Posts tagged ‘Darío III’

Conjuras contra Alejandro Magno, la transformación de un conquistador

En el año 331 a.C., Alejandro Magno derrotó en Gaugamela al soberano persa Darío III y se convirtió en su sucesor al frente del mayor imperio de la época. Entonces adoptó costumbres orientales y actuó como un autócrata, algo que no gustó a los macedonios y dio lugar a tensiones y complots

La muerte de Clito
A medida que Alejandro se adentraba en Asia, se iba orientalizando y toleraba menos las críticas. En un banquete celebrado en Samarcanda en 328 a.C., el propio Alejandro, borracho, acabó con la vida de Clito el Negro, porque éste le reprochó sin reservas su actitud y sus recientes políticas orientalizantes. En la imagen, el rey asesina a su general y amigo Clito el Negro, en 328 a.C. Grabado del siglo XIX.

FOTO: AKG / Album

Fuente: Juan Pablo Sánchez  |  National Geographic
17 de julio de 2018

En el año 330 a.C. tuvo lugar en tierras del actual Afganistán uno de los mayores escándalos del reinado de Alejandro: la ejecución de su comandante Filotas y el asesinato de su padre, Parmenión, a raíz de una supuesta conspiración contra la vida del gran conquistador. Se trata de una historia truculenta, con muchos puntos oscuros o incomprensibles, y en la que un visceral Alejandro y algunos de sus hombres de confianza reaccionaron con una crueldad desproporcionada. Pero el «caso Filotas» sería solamente el primero de una serie de conflictos que agudizarían la ruptura del rey Alejandro con su séquito de macedonios y griegos, junto con quienes, en el año 334 a.C., había atacado al poderoso Imperio persa.

El nuevo rey de Persia

Los primeros tres años de campaña de Alejandro se solventaron con una sucesión de deslumbrantes triunfos en Asia Menor y Mesopotamia sobre el gran rey persa Darío III: en el río Gránico, en Issos y en Gaugamela. Tras esta última victoria, Alejandro se apoderó de Babilonia, Susa y otras capitales del Imperio aqueménida que le aguardaban con sus enormes tesoros acumulados durante siglos. En Egipto, donde había sido recibido como un libertador, Alejandro había fundado la más famosa de las ciudades que llevaron su nombre, e incluso había sido proclamado hijo del dios Zeus Amón por los sacerdotes del prestigioso templo de esta divinidad en el oasis de Siwa.

Poco después, Darío III murió asesinado a traición, así que Alejandro pasó de ser el rey de los macedonios a ser el sucesor de los aqueménidas en el trono persa. Con sus conquistas, cambiaría de tal manera la faz del mundo conocido, que mereció con justicia el apelativo de «Magno» por sus memorables hazañas. Pero también, al ver que nadie le disputaría jamás el imperio, Alejandro se había puesto a imitar apasionadamente el lujo y la magnificencia de los reyes asiáticos.

Y lo cierto es que no había recorrido él solo esos miles de kilómetros. Se había embarcado en esta aventura asiática en compañía de buenos amigos de la infancia, como Ptolomeo, Crátero, Clito y, sobre todo, el leal Hefestión –de quien siempre se dijo que fue amante–. Pero quienes realmente contribuyeron al triunfo del joven rey fueron generales macedonios experimentados, que ya habían servido lealmente en la corte del padre de Alejandro, Filipo II.

El veterano Parmenión, era un noble macedonio de rancio abolengo que mantenía estrechos vínculos con la corte y el ejército

Uno de ellos, el veterano Parmenión, era un noble macedonio de rancio abolengo que, como subordinado inmediato de Filipo y luego de Alejandro, mantenía estrechos vínculos con la corte y el ejército. Parmenión rondaba los sesenta y cinco años y tenía varios hijos, todos ellos con cargos importantes en la corte. Pero quien más destacaba era Filotas, que gozaba de gran consideración como comandante en jefe del cuerpo de la caballería de los Hetairoi o Compañeros de Alejandro, formado por miembros de la nobleza macedonia.

El objetivo: Filotas

Filotas tenía fama de ser valiente y esforzado, además de generoso y amigo de sus amigos; pero era ciertamente altivo y llevaba un tren de vida que despertaba sospechas y envidias. Además, ya en Egipto, Filotas había mostrado su disconformidad con la visita a Siwa y la declaración de Alejandro como hijo de una divinidad. Por ello, Crátero mandó que lo espiaran y se recogieran pruebas de una posible traición a Alejandro.

Filotas tenía fama de ser valiente y generoso, pero era ciertamente altivo y llevaba un tren de vida que despertaba sospechas y envidias

El testimonio más importante que pudo conseguir fue el de una hetera o prostituta griega, de nombre Antígona. Esta mujer aseguró que su amante Filotas trataba a Alejandro de simple mozalbete y que se jactaba de que las victorias del rey se debían, en realidad, a él mismo y a su padre Parmenión. Pero al principio Alejandro no dio mucha credibilidad a estas acusaciones, no sólo por la confianza que había depositado en Filotas, sino también por el honor y el prestigio de que Parmenión gozaba entre los macedonios.

Sin embargo, la verdadera crisis se produjo bastante después, cuando Alejandro ya se había apoderado de toda Persia y había sucumbido, según creían los macedonios, «al lujo y la magnificencia de los reyes asiáticos». En el año 330 a.C., cuando el ejército invernaba en Frada, la capital de Drangiana (en lo que es hoy Farah, en Seistán), Alejandro recibió la denuncia de un complot en el que estaba envuelto un tal Dimno, uno de los Compañeros.

La conspiración se había descubierto de manera fortuita, cuando Dimno intentó captar a su amante Nicómaco para que se pasara a los conjurados, y el joven, aterrorizado, reveló a su hermano Cebalino los detalles de la acción que se estaba preparando. En este punto es donde Filotas resulta implicado, porque Cebalino se acercó en dos ocasiones a Filotas para informarle de la trama y éste no hizo nada y no informó a Alejandro. Finalmente, Cebalino se dirigió al mismo monarca para denunciar a Dimno.

Este último se suicidó antes de ser arrestado y su cadáver fue exhibido ante todos, al mismo tiempo que se exponían las causas de su muerte. Alejandro llamó entonces a Filotas a capítulo. ¿Por qué no había informado antes de esa conjura? ¿Acaso estaba implicado en ella? Por supuesto, Filotas negó resueltamente la grave acusación de conjura y también aclaró que no había informado de nada porque no había dado crédito a las palabras de Cebalino, creyendo que eran el fruto de una pelea de amantes, y que uno quería vengarse del otro. Así lo recogió Quinto Curcio cuando, en su Historia de Alejandro, puso en boca de Filotas estas palabras: «Yo creí, ¡desgraciado de mí!, que en realidad prestaba oídos a las desavenencias de un amante y su querido y me pareció sospechosa la lealtad de quien no presentaba la denuncia personalmente, sino que se servía secretamente de su hermano».

Pero los autores de la denuncia insistieron en sus argumentos incriminatorios, así que Alejandro convocó a la asamblea de los macedonios. En presencia de todos, Crátero acusó a Filotas de ser realmente el instigador y no el encubridor del complot, y, entre murmullos de indignación, los demás ya no dudaron de la culpabilidad de Filotas.

Hefestión, Crátero y otros (entre ellos Ceno, casado con una hermana del propio Filotas) torturaron a Filotas toda la noche

Entonces intervino Hefestión para añadir que también se le debería someter a tormento, antes de que fuera ejecutado, con el fin de descubrir la verdad de una vez por todas. Hefestión, Crátero y otros (entre ellos Ceno, casado con una hermana del propio Filotas) torturaron al reo toda la noche hasta que su cuerpo, tumefacto por las llagas, no pudo soportar más el dolor de los golpes. «Crátero, contéstame: ¿qué más quieres saber?», acabó suplicando Filotas, para, a continuación, ir dando los nombres de los supuestos cómplices. Al día siguiente, el hijo de Parmenión y sus presuntos secuaces fueron lapidados, según la costumbre macedónica.

No hubo más enjuiciamientos, pero se sucedieron las purgas y las degradaciones en las filas del ejército, quedando claro que se castigaría cualquier forma de deslealtad. Alejandro también llevó a cabo ascensos como el de su amigo Hefestión, quien desde entonces compartiría con Clito el Negro la comandancia suprema de la caballería macedonia que antes había estado bajo el mando único de Filotas. Clito era un hombre de confianza del rey –le había salvado la vida en la batalla del Gránico– y estaba muy bien conectado con la vieja guardia que había servido bajo Filipo; por su parte, Hefestión obtenía el primer cargo militar de relevancia en premio a su lealtad. Y desde aquel puesto podría controlar a Clito, quien, como Filotas, se había mostrado algo contrario a las aspiraciones autocráticas de Alejandro.

El asesinato de Parmenión

Alejandro aprovechó la excusa del complot para deshacerse de Parmenión, ya que sus discrepancias políticas con el viejo general se habían hecho demasiado intensas para que pudiera tolerarlas. Parmenión siempre había sido muy influyente en la corte y el ejército, pero es que, además, poseía un temperamento muy cauto, producto de sus muchos años de servicio, que contrastaba con el genio vivo y la amplitud de miras de Alejandro; y estas circunstancias habían dado lugar a frecuentes desacuerdos entre Parmenión y Alejandro en lo relativo a asuntos tácticos y estratégicos. Con todo, Parmenión se había quedado atrás, inmerso en unas operaciones en Ecbatana al mando de soldados ajenos a Macedonia y permanecía totalmente ignorante de la suerte que había corrido su hijo Filotas. Así pues, si el final de Filotas se puede entender como una condena «legal», el de Parmenión no fue sino un asesinato traicionero por pura conveniencia política.

El de Parmenión no fue sino un asesinato traicionero por pura conveniencia política

Pero Alejandro estaba decidido a reafirmar su autoridad personal de una vez por todas, así que despachó un pequeño destacamento a Ecbatana con la orden de ejecutar a Parmenión y sofocar cualquier reacción levantisca de las tropas allí acantonadas. Después, Alejandro ordenó a Clito que fuera a Ecbatana, se pusiera al mando de las tropas de Parmenión y las trajera en el menor tiempo posible a su presencia para continuar su campaña por Bactriana y Sogdiana. Alejandro se puso en marcha de nuevo a finales del año 330 a.C., pero antes de partir dio un nuevo nombre a la ciudad de Frada: Alejandría Proftasía o «Anticipación», porque en ella Alejandro se había «anticipado» al complot de Filotas (en realidad, una condena por traición forjada para quitarse de en medio a Parmenión).

El precio del poder

Sin duda, la fulgurante campaña empezada en 334 a.C. y acabada en 331 a.C., que había culminado con la entrada en Babilonia, Susa y Persépolis, hizo pensar que Alejandro era imbatible. A veces se describe al conquistador como una especie de rey-filósofo que iba a promover la helenización de Asia con la fundación de nuevas colonias. Pero sin el control de Parmenión y de otros de la vieja guardia como él, la conducta de Alejandro se parecía cada vez más a la de los autócratas orientales que había derrocado. Incluso los banquetes, que en Grecia eran el espejo de una sofisticada civilización (como escenario de discusiones políticas y filosóficas), degeneraron en peleas e insultos en los que el vino, consumido en exceso, hacía prevalecer la pasión sobre la razón. De hecho, en un banquete celebrado en Samarcanda en 328 a.C., el propio Alejandro, borracho, acabó con la vida de Clito el Negro, porque éste le reprochó sin reservas su actitud y sus recientes políticas orientalizantes.

Sin el control de la vieja guardia, la conducta de Alejandro se parecía cada vez más a los autócratas orientales que había derrocado

A partir de entonces, cualquier sombra de oposición interna o externa provocó una oleada de represión y masacre indiscriminadas. Por ejemplo, a principios de 327 a.C. se descubrió otro complot para acabar con la vida de Alejandro en el que estuvieron implicados varios pajes del rey y también, al parecer, el cronista oficial de la corte, Calístenes, un familiar del filósofo Aristóteles (que había sido maestro de Alejandro). Calístenes ya se había opuesto a saludar a Alejandro según la costumbre persa de la proskynesis, un gesto que griegos y macedonios consideraban humillante para un hombre libre, además de inapropiado, ya que para ellos equivalía a reconocer a Alejandro como un dios. Tampoco ahora le tembló al rey la mano para derramar la sangre de sus hombres. El soberano macedonio fue un gran conquistador, sí, pero no fue ajeno a la intolerancia hacia los disidentes de aquellos que ostentan un poder cada vez mayor. Un poder casi omnímodo, como el de quien se había convertido en el señor de Asia.

 

Babilionia, el cambio de Alejandro
Tras vencer a Darío en Gaugamela, Alejandro fue objeto de un gran recibimiento en Babilonia por parte de su sátrapa o gobernador, el persa Maceo. Allí tomó un nuevo rumbo en su política, al considerar la ciudad como sede de su gobierno en Asia y permitir que Maceo siguiera como sátrapa. Este nombramiento, clave para que Alejandro apuntalase su poder, beneficiaba a una nobleza bárbara vencida (Maceo había combatido contra él en Gaugamela), y eso los macedonios de la vieja guardia, encabezados por Parmenión y Filotas, no podían verlo con buenos ojos. A partir de entonces, Alejandro creó una nutrida corte paralela de sátrapas y eunucos, además de introducir rituales de origen asiático en la etiqueta cortesana que acabaron alejándole de sus propios hombres.

FOTO: Erich Lessing / Album

 

Santuario de Zeus Amón en Siwa
En 331. a.C., Alejandro marchó hasta este oasis en el Sahara para consultar su oráculo, y quedó convencido de que era hijo de este dios y de que conquistaría el mundo. En Egipto, donde había sido recibido como un libertador, Alejandro había fundado la más famosa de las ciudades que llevaron su nombre.

FOTO: Michel Baret / Getty Images

 

El ritual de la Proskynesis. El monarca sentado en el trono es Darío el Grande
La conspiración de los pajes
Dos años y medio después de la muerte de Filotas y Parmenión, en 327 a.C., tuvo lugar la llamada «conspiración de los pajes», jóvenes que servían al rey durante el día y lo custodiaban por la noche. Según las fuentes, la conspiración tuvo su arranque en la humillación que Alejandro infligió a uno de estos muchachos en una cacería, cuando ordenó que lo azotaran por una falta. El chico consiguió la colaboración de otros para matar al rey, pero una denuncia frustró el magnicidio. Se acusó al historiador Calístenes de estar tras el complot, ya que aquellos jóvenes atendían sus enseñanzas y Calístenes se había manifestado contra las tendencias despóticas de Alejandro y contra su intención de imponer la proskynesis, el gesto con el que los persas reconocían la majestad del soberano (los nobles inclinaban la cabeza ante el monarca y le enviaban un beso con las manos unidas en forma de receptáculo, mientras que el pueblo se arrodillaba e inclinaba la cabeza hasta el suelo). Los pajes fueron ejecutados, y de Calístenes –que era pariente de Aristóteles– no sabemos si también fue ejecutado o murió en prisión.

FOTO: DEA / AGE Fotostock

Faraón de Egipto
Cuando Alejandro llegó a Menfis en 331 a.C., fue reconocido como soberano del país del Nilo. Arriba, su nombre, con escritura jeroglífica, en un cartucho. Louvre.

FOTO: Erich Lessing / Album

 

El nuevo Heracles
Alejandro creía descender del héroe Aquiles por línea materna, y del semidiós Heracles por la paterna. Arriba, Alejandro como Heracles, en un tetradracma.

FOTO: Oronoz / Album

 

Las ruinas de un gran palacio
Arriba, escalinata del Apadana o sala de audiencias de Persépolis, uno de los recintos de la capital aqueménida que Alejandro incendió en el año 330 a.C. El «caso Filotas» fue el primero de una serie de conflictos que agudizarían la ruptura del rey Alejandro con su séquito de macedonios y griegos, junto con quienes, en el año 334 a.C., había atacado al poderoso Imperio persa.

FOTO: Prisma Bildagentur / Getty Images

 

El mejor amigo del rey
Hefestión fue la persona que mayor intimidad tuvo con Alejandro. Su relación con Alejandro revistió una intimidad fuera de lo común (que bien pudo ser de índole sexual), hasta el punto de que Alejandro le consideraba en público su alter ego y, a veces, los súbditos persas confundían al uno con el otro. Esta cabeza de Hefestión en bronce se conserva en el Museo del Prado. Siglo IV a.C.

FOTO: DEA / Album

 

18 julio 2018 at 11:40 am Deja un comentario

Encuentran una ciudad perdida hace 2.000 años fundada por Alejandro Magno

Qalatga Darband se encuentra en lo que por aquel entonces era Mesopotamia

El asentamiento ha sido encontrado en la región de Kurdistán. / British Museum

Fuente: DAVID JUSTO > Madrid  |  Cadena SER
26 de septiembre de 2017

Después de estar perdida durante más de 2.000 años, un grupo de investigadores del British Museum ha encontrado los restos de la antigua ciudad de Qalatga Darband junto al lago Dukan, en la región de Kurdistán (Irak). Esta ciudad, fundada por Alejandro Magno, fue un antiguo asentamiento fortificado por la que pasaba un activo tráfico de vino con el objetivo de calmar la sed del ejército de Alejandro Magno durante la guerra contra el rey persa Dario III.

Tal y como explica el arqueólogo John MacGinnis del Museo Británico a The Times, el grupo de arqueólogos ha encontrado en Irak, en lo que en aquél entonces era Mesopotamia, restos de un edificio cuadrado que pudo haber sido un fuerte y bloques de piedra califa que pudieron haber sido utilizados como bases para prensas de vino o aceite.

«Una ciudad bulliciosa»

El arqueólogo explica, a pesar de que reconoce que es temprano para sacar conclusiones, que Qalatga Darband fue una ciudad bulliciosa que se convirtió en un paso fundamental entre los actuales Irak e Irán. Bajo su punto de vista, este asentamiento, que habría sido fundado el 331 a.C., pudo contar con una importante industria vinícola.

 

De hecho, un gran número de soldados y comerciantes visitaban la aldea para beber vino y aprender más sobre los antiguos filósofos que acudían a los comercios de esta localidad.  Se estima que el asentamiento llegó a estar compuesto por más de 3.000 personas.

Descubierto en plena guerra fría

Durante la excavación, el grupo de arqueólogos ha descubierto un gran número de tejas y estatuas en el asentamiento. De hecho, se cree que las figuras encontradas representan a los dioses griegos Perséfone y Adonis. Al mismo tiempo, el equipo también ha encontrado monedas en las que se muestra al rey Orodes II, que gobernó entre el 57 y el 37 a.C. Por lo tanto, el asentamiento se mantuvo durante varios siglos.

No se volvió a saber nada sobre esta localidad hasta que un satélite espía lo descubrió en plena guerra fría. Uno de los satélites, mientras sacaba fotos en la región de Kurdistán, en Irak, detectó diversas marcas en los cultivos visibles, lo que señalaba la existencia de un posible asentamiento.

Parte del asentamiento. / British Museum

Trabajarán sobre el terreno hasta 2020

Dado que los militares nunca llegaron a interesarse en las ruinas, los arqueólogos no pudieron trabajar con estas fotografías hasta 1996, cuando se desclasificaron oficialmente. Fue entonces cuando el equipo de arqueólogos del Museo Británico decidió investigar el terreno. No obstante, la guerra que asoló el país impidió realizar el trabajo, por lo que tuvo que esperar hasta el final de la misma para proceder con su trabajo.

Desde entonces, y hasta el año 2020, el grupo de investigadores trabaja sobre el terreno con el objetivo de desenterrar los secretos de esta ciudad perdida que esconde un gran número de secretos.

 

26 septiembre 2017 at 5:01 pm Deja un comentario

La extraña muerte de Hefestión, el más íntimo amigo y probable sucesor de Alejandro Magno

A la muerte de su amigo de la infancia, el conquistador se volvió loco de dolor, se hizo afeitar la cabeza, canceló todos los festejos y, según el historiador Arriano de Nicomedia, crucificó al médico que había atendido a Hefestión

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Busto de Alejandro, izquierda, y de Hefestión, derecha

Fuente: CÉSAR CERVERA  |  ABC
16 de noviembre de 2016

Uno de los secretos del éxito de Alejandro Magno fue el de rodearse de oficiales brillantes que suplieron su inexperiencia. Una mezcla entre los generales de su padre, Filipo II, y sus propios compañeros de juego y luego de armas. Crátero, Ptolomeo, Seleuco, Pérdicas, Lisímaco y, sobre todo, Hefestión, su mano derecha y su más probable sucesor. Si bien el conquistador macedonio nunca designó formalmente un heredero, lo cual provocó una larga guerra civil a su muerte; de haberlo hecho no hay duda de que hubiera sido Hefestión el elegido. El problema es que para entonces ya estaba muerto, además en circunstancias igual de extrañas que las de Magno.

Es decir, que destacó lo suficiente como discípulo de Aristóteles como para que no le olvidara y fue un amigo leal de Alejandro incluso cuando el macedonio se enfrentó a su padre

Hefestión Amíntoros perteneció a una familia de aristócratas macedonios que envió a su hijo a educarse con el heredero del reino. Alejandro y Hefestión tenían probablemente la misma edad (es más, se parecían físicamente, siendo más alto el segundo) y las mismas ambiciones, así como los otros jóvenes aristócratas que fueron educados al abrigo de maestros del calibre de Aristóteles.

En 343 a.C. Filipo convocó al filósofo para que fuera tutor de su hijo de 13 años, dando forma al carácter de una generación llamada a conquistar Asia. En opinión de un poeta francés medieval: «Les enseñó a escribir griego, hebreo, babilonio y latín. Les enseñó la naturaleza del mar y de los vientos; les explicó el recorrido de las estrellas, las revoluciones del firmamento y la duración del mundo. Les enseñó justicia y retórica, y les previno contra las mujeres libertinas». No en vano, en realidad se sabe poco de su estancia en Macedonia y las obras del filósofo apenas hacen referencia a Alejandro y a sus compañeros, salvo, excepcionalmente, por el volumen de cartas dirigidas a Hefestión.

Es decir, que destacó lo suficiente como discípulo de Aristóteles como para que no le olvidara. Y fue un amigo leal de Alejandro incluso cuando el macedonio se enfrentó a su padre. El futuro dueño del Imperio persa se refugió en el reino de su madre, Olimpia de Epiro, cuando el segundo matrimonio de Filipo II puso en riesgo su posición en la Corte. A la muerte del veterano Rey, Hefestión asistió a Alejandro en su campaña para someter el resto de ciudades estado griegas y aventurarse en el continente asiático.

Su primera acción militar fue probablemente, todavía en tiempos de Filipo II, en una ofensiva contra los tracios, estando Alejandro como regente en Macedonia, seguida de una campaña en el Danubio (342 a.C) y de la batalla de Queronea (338 a.C). Más adelante se menciona, asimismo, que fue herido en un brazo en la batalla de Gaugamela, donde se le cita como el «comandante de los guardaespaldas» (somatophylakes), un escuadrón dedicado a proteger al Rey.

¿Una relación homosexual?

Ya en Asia, sus dotes como comandante en el campo de batalla no fueron especialmente apreciados, pero Alejandro confiaba de forma ciega en su consejo y en sus conocimientos de logística. Se encargó de tareas complejas como las de repoblar ciudades y asegurar el traslado de los ejércitos. Además de misiones diplomáticas y de tacto suave. Sin ir más lejos, Hefestión fue designado por su amigo y Rey para que verificara el linaje y protegiera a los nobles que estaban siendo maltratados tras la conquista de Babilonia: porque le interesaba tener a la aristocracia persa de su lado.

En Babilonia, Hefestión se convirtió en «quiliarca» (hazarapatish), es decir, el segundo al mando con funciones administrativas y políticas de «gran visir». El primero después del Rey. Casi un miembro de la familia real. Y conforme a este cargo le fue entregada en matrimonio una de las hijas del Rey persa derrocado, Darío III.

Jared Joseph Leto interpreta a Hefestión en la película de 2004

Jared Joseph Leto interpreta a Hefestión en la película de 2004

De nadie se fiaba Alejandro más que de él; ni siquiera de Crátero, que pasaba por ser el mejor conectado con la aristocracia y el ejército macedonio y cuyo nombre pronunció en su lecho de muerte al ser interrogado sobre quién debía conducir sus ejércitos. «A Crátero» (Krater’oi), respondió Alejandro según algunos. «Al más fuerte» (Krat’eroi), quisieron entender otros. Sus contemporáneos creían que «el amor que sentía Crátero en nada era inferior al de Hefestión», la diferencia estaba en que «Crátero , efectivamente, ama a su Rey, Hefestión en cambio ama a Alejandro».

¿Acaso era un amor más allá de la amistad? En la película que Oliver Stone realizó en 2004 sobre el conquistador macedonio, así como en cierta literatura, se presenta a Alejandro como alguien abiertamente homosexual. Sin embargo, por su biografía conocida se desprende que se casó con varias princesas de los territorios persas que conquistó (Roxana, Barsine-Estatira y Parysatis) y fue padre de al menos dos niños. Los relatos históricos que describen las relaciones sexuales de Alejandro con Hefestión y con Bagoas –un eunuco con el cual Darío III había intimado y que luego pasó a propiedad del conquistador– fueron escritos siglos después de su muerte. A falta de fuentes directas sobre este aspecto, es imposible determinar cuál fue la naturaleza exacta de la vinculación del macedonio con estos supuestos amantes.

De haberse producido con Hefestión, en cualquier caso, hubiera sido obligatoria mantenerla con discreción puesto que se trataba del tipo de homosexualidad entre adultos que estaba estigmatizada en Grecia, salvo que hubiera sido algo limitado a la adolescencia. No así la mantenida con un esclavo como Bagoas, que permitía con todo salvar la «virilidad» de Alejandro, tan apreciada por los griegos.

Hefestión enfermó durante los juegos que se celebraron en la corte. Sufría náuseas, fiebre alta y probablemente hinchazón en el estómago

En otra muestra de confianza, Alejandro nombró a Hefestión ministro y segundo al mando antes de iniciar la campaña para invadir los confines de la India. Llevada al límite la expansión de su imperio, el ejército de Alejandro regresó de su inacabada incursión para poner en orden los asuntos de un imperio repleto de fuegos a medio apagar. En este contexto de desconfianza, al acercarse el otoño de 324 a. C. Alejandro y sus generales se acuartelaron en la ciudad de Ecbatana para pasar el invierno.

Fue entonces cuando Hefestión enfermó durante los juegos que se celebraron en la Corte. Sufrió náuseas, fiebre alta y probablemente hinchazón en el estómago. Después de tres días, y de recibir tratamiento médico, pareció que su salud estaba mejorando hasta que se derrumbó sin remedio.

La pieza irremplazable de Alejandro

Según relatan las crónicas de su viaje, Alejandro se volvió loco de dolor al conocer la muerte de su amigo. Se hizo afeitar la cabeza, canceló todos los festejos y, según el relato del historiador Arriano de Nicomedia, crucificó al médico que había atendido a Hefestión. Además, el conquistador partió para Babilonia con el cadáver de su amigo, donde celebró fabulosos juegos funerales en su recuerdo y preparó un gran mausoleo. Pretendió convertirlo en una divinidad de la nueva religión que él mismo representaba.

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Familia del Rey persa ante Alejandro Magno y su amigo Hefestión tras la batalla de Issus.

El envenenamiento se planteó como opción más plausible en una Corte que había demostrado (y lo seguiría haciendo) la facilidad que tenía de recurrir a la eliminación de los rivales políticos. No obstante, estudios posteriores, sin ser capaz de descartar la intervención de algún veneno, se inclinan a que fue víctima de una fiebre tifoidea.

Todavía trastornado por la muerte de su amigo Hefestión, Alejandro cayó enfermo el 2 de junio del 323 a. C. durante un banquete en el palacio de Nabucodonosor II de Babilonia. Tras una noche de borrachera, en la que bebió grandes cantidades de vino, la salud del emperador se deterioró en pocos días. Durante casi dos semanas, Alejandro padeció fiebre alta, escalofríos y cansancio generalizado, unido a un fuerte dolor abdominal, náuseas y vómitos.

El 13 de junio, cuando le faltaba poco más de un mes para cumplir los 33 años de edad, falleció el dueño de medio planeta sin dejar un heredero. Con Hefestión muerto y Crátero a muchos kilómetros del lecho de muerte; el manual macedonio de violencia política era claro al respecto. Habría guerra. Larga, sangrienta y, por supuesto, demoledora para el Imperio macedonio.

 

16 noviembre 2016 at 2:30 pm Deja un comentario

La Batalla de Gaugamela

Tal día como hoy -1 de octubre- del año 331 a. C., tuvo lugar una de las más célebres batallas de la antigüedad: la Batalla de Gaugamela (Γαυγάμηλα), que enfrentó al ejército de Alejandro Magno de Macedonia con las tropas del rey persa Darío III. Esta batalla, también llamada Batalla de Arbela, terminó con una aplastante victoria de los macedonios y supuso el principio del fin del Imperio Persa. 

Para el encuentro con las tropas macedonias, Darío eligió una llanura donde poder delplegar sus fuerzas, superiores en número; sin embargo, la ubicación de Gaugamela no se ha establecido definitivamente. Supuestamente, la batalla se celebró cerca de una colina  con forma de joroba de camello, de donde derivaría el nombre etimológico: Tel Gomel tel Gahmal, que se traduce como «Monte del camello» en hebreo. La opinión mayormente aceptada acerca de su ubicación es en la actual Irak, en una zona al este de Mosul.

Durante dos años después de la Batalla de Issos, Alejandro procedió a ocupar la costa mediterránea y Egipto. A continuación avanzó hacia Siria, hacia el corazón mismo del imperio persa. Cruzó los ríos Éufrates y Tigris sin ningún tipo de oposición. La respuesta de Darío fue crear un ejército masivo, aprovechando hombres procedentes de todos los rincones de su imperio. Según algunos historiadores contemporáneos logró reunir alrededor de 100.000 hombres, con los que esperaba poder aplastar a Alejandro.

Como es lógico, las cifras relativas al tamaño de los ejércitos difieren notablemente según las fuentes. Muchos estudios modernos sugieren que el ejército persa no debió ser mayor de 50.000 unidades, debido a que la logística sobre el terreno de un ejército mayor de este número era extremadamente difícil en ese momento. Sin embargo, es posible que el ejército persa pudiera tener más de 100.000 hombres. Una estimación es que hubo 25.000 peltastas, 10.000 inmortales, 2.000 hoplitas griegos, 1.000 bactrianos, 40.000 jinetes, 200 carros y 15 elefantes de guerra.

Alejandro, por su parte,  comandaba las fuerzas de su reino griego de Macedonia y las de su aliados de Tracia y de la Liga de Corinto. Según Arriano, el historiador más fiable de Alejandro, su ejército estaba formado por 40.000 infantes y 7.000 jinetes.

Algunas de las maniobras desplegadas en esta guerra ilustran aún hoy los manuales en las academias militares como ejemplo de estrategia y perspicacia bélica. Así, durante la batalla, Alejandro utilizó una estrategia inusual que sólo se ha desplegado un par de veces a lo largo de la historia: Su plan era que la mayor parte posible de la caballería persa se acumulara en los flancos. El objetivo era crear una brecha dentro de la linea enemiga para asestar a Darío un golpe decisivo en el centro. Esto requería una sincronización perfecta en la maniobra y el propio Alejandro fue el primero en actuar. Forzó a Darío a atacar y, aunque éste tenía el referente de Issos contra una formación similar y por tanto cierta renuencia a dar el primer paso, finalmente se vio obligado y atacó. 

Es imposible calcular las bajas de esta batalla. Algunos historiadores antiguos hablan de 300.000 persas muertos y solamente 100 macedonios y 1.000 caballos. Otros más modernos las estiman en 40.000 muertos persas y 5.000 macedonios. En todo caso, Darío consiguió escapar de la batalla con un pequeño grupo de sus fuerzas. Pero la derrota persa tuvo consecuencias inmediatas: el Imperio persa se dividió en dos mitades -el Este y el Oeste. En su huida, Darío dio un discurso a lo que quedaba de su ejército; en su ánimo albergaba la esperanza de poder organizar otro ejército para hacer frente a de nuevo a Alejandro. Al tiempo, envía cartas a los sátrapas orientales pidiéndoles su lealtad. Pero los sátrapas tenían otras intenciones: Besso asesinó a Darío, antes de huir hacia el este. Alejandro le persiguió, le capturó y le ejecutó al año siguiente. La mayoría de los sátrapas persas fueron a jurar lealtad a Alejandro y se les permitió mantener sus posiciones. Sin embargo, se considera tradicionalmente que el Imperio Persa inició su declive con la muerte de Darío.


Mosaico romano. Detalle de la batalla entre Alejandro Magno y el rey persa Darío. Casa del Fauno en Pompeya. Museo Arqueológico Nacional. Nápoles
Procedencia de la imagen: http://www.flickr.com/photos/33563858@N00/344577179

1 octubre 2008 at 7:05 pm Deja un comentario


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Reunificación de los Mármoles del Partenón

"Hacemos un llamamiento a todos aquellos que en el mundo creen en los valores e ideas que surgieron a los pies de la Acrópolis a fin de unir nuestros esfuerzos para traer a casa los Mármoles del Partenón". Antonis Samaras, Ministro de Cultura de Grecia

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