, en la actual Turquía. Unos campesinos locales sacaron las piedras del suelo y, por fortuna, el arqueólogo francés Georges Perrot pudo copiar cuidadosamente la inscripción antes de que los aldeanos usaran las piedras para construir una mezquita.

La inscripción jeroglífica finalmente ha sido traducida, tras varios intentos fallidos, por el geoarqueólogo suizo Eberhard Zangger, el presidente de la fundación Luwian Studies, y por el lingüista neerlandés Fred Woudhuizen, un experto en el idioma luvita y en su escritura. La publicación académica de la inscripción aparecerá en diciembre de 2017 en TALANTA–Proceedings of the Dutch Archaeological and Historical Society.

Los luvitas contribuyeron decisivamente en las invasiones de los Pueblos del Mar

Eberhard Zangger. El profesor John (Chris) Kraft de la Universidad de Delaware y, a la derecha, el geoarqueólogo suizo Eberhard Zangger, presidente de la fundación Luwian Studies. Foto: Rainer Spitzenberger / Luwian Studies

La inscripción fue encargada por Kupanta-Kurunta, conocido como el Gran Rey de Mira, un reino de Anatolia occidental a finales de la Edad del Bronce. Cuando Kupanta-Kurunta reforzó su reino, justo antes del 1190 a.C., ordenó a sus ejércitos que avanzaran hacia el este para enfrentarse a los estados vasallos de los hititas. Tras unas exitosas conquistas por tierra, las fuerzas unidas de Asia Menor occidental también formaron una flota e invadieron varias ciudades costeras (cuyos nombres aparecen en la inscripción) en el sur y en el sureste de Asia Menor, pero también en Siria y en Palestina. Cuatro grandes príncipes comandaron las fuerzas navales, entre ellos Muskus de la Tróade, la región de la antigua Troya. Los luvitas de Asia Menor occidental avanzaron hasta las fronteras de Egipto e incluso construyeron una fortaleza en Ascalón, en el sur de Palestina. Los luvitas contribuyeron decisivamente en las invasiones de los Pueblos del Mar y, por tanto, en el fin de la Edad del Bronce en el Mediterráneo oriental.

Fred Woudhuizen. El lingüista neerlandés Fred Woudhuizen, un experto en el idioma luvita y en su escritura, ha sido uno de los artífices de la traducción de la escritura jeroglífica de la Edad de Bronce. Foto: Luwian Studies

 

10 octubre 2017 at 1:46 pm Deja un comentario

Carlos García Gual: Los clásicos nos hacen críticos

Las grandes obras nos ayudan a entender aspectos esenciales de la condición humana: su mensaje se reinterpreta con los años, abre nuevos horizontes y moldea a personas más críticas e imaginativas

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ELIOT ERWITT (MAGNUM / CONTACTO)

Fuente: CARLOS GARCÍA GUAL  |  EL PAÍS
21 de octubre de 2016

Como señala Alfonso Berardinelli, los libros que calificamos de “clásicos” no fueron escritos para ser estudiados y venerados, sino ante todo para ser leídos (Leer es un riesgo, traducción de S. Cobo; Círculo de Tiza; Madrid, 2016). El renovado y largo fervor de sus lectores ha dado prestigio a algunos libros que se mantienen vivos a lo largo de siglos. Acaso por eso hay quien cree que esos escritos de otros tiempos no son de fácil acceso, son inactuales y se han acartonado por la distancia y están mantenidos por una retórica académica. Contra tan vulgar prejuicio me parece excelente el consejo de Berardinelli: “Quien lea un clásico debería ser tan ingenuo y presuntuoso como para pensar que ese libro fue escrito precisamente para él, para que se decidiese a leerlo”. Sin más, cada clásico invita a un diálogo directo, porque sus palabras no se han embotado con el tiempo, y pueden resultar tan atractivos hoy como cuando se escribieron, para quien se arriesga a viajar sobre el tiempo con su lectura.

Leer un clásico no presenta mayor riesgo que la lectura de algo actual de cierto nivel literario. Es decir, exige una vivaz atención, y tal vez cierta lentitud, para llegar a captar con precisión lo que nos dice por encima de los ecos de su trasfondo de época. Más allá de las convenciones de estilo, lo que caracteriza a un libro clásico es el hecho de que pervive porque fue interesante y emotivo y capaz de sugerir apasionadas lecturas al lector de cualquier época. Classicus quería decir en su origen “con clase” o “de primera clase”, según los mandarines de la crítica; pero los grandes clásicos no requieren lectores muy selectos ni con título especial, sino inteligentes y despiertos, porque versan sobre aspectos esenciales de la condición humana. Un libro clásico es el que puede releerse una y otra vez y siempre parece inquietante y seductor porque nos conmueve y cuestiona, a veces en lo íntimo, y, como escribió Italo Calvino, “siempre tiene algo más que decir”. Por eso se ha salvado del gran enemigo de toda cultura: el abrumador olvido (hablo de los libros, pero vale lo mismo para los clásicos de la música o de otras artes).

Creo que hay dos tipos de clásicos: los universales (que mantienen su vivaz impacto incluso a través de sus traducciones) y los nacionales (aquellos cuyo prestigio va ligado a la frescura y belleza de su lengua original). Así, Cervantes, Shakespeare y Tolstói resultan del primer grupo; y Góngora y Ronsard, más bien del segundo. Es evidente que la lista canónica puede variar según épocas. Solo los clásicos más indiscutibles han sobrevivido a las varias fluctuaciones de la cotización crítica. Virgilio y Horacio permanecen, mientras que Estacio ha desaparecido desde fines de la Edad Media, y el fabulista Esopo, ya en el siglo XX. Los clásicos más antiguos de Occidente son los griegos, que ya los romanos leían como tales y modélicos.

Homero, Virgilio, Platón son mucho más cercanos de lo que se pudiera imaginar. Se han salvado del gran enemigo de toda cultura: el olvido

Y en su pervivencia los clásicos no viven momificados, sino que renuevan su mensaje. Porque la interpretación no está fijada, sino varía según las lecturas en una tradición que no sólo los conserva, sino que los reinterpreta. No leemos El Quijote como los lectores del XVII. La tradición literaria posterior puede modificar nuestra percepción de los temas y personajes descubriendo perspectivas diversas. Incluso cada lector puede matizar su reinterpretación. Después de leer a Kafka advertimos rasgos prekafkianos en autores antiguos. (Eso sucede también con los héroes míticos. La tradición renueva máscaras sobre figuras literarias; como sucede con Prometeo, Edipo, o Fausto y Don Juan, por ejemplo).

Por otra parte, también los logros de los estudios históricos nos hacen comprender mejor un texto, al descubrir nuevos aspectos de su contexto y su formación. Pensemos, por dar sólo un ejemplo destacado, en todo lo que sabemos hoy del mundo que evocan y el contexto en que surgieron los poemas homéricos, es decir, sobre la Ilíada y la Odisea. Ahora conocemos la época en que se forjaron esos cantares y el modo de componerlos mucho más que lo que sabían los eruditos de hace siglo y medio, y mucho más de lo que pensaban al respecto Platón y los filólogos de Alejandría. Nuestro conocimiento ha progresado gracias a tres audaces personajes: Heinrich Schliemann (que descubrió las ruinas de Troya), Milman Parry (que estudió la técnica de la épica oral arcaica) y Michael Ventris (que descifró el silabario micénico B). Ninguno de ellos era un académico ni un filólogo profesional, pero con sus estupendos logros abrieron un nuevo horizonte a nuestra mirada sobre lo homérico. Gracias a los nuevos datos arqueológicos conocemos mejor esa Edad Oscura que, en su nostalgia hacia un pasado más glorioso, dio un impulso decisivo a la épica con el canto y culto de los héroes micénicos.

Y, sin embargo, por encima de todos esos estudios, lo esencial respecto a la pervivencia de Homero sigue siendo la inigualable fuerza narrativa de su poesía. Lo que mantiene nuestra lealtad a la Ilíada y la Odisea como perennes clásicos no es su trasfondo histórico ni el manejo magistral de fórmulas y epítetos de larga tradición oral. Es la magnánima recreación con que un poeta recuenta los mitos heroicos a la vez que da a ese legado mítico una honda perspectiva trágica con figuras inolvidables. Es la sensibilidad del lector la que salva del olvido ese mundo de fascinantes héroes y fabulosos dioses, como hizo a lo largo de tantos siglos y tantas modas.

Hay evidentemente clásicos más fáciles de leer, es decir, textos en los que el lector entra fácil y queda pronto atrapado por su singular encanto, claro estilo y su fantasía o su emotividad. Por ejemplo, la Odisea, los poemas de Safo, Heródoto, El banquete de Platón o El asno de oro de Apuleyo, por citar sólo autores antiguos. Otros cuestan más, e incluso pueden producir cierto rechazo cuando están mal elegidos o forzados como lecturas obligatorias en edades inoportunas, arduos y difíciles de entender. Sin embargo, lo característico de los clásicos, bien elegidos y enfocados, es que su lectura deja siempre en la memoria un poso, una huella terca en nuestra imaginación, y aguzan nuestra mirada sobre aspectos importantes de la vida.

La escuela aún conserva su gran papel de difusión, pero de forma mutilada y desalentada

De todos modos hay que reconocer el gran papel que tradicionalmente la escuela asumía en la conservación y difusión de esos libros de largo prestigio. Aún lo conserva, pero de forma mutilada y desalentada. Que la escuela debe enseñar qué significan —para nosotros— los grandes libros, y estimular su lectura con entusiasmo para la formación del gusto y la crítica personal, no lo creen algunos pedagogos ni siquiera los políticos del ramo, poco ilustrados. Esas lecturas tropiezan con muchos obstáculos: planes de enseñanza que reducen la de la literatura a mínimos y profesores con escasa simpatía hacia textos de otras épocas. Muy bien lo analiza Marc Fumaroli en La educación de la libertad (Arcadia; Barcelona, 2007). Por otro lado, nuestros estudiantes, acaso con excepción de los más jóvenes, no frecuentan los libros de muchas páginas, atrapados por mensajes mínimos y raudos en diversas pantallas.

Los clásicos son inactuales: justamente eso es lo más valioso: hablan de cosas que están más allá del presente efímero, y abren otros horizontes y ofrecen ideas sobre el mundo que van mucho más allá de lo actual y cotidiano. Y nos hacen críticos, escépticos y más imaginativos.

Volviendo a algo ya apuntado. Leer a los clásicos debería acaso iniciarse en la escuela, pero es importante releerlos a lo largo de la vida, porque vuelvo a subrayar que siempre podemos entablar o proseguir el diálogo con ellos. Un curioso ejemplo es el de David Denby, que cuenta su personal experiencia en Los grandes libros (Acento; Madrid, 1997). Editor y escritor de éxito, decidió ensayar una curiosa experiencia: volver a los leer a fondo los clásicos. “En 1991, 30 años después de matricularme en la Universidad de Columbia, volví a las aulas, me senté entre los estudiantes de 18 años y leí los mismo libros que ellos. Juntos leímos a Homero, Platón, Sófocles, Kant, Hegel, Marx y Virginia Woolf. Aquellos libros…”. Me parece un ejemplo digno de imitarse: una aventura de escaso gasto que vale la pena ensayar. No es fácil: en ninguna universidad española hay cursos sobre los libros de esa lista. Pero cada uno puede intentarlo. Los clásicos siguen ahí, aún nos hablan y son de trato amable.

Carlos García Gual es catedrático de Filología Griega en la Complutense. Sus últimos libros son Historia mínima de la mitología, Sirenas: seducciones y metamorfosis y El zorro y el cuervo.

 

23 octubre 2016 at 9:00 am Deja un comentario

¿Quién dijo que el latín ha muerto?

El aragonés Guillermo Mora es el único español que ha conseguido una beca para estudiar en la academia romana Vivarium Novum

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El aragonés Guillermo Mora es el único español que ha conseguido una beca para estudiar latín en la academia romana Vivarium Novum. Aránzazu Navarro

Fuente: P. Puebla > Zaragoza  |  Heraldo.es
25 de septiembre de 2016

Irse a estudiar un año a otro país ya apenas resulta sorprendente, pero si el protagonista tiene 17 años y se va como interno a un palacio renacentista romano donde solo se hablan latín y griego antiguo… la cosa cambia.

A su edad, el zaragozano Guillermo Mora destaca por ser un apasionado de la literatura clásica. A los 13 años se leyó ‘La Guerra de las Galias’ de Julio César y desde entonces no ha dejado de devorar las obras de autores como Salustio o Platón. Gracias a ese interés por el mundo antiguo, acaba de conseguir una de las 28 becas que otorga a nivel mundial la única academia del globo que fomenta una inmersión absoluta en las lenguas y la cultura clásicas.

La academia italiana Vivarium Novum es un centro de estudios creado a imagen y semejanza de las antiguas escuelas humanistas renacentistas. Para empezar, allí todo el mundo habla latín. Los profesores imparten en esa lengua todas las asignaturas (excepto la de griego clásico) y los alumnos, como son todos de distintos países, debaten, se comunican y crean vínculos entre ellos en un riguroso latín.

Un reto que no asusta al zaragozano: “Al llegar todos tenemos un nivel muy limitado pero me han dicho que al haber tres o cuatro horas diarias de clase en latín, al cabo de un mes ya podemos hablar entre nosotros sin demasiados problemas”, comenta Guillermo a apenas una semana de poner rumbo a la capital italiana.

Tras terminar el Bachillerato y la selectividad con una media de 11,25 en el colegio Sagrado Corazón de Jesús, Guillermo pensaba empezar la carrera de Historia en la Universidad de Zaragoza. No se imaginaba que la Vivarium Novum fuese a aceptar su solicitud y a seleccionarlo entre los candidatos de todo el mundo. De hecho, es el único español que lo ha conseguido y aún no se explica del todo el por qué.

“No pedían nota ni nada muy específico. Solo saber cuánto tiempo llevaba estudiando latín y griego y qué autores y obras había leído”, cuenta Guillermo. El estudiante se enteró de la existencia de estas becas por su profesora de latín del Bachillerato. Envió una carta de motivación en mayo y, tras pasar una primera fase de selección, tuvo que enfrentarse a la parte más complicada, la entrevista por Skype. “Entonces sí me hicieron preguntas más rebuscadas. Querían saber, por ejemplo, qué valores del mundo clásico aprecio más y como los trasladaría a la actualidad. Cosas así que fui contestando sobre la marcha”.

Y debió de contestar bien, porque gracias a esa entrevista el zaragozano aparcará durante un año sus planes de empezar Historia y dedicará el próximo curso a sumergirse de lleno y a gastos pagados en la literatura, la filosofía , la historia y la poesía antiguas. Además de, claro, adquirir un nivel avanzado de latín y griego. Lenguas que considera que pueden resultarle de mucha utilidad en el futuro: “Me gustaría dedicarme a la investigación arqueológica o a algo parecido y para eso tener latín y griego en mi currículum es un plus muy importante”. Y, si todo va bien, Guillermo tendrá la posibilidad de prolongar su beca otro año y compaginar las materias de la Academia con la carrera de Clásicas en la Universidad de Roma.

 

26 septiembre 2016 at 7:36 am 1 comentario

Una piedra milenaria puede desvelar el misterio de los etruscos

Un hallazgo permite avanzar en la comprensión de la lengua de esta civilización

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El investigador Gregory Warden ante la estela etrusca. MUGELLO VALLEY PROJECT / EL PAÍS

Fuente: GUILLERMO ALTARES > Madrid  |  EL PAÍS
18 de septiembre de 2016

Los etruscos fueron la primera civilización que construyó ciudades en Europa occidental, en el siglo VIII antes de nuestra era, y sin su influencia no se puede entender la antigua Roma que, a su vez, explica nuestro presente. Su arte, como los sarcófagos de los esposos o la escultura l’Ombra della sera que inspiró a Giocometti, conecta con la sensibilidad contemporánea como ninguna representación artística de la antigüedad. Prueba de ello son la cantidad de exposiciones que protagonizan —hace dos años, llegaron a coincidir tres en Francia y dos en España, todas con piezas de primera fila—. Sin embargo, es una cultura rodeada de misterios: desde el mismo origen de este pueblo, sobre el que los expertos discuten desde los tiempos de Heródoto, hasta su lenguaje, del que se ignora más de lo que se conoce. Una estela descubierta recientemente en Poggio Colla, en el norte de Italia, puede ayudar a elucidar alguno de estos misterios.

La piedra caliza del siglo VI AC, de 220 kilos, formaba parte de un templo y fue descubierta el pasado mes de abril, aunque los primeros resultados acaban de ser anunciados en un congreso en Florencia y serán publicados este mes en la revista Etruscan Studies. Contiene la tercera inscripción etrusca más larga que se conoce, pero su importancia radica sobre todo en el contexto: la inmensa mayoría de las estelas de esta cultura que han sobrevivido son funerarias, salvo las láminas de Pyrgi que permitieron avanzar mucho a los investigadores. Sin embargo, en este caso es votiva. Al cambiar el entorno, cambian las palabras.

«La estela es muy importante por diferentes motivos», explica el arqueólogo Gregory Warden, profesor emérito de la Southern Methodist University of Dalles y presidente del Franklin College en Lugano, codirector de la excavación en la que se encontró. «Una inscripción como esta nos proporcionará evidencias importantes sobre el lenguaje etrusco, de hecho ya nos ha ofrecido nuevas palabras. Podemos tardar años en descifrarla entera, pero ya nos está dando nuevos datos», prosigue Warden. Es muy difícil encontrar puntos a los que agarrarse cuando se estudia el etrusco porque es una lengua no indoeuropea y que está relacionada con el lemnio, un idioma anterior al griego que se hablaba en la isla de Lemnos, en el Egeo oriental. Se conoce su alfabeto y se entiende el funcionamiento de su gramática, pero muchos significados escapan todavía a los investigadores.

Escritura en uno de los laterales de la estela. Mugello Valley Project

Escritura en uno de los laterales de la estela. MUGELLO VALLEY PROJECT

Puede parecer un hallazgo menor —una piedra milenaria, unas cuantas palabras que se tardarán años en conocer y que no superan seguramente los 120 caracteres—, pero ha revolucionado el mundo de la etruscología: en arqueología la mayoría de los descubrimientos importantes son así, pequeñas piezas que permiten completar un puzzle mucho más grande. La tumba de Tutankamón se descubrió una vez y las películas de Indiana Jones son eso, películas. «Es un hallazgo excepcional que nos permitirá avanzar en nuestro conocimiento del lenguaje, la historia, literatura y creencias de esta cultura», explica Jean Macintosh Turfa, conservadora en el Museo de Arqueología de la Universidad de Pennsylvania —que alberga una de las grandes colecciones etruscas de EEUU— y coordinadora entre otros volúmenes de The Etruscan World, que no ha participado en el descubrimiento, pero se muestra entusiasmada.

«En arqueología el contexto lo es todo», señala por su parte el profesor Warden. «Es la primera vez que un objeto de tal magnitud está tan documentado. Sabemos dónde y cómo estaba instalado. Y la inscripción menciona al dios Tinia y la diosa Uni y corrobora que el santuario estaba dedicado a una divinidad femenina, tal vez conectada con la fertilidad». La investigadores tienen por delante años de trabajo en la piedra de Poggio Colla hasta que consigan primero restaurar un objeto que ha pasado 2.500 años bajo tierra y luego descifrar su contenido. Jean Macintosh Turfa agrega: «Existen tan pocas inscripciones largas, por eso estamos seguros de que esta pieza nos va a proporcionar muchos datos. Sin embargo, es muy blanda y delicada, con lo que los investigadores tienen que tomar muchas precauciones para limpiarla». Como ocurre desde hace cientos de años, el misterio de los etruscos se resiste a ser revelado.

 

 

18 septiembre 2016 at 11:41 pm 1 comentario

‘Saxa loquuntur’… o las piedras hablan

Más de un centenar de personas participa este fin de semana en visitas guiadas por el centro impartidas en latín

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Visita guiada en latín al Museo Arqueológico de Madrid. / Jaime Villanueva (EL PAÍS)

Fuente: MARÍA ROBERT > Madrid  |  EL PAÍS
27 de agosto de 2016

Las piedras hablan. O saxa loquuntur. Entre tesoros arqueológicos, en un extremo del espacio dedicado a la Hispania Romana en el Museo Arqueológico Nacional, Antonio G. Amador dispara esta frase, en latín, en un lugar en el que cobra todo su sentido. Mientras, observa en un segundo plano a un grupo de una treintena de personas que oyen ensimismados la historia que esconden los milenarios tesoros. Todos, el que habla y los que escuchan, se comunican en latín, incluso se llaman entre sí por sus nombres traducidos a la lengua madre. Amador es el director de la Asociación Cultural culturaclasica.com y coordinador del Curso de Verano de Latín Vivo, Caelum, que organizan desde hace cuatro años en Madrid. Entre las actividades que más entusiasman a los alumnos, cuenta, resaltan las visitas guiadas en esa lengua por el museo, que se celebran este fin de semana.

La mayoría de los que participan –unas 120 personas– son alumnos y profesores de Filología Clásica, pero también se une gente de otras ramas a los que simplemente les interesa el estudio del latín como lengua, apunta Amador. “Hasta ahora se enseñaba por el método tradicional, destripando textos pero nunca disfrutando de ellos, y lejos de comprender lo que nos transmitían los escritores antiguos. Todos nuestros esfuerzos van encaminados a que los alumnos puedan llegar a leer y a disfrutar de la literatura clásica”, subraya.

Un buen número de los alumnos repiten año tras año. Como Ludovica (o Luisa Blecua), profesora y guía de la visita, que resalta que le supone una buena forma de “aprender herramientas para poder explicar la lengua por el método vivo”. Ante el éxito de convocatoria, han decidido ampliar el recorrido por el museo, y además de adentrarse por el pasado de Grecia y Roma, se pasea también por la exposición de Lusitania. Aparte de la lengua, para Blecua la visita es especial porque “hay mucha interacción con el público”, y eso, según su opinión, es fundamental en el aprendizaje de cualquier lengua.

Kevin Prell, o Eugenius en la jerga de sus compañeros, es estudiante universitario. “Vimos que el latín hablado era una buena forma de acercarse a la lengua, por una parte. Por otra, ayuda a aprender un vocabulario que es más complejo de adquirir solo de forma teórica. Roberto Carfgani, Robertus, completa su argumento. “No hay que olvidar que el latín es un patrimonio cultural. Más incluso que cualquier edificio”.

 

28 agosto 2016 at 9:25 am Deja un comentario

Identifican el nombre de una diosa etrusca por un texto en piedra

Arqueólogos han logrado traducir el nombre de una importante diosa etrusca, Uni, a partir de una inscripción muy rara encontada en un antiguo templo de esta cultura itálica anterior a Roma.

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Foto: SOUTHERN METHODIST UNIVERSITY, vía EUROPA PRESS

Fuente: EUROPA PRESS  |  Cuatro
25 de agosto de 2016

El descubrimiento indica que Uni –una divinidad de la fertilidad y, posiblemente, una diosa madre en este lugar particular– pudo ser la deidad adorada en el santuario de Poggio Colla, clave para desentrañar la antigua y engimática civilización etrusca.

La mención es parte de un texto sagrado que es, posiblemente, la inscripción etrusca más larga jamás descubierta en piedra, dijo el arqueólogo Gregory Warden, profesor emérito de la Universidad Metodista del Sur, Dallas, patrocinador principal de la excavación arqueológica.

Los científicos descubrieron la antigua piedra incrustada como parte de una pared del templo en Poggio Colla, una excavación donde se han encontrado muchos otros restos etruscos, incluyendo un fragmento de cerámica con la escena de parto más temprana en el arte europeo. Ese objeto refuerza la interpretación de un culto a la fertilidad en Poggio Colla, dijo Warden.

Ahora los expertos en lengua etrusca están estudiando una pesada estela para traducir el texto. Es muy raro identificar el dios o diosa adorada en un santuario etrusco.

«La ubicación del descubrimiento –un lugar donde se realizaban ofrendas– y la posible presencia en la inscripción del nombre de Uni, así como el cuidado de la redacción del texto, que trae a la mente el trabajo de un tallador de piedra que seguía fielmente el modelo transmitido por un escriba, sugiere que el documento tenía un carácter de dedicación», dijo Adriano Maggiani, ex profesor de la Universidad de Venecia y uno de los investigadores que trabajan para descifrar la inscripción.

«También es posible que exprese las leyes del santuario, una serie de requisitos relacionados con las ceremonias que habrían tenido lugar allí, tal vez en relación con un altar o algún otro espacio sagrado», dijo Warden, co-director e investigador principal del Proyecto Arqueológico Valle de Mugello.

Warden dijo que será más fácil hablar con mayor certeza una vez que los arqueólogos hayan reconstruido totalmente el texto, que se compone de hasta 120 caracteres o más. Mientras los arqueólogos entienden cómo funciona la gramática etrusca, y conocen algunas de las palabras y letras del alfabeto, esperan descubrir nuevas palabras nunca vistas antes, sobre todo porque este descubrimiento se desvía de otros que no son un texto funerario.

 

25 agosto 2016 at 9:40 pm Deja un comentario

Los arqueólogos comienzan a descifrar la piedra etrusca hallada cerca de Florencia

  • Ha sido limpiada y los expertos trabajan ya traduciendo sus 100 inscripciones
  • Serían un «texto sagrado» que puede revelar parte de su sistema de creencias
  • Ayudarían a comprender a este enigmático pueblo de la península itálica

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La piedra de 200 kilos ha sido sometida a un cuidadoso proceso de limpieza. REUTERS

Fuente: REUTERS  |  RTVE.es       25/04/2016

Las inscripciones halladas en una piedra desenterrada cerca de Florencia han llenado de optimismo a los arqueólogos que trabajan con ella, ya  que aseguran que puede ayudar a desvelar los secretos de los etruscos, uno de los primeros pueblos de la península itálica y cuya civilización sigue rodeada de grandes enigmas.

Los etruscos florecieron en el centro de lo que hoy es Italia hace 2.500 años pero su cultura y su lengua se asimilaron a las del Imperio Romano. Dejaron restos de lujosas tumbas, cerámicas y estatuas, pero pocos documentos escritos y pruebas de su vida diaria. Los etruscos solían escribir textos más largos en lino u otros materiales perecederos como la cera.

Por eso, los arqueólogos que excavan en la provincia toscana de Mugello supieron desde el primer instante que estaban ante un descubrimiento de primera magnitud cuando encontraron enterrada en la base de un templo una estela de piedra arenisca de aproximadamente 200 kilos de peso, en la que aparecían inscritos más de 100 caracteres.

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Las inscripciones serían un «texto sagrado que puede revelar una parte importante del sistema de creencias de los etruscos».

La piedra ha sido minuciosamente limpiada y, aunque sus inscripciones aún no se han descifrado completamente, los expertos están comenzando a entender su significado. «Encontrar algo así es el sueño de cualquier etruscólogo», ha manifestado Gregory Warden, un profesor de arqueología cuyo equipo ha excavado allí durante 20 años antes del descubrimiento. Según explica, las inscripciones serían un «texto sagrado que puede revelar una parte importante del sistema de creencias de los etruscos».

La piedra podría aportar una nueva perspectiva sobre la vida de los etruscos, ya que se ha encontrado en un santuario religioso en lugar de en uno de los lugares de enterramiento donde los arqueólogos han recogido la mayor parte de su comprensión de la vida de los etruscos.

Los dioses Tinia y Uni

Después de someterse a una limpieza cuidadosa, y tras la aplicación de pasta de papel y agua destilada, podrían haber aparecido los nombres de los dos dioses más importantes del panteón de los etruscos: Tinia y Uni, equivalentes a los Júpiter y Juno romanos o a los griegos Zeus y Hera. Sería «simple y maravillosamente emocionante» que la presencia de los nombres se confirma, ha dicho Warden.

A diferencia de muchas reliquias antiguas que se encuentran descontextualizadas, los investigadores esperan que esta estela pueda documentar la historia etrusca de la zona, que se encuentra entre las que hoy son las ciudades de Fiesole y Bolonia, levantadas donde hace dos milenios y medio estaban las principales poblaciones etruscas.

25 abril 2016 at 7:31 pm 2 comentarios

Un texto religioso hallado en una losa de 2.500 años podría revelar a quién adoraban los etruscos

El hallazgo podría dar lugar a una gran cantidad de nuevos conocimientos sobre la cultura perdida de los etruscos, desde cómo vivían a su religión, su gobierno, su arte o su arquitectura

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La losa estaba incrustada en los cimientos de un templo monumental en el valle de Mugello (Florencia) – ABC

Fuente: EP  |  ABC      29/03/2016

Arqueólogos italianos han descubierto, tallado en una losa, lo que podría ser un texto sagrado en una rara lengua etrusca y que podría ofrecer grandes pistas sobre la adoración a los dioses de esa población en el año VI a.C, la época en la que se ha datado la piedra.

«Este es un texto sagrado y será importante para conocer el sistema de creencias de esta cultura perdida que es fundamental para las tradiciones occidentales», ha explicado el autor principal del trabajo, el arqueólogo Gregory Warden.

El científico ha explicado, además, que la losa pesa alrededor de 220 kilos y mide cerca de un metro de alto por más de medio metro de ancho. Sobre ella se han detectado, al menos, 70 letras legibles y signos de puntuación.

Fue descubierta incrustada en los cimientos de un templo monumental situado en el valle de Mugello, al noroeste de Florencia, donde había sido enterrada hace más de 2.500 años. Se trata de un edificio que se caracterizaba por estructuras ovales con entramado de madera y con un gran podio y bases de columnas dóricas de piedra, cinco de las cuales también han sido encontradas en el lugar.

Conceptos desconocidos

«Esperamos hacer incursiones en la lengua etrusca. Las inscripciones son largas y raras, por lo que habrá nuevas palabras que nunca hemos visto antes», ha apuntado Warden. Del mismo modo, el científico ha explicado que, hasta ahora, la mayor parte de los escritos encontrados en esta época eran funerarios, de manera que habrá muchos conceptos desconocidos en la nueva losa.

«Sabemos cómo funciona la gramática etrusca, lo que es un verbo, lo que es un sustantivo. Pero esperamos que esto revelará el nombre del dios o diosa que se adoraba en este lugar», ha apuntado.

El texto será estudiado y publicado por un renombrado experto en lengua etrusca, Rex Wallace, profesor de Clásicas en la Universidad de Massachusetts Amherst. Además, se ha hecho un llamamiento a otros estudiosos de la materia para trabajar en este hallazgo, que podría dar lugar a una gran cantidad de nuevos conocimientos acerca de la cultura perdida de los etruscos. Desde cómo vivía la civilización etrusca, hasta su religión, su gobierno, su arte o su arquitectura.

29 marzo 2016 at 5:44 pm 3 comentarios

«Las lenguas indoeuropeas pudieron llegar a Europa a través de las estepas»

  • Entrevista a Iosif Lazaridis, genetista de la Escuela Médica de Harvard
  • Lazaridis destaca la importancia de un movimiento migratorio procedente de las estepas que ocurrió hace unos 4.500 años y que reemplazó a buena parte de la población europea

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Fuente: Alec Forssmann  |  NATIONAL GEOGRAPHIC

Iosif Lazaridis es un genetista de la Escuela Médica de Harvard, ubicada en Boston. Es uno de los principales investigadores de un estudio publicado recientemente en Nature sobre los orígenes genéticos de los europeos y sobre la introducción de las lenguas indoeuropeas en el continente europeo, un misterio que sigue siendo objeto de debate entre lingüistas y arqueólogos. Las tesis predominantes son dos: una que considera que las lenguas indoeuropeas nacieron en Anatolia (la actual Turquía) y que llegaron a Europa con la difusión de la agricultura hace unos 8.000 años, durante la llamada Revolución Neolítica; y otra que sitúa el idioma protoindoeuropeo, que originó las lenguas indoeuropeas, en la estepa euroasiática (al norte de los mares Negro y Caspio), donde el caballo fue domesticado por primera vez y el uso de la rueda revolucionó la economía. Según esta tesis, las lenguas indoeuropeas llegaron a Europa hace unos 4.500 años, a través de los movimientos migratorios procedentes de las estepas. Durante el presente estudio se ha hallado una estrecha relación genética entre los restos óseos de individuos de la cultura yamna, que habitó las estepas al norte de los mares Negro y Caspio, y de la cultura de la cerámica cordada, que ocupó el norte de Europa, por ejemplo Alemania. No sabemos cuál fue la patria común de todas las lenguas indoeuropeas, pero sí que tenemos indicios de que hubo una gran migración desde las estepas que pudo traer consigo las lenguas indoeuropeas, expresa Lazaridis en una entrevista con este medio.

¿Los orígenes genéticos de los europeos son más complicados de lo que se creía?

Sí, hay quienes pensaron que la agricultura llegó a Europa sin que se dieran migraciones masivas, puede que a través de un grupo pequeño de personas que transmitió la idea a los cazadores-recolectores indígenas europeos, quienes se convirtieron también en agricultores. Sabemos que había una población de primeros agricultores que se extendió por toda Europa y que era muy similar en diferentes partes del continente, por ejemplo en España y en Alemania. Los estudiosos en la materia no creían en la existencia de rotaciones posteriores en la población tras la llegada de la agricultura a Europa y consideraban que las migraciones históricas sólo tuvieron un impacto limitado entre las grandes poblaciones de agricultores.

¿Y no fue así?

Ahora sabemos que se dio al menos una rotación posterior de la población, alrededor del 2500 a.C., cuando tres cuartas partes de la población central de Europa, sobre todo Alemania, fueron reemplazadas por una población oriental procedente de las estepas. Esta forma de ascendencia esteparia se encuentra en toda Europa, en más de la mitad de la población en el caso de los europeos del norte.

¿De cuántos grupos humanos descienden los europeos actuales?

Casi todos los europeos tienen ascendencia de al menos tres grupos: los cazadores-recolectores occidentales, quienes formaron una población muy homogénea, identificable en España, Luxemburgo y Hungría; los primeros agricultores; y gente de las estepas como el pastoralismo de la cultura yamna, que se extendió desde Rusia a partir del año 3000 a.C. Los europeos difieren en las proporciones de estas ascendencias y el mayor componente en los españoles de hoy es el de los primeros agricultores. También hay ascendencias adicionales del norte de África, Oriente Medio y Siberia que han afectado a subgrupos de poblaciones europeas, pero a grandes rasgos son tres los componentes principales en la ascendencia de la mayoría de los europeos.

Los primeros agricultores europeos aparecen a comienzos del Neolítico, ¿no?

Sí, los primeros agricultores eran muy diferentes a los cazadores-recolectores del occidente de Europa (Luxemburgo, España y Hungría). Los cazadores-recolectores orientales, que detectamos en dos lugares de Rusia muy alejados entre sí, también eran diferentes a los cazadores-recolectores europeos. Estos cazadores-recolectores orientales fueron los principales ascendentes de la cultura yamna de las estepas, quienes son a su vez ascendentes de los europeos modernos.

¿Los pastores de las estepas eran nómadas?

Los pastores que ocuparon la actual Rusia vivieron principalmente de la explotación de rebaños, sobre todo de vacas, ovejas y caballos. Parece que la agricultura no desempeñó un papel importante en su economía. No sabemos exactamente cómo alcanzaron tanta éxito, pero se cree que fue debido a sus caballos y vehículos de ruedas, que les proporcionaron una mayor movilidad que los agricultores sedentarios y esto favoreció su expansión.

¿Las lenguas indoeuropeas entraron en Europa a través de estas migraciones?

Las opiniones difieren al respecto. Se ha dudado de que la migración del pastoralismo estepario haya traído las lenguas indoeuropeas, porque se cree que su influencia fue demasiado limitada o porque no penetró profundamente en Europa. Pero en nuestro estudio demostramos que sí que fue una gran migración y que contribuyó en gran parte de la ascendencia de los europeos modernos, especialmente en el norte. Nuestros resultados inclinan la balanza a favor de la hipótesis de las estepas.

¿En las estepas podría encontrarse el origen de las lenguas indoeuropeas?

No sabemos cuál es la fuente originaria de las lenguas indoeuropeas. Para saberlo primero deberíamos comprender cómo cambiaron las poblaciones de otras partes de Eurasia, como Irán o la India, donde también se hablan las lenguas indoeuropeas. La migración que hemos detectado en Europa alrededor del año 2500 a.C. corresponde a un subgrupo de las lenguas indoeuropeas, pero no sabemos cuál fue la patria común de todas las lenguas indoeuropeas. Trataremos de encontrar la respuesta.

21 marzo 2015 at 7:10 pm Deja un comentario

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