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Los Idus sangrientos de marzo: el auténtico asesinato de Julio César

  • El dictador consiguió defenderse durante unos segundos y atacó a Bruto en el muslo con un punzón. Ya herido de muerte, se cubrió la cara con su túnica en un último intento por dignificar su apariencia.
  • La cuenta de Twitter @antigua_roma se ha propuesto este año contar de una forma diferente la muerte de Julio César desde el epicentro de esta ciudad

Muerte de César, de Carl Theodor von Piloty. – Wikimedia

Fuente: CÉSAR CERVERA  |  ABC
15 de marzo de 2017

Casca apuñala en la nuca a Julio César, mientras los otros le secundan en la acción incluido Bruto. César dice en ese momento: «Et tu, Bruté?», lo cual se traduce en «¿Y tú, Bruto?» (¿También tú, Bruto?). Así escenifica William Shakespeare –inspirado en la versión del historiador Suetonio– la muerte del dictador romano y la puñalada final de Marco Junio Bruto, hijo de Servilia (amante de César), en una de sus obras trágicas más famosas. Sin embargo, cualquiera parecido con la realidad es pura coincidencia. Después de recibir 23 heridas, aunque paradójicamente solo una de ellas resultó mortal, parece poco probable que todavía tuviera fuerzas para lanzar una cita tan teatral. Al contrario, César consiguió defenderse durante unos segundos e hirió a Bruto en el muslo con un punzón. Herido de muerte, se cubrió la cara con su túnica en un último intento por dignificar su apariencia.

La cuenta de Twitter @antigua_roma (dedicada a la divulgación de los hechos significativos de la Antigua Roma) se ha propuesto este año contar de una forma diferente y original la auténtica muerte de Julio César. Desde ayer y durante todo el día de hoy, 15 de marzo, la cuenta va narrando los detalles de la conjura contra el dictador y los lugares que pisó el Divino Julio en su último día sobre la faz de la tierra. «Desde hace un tiempo hemos incluido en nuestra cuenta retransmisiones en vídeos en lugares históricos. Los Idus de Marzo siempre es un día importante y queríamos hacer algo especial este año», explica Néstor F. Marqués, principal responsable del proyecto divulgativo que ya lleva cinco años presente en redes sociales. Para dar más vivacidad a la retransmisión, este joven arqueólogo cubrirá las actividades conmemorativas que organiza cada año Roma, resistente a olvidar dos milenios después a su dictador.

«Se escenifica el asesinato en las proximidades de donde ocurrió (en el Área Sacra de Largo Argentina, junto a la Curia de Pompeyo) y luego se celebra una suerte de funeral. Hay muchos romanos que dejan flores en los días siguientes», apunta F. Marqués.

Camino a la dictadura

Nacido el 13 de julio del año 100 a. C, Cayo Julio César tuvo una carrera política mucho más convencional de lo que tradicionalmente se ha considerado. Tras la muerte del dictador Sila, que recelaba de Julio César por sus lazos familiares con Cayo Mario, el joven patricio ejerció por un tiempo la abogacía y fue pasando por distintos cargos políticos. En 70 a.C., César sirvió como cuestor en la provincia de Hispania y luego como edil curul en Roma. Dado a endeudarse para ganarse la simpatías del pueblo, la generosidad de Julio César se hizo famosa en la ciudad y le permitió en 63 a.C. ser elegido praetor urbanus al obtener más votos que el resto de candidatos a la pretura.

Busto de Julio César en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles

Su carrera política, no en vano, dio un salto definitivo cuando fue elegido cónsul gracias al apoyo de dos poderosos aliados políticos –Cneo Pompeyo Magno y Marco Licinio Craso–, los hombres con los que César formó el llamado Primer Triunvirato. Al terminar el consulado, fue designado procónsul de las provincias de Galia Transalpina, Iliria y Galia Cisalpina, desde donde regresó convertido en un gran héroe militar y en el dominador de los pueblos galos.

La muerte de Craso en una desastrosa campaña contra el Imperio parto hizo añicos el Triunvirato y enfrentó a Pompeyo contra César. Tras una guerra civil que duró cuatro años, César volvió victorioso a Roma a finales de julio del año 46 a. C. La victoria total de su facción dotó a César de un poder enorme y el Senado se apresuró a legitimar su posición nombrándolo dictador por tercera vez en el año 46 a. C. por un plazo sin precedentes de diez años.

La benevolencia mostrada por el dictador, que no solo perdonó la vida a la mayoría de los senadores que se habían enfrentado contra él durante la guerra, sino que incluso les otorgó puestos políticos, se reveló con el tiempo como un error político de bulto. La mayoría de los 60 senadores implicados en su asesinato habían sido amnistiados previamente por el dictador.

Ni la gratitud ni la amistad disuadieron a los conspiradores de sus intenciones, que afirmaron haber matado al tirano por salvaguardar la República

Marco Junio Bruto, sobrino de Catón «El joven», había combatido junto a César en la Galia y después contra él durante la guerra civil. Por su parte, Cayo Casio Longino, quizás el principal cabecilla de la conspiración, ejerció como legado para él después de combatir primero en el bando de Pompeyo. Otro conspirador, Cayo Trebonio, había servido durante muchos años en el alto mando de Julio César durante las campañas de la Galia. Pero ni la gratitud ni la amistad disuadieron a los conspiradores de sus intenciones, que afirmarían haber matado al tirano por salvaguardar la República y, sin embargo, solo consiguieron acelerar la caída de una institución que llevaba un siglo tambaleándose. Su final se vislumbraba desde que la derrota final de Aníbal había requerido buscar enemigos internos.Pero más allá de los asuntos políticos, que tenían como trasfondo la lucha entre distintas familias de la aristocracia, el asesinato del dictador escondía un factor simbólico. Julio César decía descender de los Reyes de Alba Longa –una ciudad absorbida por Roma poco después de su fundación– y solía vestir por esta razón con una túnica de mangas largas y botas de media caña de cuero rojo. Por su parte, Bruto pertenecía a la estirpe de Lucio Junio Bruto, que en torno al año 509 a.C. acabó con el último rey de Roma, Tarquinio «El Soberbio», aunque ciertamente entre muchos de sus contemporáneos había dudas de que la afirmación fuera cierta.

La imagen de un grupo de senadores poniendo fin al dictador que aspiraba, supuestamente, a convertirse en rey, el tirano, impulsó a los conspiradores más dubitativos a participar en el magnicidio.

El día del magnicidio: «¡Cuídate de los idus!»

Como explica Adrian Goldsworthy en su biografía de Julio César, el día previo al asesinato, la esposa del dictador, Calpurnia Pisonis, tuvo una pesadilla donde advirtió el asesinato de su marido. Dado que Calpurnia no era dada a supersticiones, se dice que el dictador aceptó quedarse en casa y envió un mensaje al Senado para informarles de que la mala salud le impedía abandonar su casa para llevar a cabo ningún asunto público. Sin embargo, Décimo Bruto –otro de los conspiradores– consiguió convencer finalmente a César de que acudiera a la cámara, ya que en pocos días iba a ausentarse del país y debía dejar los asuntos políticos convenientemente atados. También se ha considerado, según la tradición, que el profesor de griego Artemidoro entregó un manuscrito a César a la puerta del Senado avisándole de la conspiración, pero éste no llegó a abrirlo a tiempo.

Hasta principios del año 44 a.C. César había contado, además, con la protección de una escolta de auxiliares hispanos, a los que había licenciado como demostración de normalidad política en cuanto el Senado aprobó prestarle un juramento de lealtad. El 15 de marzo (día de buenos augurios según la tradición romana) acudió al Senado sin más protección que la compañía de sus colaboradores más cercanos. Una vez dentro del edificio público, los conspiradores se encargaron de llevarse a Marco Antonio a un lugar apartado. Los asesinos eran conscientes de que el lugarteniente de César era un hombre corpulento y dado a arranques de ira.

Muerte de César, de Jean-Léon Gérôme, 1867

Antes de que diera comienzo la reunión senatorial, los conspiradores se apiñaron en torno al dictador fingiendo pedirle distintos favores. Lucio Tilio Címber, que había servido a las órdenes del César, le reclamó que perdonara a un hermano suyo que se encontraba en el exilio. Mientras el dictador romano trataba de calmar al grupo, Címber tiró de la toga de César y mostró su hombro desnudo: era la señal acordada. Casca sacó su daga y le apuñaló, pero solo fue capaz de arañar el cuello del dictador. Según algunas versiones, César agarró los brazos de Casca y forcejeó con él intentando desviar la daga.

El general romano no solo se defendió por unos segundos de los ataques, sino que fue capaz de sacar un afilado estilo (un punzón) y herir a varios hombres, al menos a dos, incluido a Bruto en un muslo. Tras el ataque de Casio, los otros conjurados se unieron a la lucha propinando a César numerosas estocadas y tajos. Solo dos senadores de los presentes trataron de ayudar al dictador, pero no consiguieron abrirse camino.

Sin que sea posible de comprobar, puesto que las fuentes presentan distintas versiones, Marco Bruto fue uno de los últimos en acuchillar a César, con una herida en la ingle. A él se habría dirigido supuestamente el dictador para decir sus últimas famosas palabras: «Tú también hijo mío». Con 23 cortes y puñaladas en su cuerpo (aunque solo una realmente mortal), Julio César se cubrió la cabeza con su túnica púrpura en un último esfuerzo por mantener la dignidad y cayó desplomado junto al pedestal de la estatua de Pompeyo, su otrora máximo rival.

El momento cumbre del funeral llegó cuando Antonio leyó a viva voz el testamento de César, que incluía la donación de unos amplios jardines junto al Tíber al pueblo de Roma

El pánico se propagó a continuación por la sala. Los senadores que no tenían manchada la ropa de sangre huyeron del lugar enseguida. Durante un tiempo, toda Roma quedó anonadada sin decidir si aquello era el comienzo de una nueva guerra civil o el origen de los festejos por la muerte de un tirano. Marco Antonio se reunió con los conspiradores en privado y obtuvo permiso para que César tuviera un funeral público en el Foro. En línea con el famoso discurso que Shakespeare puso en boca de Marco Antonio en su drama, el leal amigo de César aprovechó el acto para ensalzar las virtudes del fallecido dictador, al mismo tiempo que lanzaba velados reproches a los conspiradores: «Los hombres más honrados».El momento cumbre del funeral llegó cuando Antonio leyó a viva voz el testamento de César, que incluía la donación de unos amplios jardines junto al Tíber al pueblo de Roma y un regalo en metálico a todos los ciudadanos. Después del anuncio se produjeron disturbios y ataques contra las viviendas de los conspiradores. Ahora sí, el pueblo de Roma se había convencido de que no se celebraba la muerte de un tirano. Paradójicamente, el leal seguidor del dictador Helvio Cinna fue asesinado ese día por la turba que le confundió con uno de los conspiradores, Cornelio Cinna.

Desde que se hizo público el testamento, el sobrino nieto de Julio César, Octavio, de 18 años, asumió el papel de hijo adoptivo del dictador y cambió su nombre por el de Cayo Julio César Octavio. Al principio, combatió junto al Senado y varios de los conspiradores contra Antonio, que no tardó en atraer a su bando a las legiones que todavía eran fieles a la memoria de Julio César. No en vano, Cayo Julio César Octavio –el futuro Emperador Augusto– terminó uniéndose a Antonio y a Lépido, otro de los fieles de Julio César, para formar el Segundo Triunvirato y dar caza a los asesinos de los idus de marzo.

En el plazo de tres años, prácticamente todos los conspiradores fueron ajusticiados, sin que observaran para entonces ni la más leve sombra de la famosa clemencia del tirano al que tanto se habían afanado en eliminar.

Cinco preguntas a Néstor F. Marqués

–¿Qué es Antigua Roma al día?

–Es un proyecto de difusión cultural a través de redes sociales que nació hace cinco años en Twitter. Tenemos contenido de entretenimiento, efemérides, difusión de curiosidades históricas, pero, sobre todo, nos gusta dar voz a los arqueólogos e historiadores. Recientemente he estrenado el formato por vídeo y, aprovechando que los Idus de marzo es una fecha muy importante en la Antigüedad, ha surgido esta iniciativa de contar sobre el terreno la muerte del dictador de una república moribunda.

–¿Cómo empezó el proyecto?

–Empezó como el hobby de un joven arqueólogo y se está convirtiendo en uno de los proyectos más importantes de mi vida. En un medio dominado por el humor y la actualidad como es Twitter, hemos logrado introducir conocimiento e información cultural. La gente se sorprende al descubrir que muchas de las cosas que damos por hecho, como son los días de la semana, en realidad vienen de la época de los romanos.

–¿Cuál es tu valoración personal sobre Julio César?

–Es necesario ver a Julio César y a todos los personajes de su tiempo con perspectiva histórica para comprender por qué se comportaron como lo hicieron. Él fue un militar, un brillante estratega, pero no un buen político. Carecía de las sutilezas políticas que sí tenía Octavio, que era un genio político que cambió nuestra historia e inició el periodo imperial. Octavio, luego proclamado César Augusto, creó un imperio con la ficción persistente de que él había restaurado la República. Su primer acto político fue divinizar a Julio César para poder convertirse en el hijo de un dios.

–¿Sigue mitificado el asesinato de Julio César por la literatura y el cine?

–La historia se deforma hasta límites insospechados. En el caso del asesinato de Julio César sabemos puñalada a puñalada lo que ocurrió y lo que fueron sus supuestas últimas palabras por las fuentes antiguas. Si bien solo dos autores clásicos ponen palabras en su boca, entre ellos Suetonio, la frase exacta es «¿tú también, hijo mío?», sin entrar a matizar que se refiriera o no a que Bruto era su hijo. Hay muchos desvaríos sobre estas últimas palabras y William Shakespeare tiene buena culpa de ello.

–Después de este directo histórico, ¿os planteáis hacer algo parecido en los próximos meses?

–Otro punto claro en el calendario clásico es la erupción del Vesubio en 79 d.C. Hay bastante documentación para ir retransmitiendo también endirecto el suceso. Ese será probablemente mi siguiente proyecto.

 

15 marzo 2017 at 1:49 pm Deja un comentario

Roma asiste de nuevo al asesinato de Julio César

2.060 años después, Julio César volvió a ser asesinado en Roma este mes de marzo

Fuente: ROME REPORTS   19/03/2016

Eso representó el Gruppo Storico Romano de teatro junto a las excavaciones de la zona de Largo Argentina. Allí, en el entonces Teatro de Pompeyo, se cree que sucedió el primer gran magnicidio de la historia.

OSCAR DAMIANI
Senador Cimbro
«Fue asesinado por una conjura de los senadores comandada por Bruto, que era su hijo adoptivo, y un alumno de César, junto a Casio, que era el alma de la conjura. Exactamente sucedió ahí”.

Era el año 44 antes de Cristo en la capital del gran imperio de la época. Julio César había alcanzado un gran poder, pero algunos de sus enemigos estaban dentro del Senado y comenzaron a conspirar contra él. ¿Se esperaba la traición?

GIUSEPPE TOSTI
Julio César
«Era una época agitada en ese aspecto, muchos eran asesinados, así que seguro que no estaba tranquilo, pero creo que aquel día no se lo esperaba. Si no, no habría ido”.

Fue su querido Bruto el que le convenció para acudir al Senado, a pesar de que un adivino le había advertido del peligro que corría en esa época del año, los Idus de marzo.

«Los idus de marzo han llegado, pero todavía no se han acabado”.

El ansia de poder de algunos senadores o sus ganas de restaurar la República desembocaron en las 23 puñaladas que propinaron a Julio César. Aunque hubo una, cuenta la historia, que le dolió más que ninguna.

«¿También tu, Bruto, hijo mío?”.

PAOLO ZILLI
Curión (Senador fiel a Julio César)
«Sus fieles no sabíamos que había esta conjura. Después nos enfadamos con los asesinos porque Julio César fue mucho más querido de lo que pueda creerse. Era un personaje extraordinario que ha legado a los siguientes emperadores, incluso de muchos años después, ideas para la política interior y exterior”.

Su historia ha sido contada después miles de veces, desde la famosa obra teatral de Shakespeare a las historias de Astérix. Pocas veces, sin embargo, existe la oportunidad de verla representada junto al mismo lugar de los hechos.

22 marzo 2016 at 6:56 pm Deja un comentario

Cuídate de los idus de marzo

  • César recibió 23 puñaladas en el Teatro de Pompeyo
  • Recibió varios avisos y premoniciones, pero no les hizo caso

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Fuente: Víctor Bejega  |  Diario Digital de León  15/03/2016

Pocas figuras han trascendido la Historia como Cayo Julio César, y pocos asesinatos son tan famosos. Miles de páginas se han escrito sobre su persona, sus logros, su muerte. Relatos históricos y fantásticos, e incluso aportes desde la Arqueología, con el descubrimiento en 2012 de los restos del Teatro de Pompeyo, donde se produjo el crimen.

Las luchas políticas de Roma durante el último siglo habían sido duras. Dos facciones, optimates y populares, se habían configurado en defensa de intereses diversos. Los optimates, representantes de la aristocracia más reaccionaria e inmovilista. Los populares, apoyados en las crecientes clases populares de Roma. Personajes tan relevantes como los hermanos Graco, Cayo Mario, Sila o Cneo Pompeyo, habían jugado un importante papel en esta lucha fratricida.

Vincenzo Camuccini, "Morte di Cesare", 1798,

La debilitada facción optimate, sin embargo, consideraba que la acumulación de poder de César, tanto político como religioso, eran el paso previo a la reinstauración monárquica. Con esa premisa, Cayo Casio Longino lidera un complot para asesinar a su enemigo.

A pesar de numerosos avisos y premoniciones, César se dirigió hacia el Foro la mañana de los idus de marzo (15 de marzo actual) del año 44 a.C. Dirigido hacia el Teatro de Pompeyo, bajo el engaño de presentarle una petición, Servilio Casca le tira de la toga y lanza la primera cuchillada. Según los autores antiguos, César respondió tratando de defenderse y llamando a su agresor villano y sacrílego, tanto por agredir al Pontifex Maximus como por portar armas en el Senado. Le siguieron 22 puñaladas más, de un grupo de 60 senadores entre los que se encontraba Marco Junio Bruto.

El gran hombre, cayó al suelo empapado en sangre, justo debajo de una estatua de Pompeyo. Según algunos autores, César gritó «Bruto, ¿tú también, hijo mío?«, según Plutarco, simplemente se cubrió la cabeza con la toga. La noticia del asesinato recorrió Roma, generando un clima de tensión. Los asesinos huyeron rápidamente, mientras que los partidarios de César, temerosos de la magnitud del complot, tardaron en reaccionar para recuperar el cuerpo.

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La reacción popular ante la muerte de César fue magníficamente aprovechada por Marco Antonio, a través de un discurso fúnebre incendiario, que consiguió que los asesinos huyeran de Roma. El cadáver de César fue incinerado y la plebe arrojó cientos de objetos para reavivar la hoguera. Había muerto el hombre, había nacido la leyenda.

Su muerte desencadenó una nueva etapa política, apasionante, con una carrera por vengar el asesinato y derrotar a los optimates, pero también por erigirse heredero de Julio César y constituirse como la primera figura de Roma, que culminaría con el establecimiento del Imperio de la mano de Cayo Julio César Octaviano, Augusto.

El legado de Cayo Julio César, llega a nuestros días. Sus proyectos políticos y militares fueron desarrollados durante el Imperio, fue divinizado, creó la base del actual calendario y su figura sigue fascinando más de dos mil años después.

15 marzo 2016 at 2:38 pm 1 comentario

La verdadera muerte de Julio César: 23 cortes y dos asesinos heridos

Lejos de la teatralidad, el dictador romano se defendió del ataque de los senadores con un punzón y consiguió herir en el muslo a Marco Bruto, el más emblemático miembro de la conspiración

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La muerte de Julio César de F. H. Fuger / WIKIPEDIA

Fuente: CÉSAR CERVERA  >  MADRID  |  ABC        13/07/2015

Casca apuñala en la nuca a Julio César, y los otros le secundan en la acción, terminando por Bruto. César dice en ese momento: «Et tu, Bruté?», lo cual se traduce en «¿Y tú, Bruto?» – ¿También tú, Bruto? –. Así escenifica William Shakespeare –inspirado en la versión del historiador Suetonio– la muerte del dictador romano y la puñalada final de Marco Junio Bruto, hijo de Servilia (amante de César), en una de sus obras trágicas más famosas. Sin embargo, cualquiera parecido con la realidad es pura coincidencia. Después de recibir 23 heridas, aunque paradójicamente solo una de ellas resultó mortal, parece poco probable que todavía tuviera fuerzas para lanzar una cita tan teatral. Al contrario, César consiguió defenderse durante unos segundos e hirió a Bruto en el muslo con un punzón. Ya herido de muerte, se cubrió la cara con su túnica en un último intento por dignificar su apariencia.

Nacido el 13 de julio del año 100 a. C. Cayo Julio César tuvo una carrera política mucho más convencional de lo que tradicionalmente se ha considerado siempre. Tras la muerte del dictador Sila, que recelaba de Julio César por sus lazos familiares con Cayo Mario, el joven patricio ejerció por un tiempo la abogacía y fue pasando por distintos cargos políticos. En 70 a.C., César sirvió como cuestor en la provincia de Hispania y luego como edil curul en Roma. Dado a endeudarse para ganarse la simpatías del pueblo, la generosidad de Julio César se hizo famosa en la ciudad y le permitió en 63 a.C. ser elegido praetor urbanus al obtener más votos que el resto de candidatos a la pretura. Su carrera política, no en vano, dio un salto definitivo cuando fue elegido cónsul gracias al apoyo de sus dos aliados políticos –Cneo Pompeyo MagnoMarco Licinio Craso– los hombres con los que César formó el llamado Primer Triunvirato. Al terminar el consulado, fue designado procónsul de las provincias de Galia Transalpina, Iliria y Galia Cisalpina, desde donde regreso convertido en un gran héroe militar que había logrado someter a los pueblos galos.

El final del Triunvirato da inició a la guerra civil

La muerte de Craso en una desastrosa campaña contra el Imperio parto rompió en añicos el Triunvirato y enfrentó a Pompeyo contra César. Tras una guerra civil que duró cuatro años, César regresó victorioso a Roma a finales de julio de 46 a. C. La victoria total de su facción dotó a César de un poder enorme y el Senado se apresuró a legitimar su posición nombrándolo dictador por tercera vez en el año 46 a. C. por un plazo sin precedentes de diez años. La benevolencia mostrada por el dictador, que no solo perdonó la vida a la mayoría de los senadores que se habían enfrentado contra él durante la guerra, sino que incluso les otorgó puestos políticos, se reveló con el tiempo como un error político de bulto. La mayoría de los 60 senadores implicados en su asesinato habían sido amnistiados previamente por el dictador.

 Escultura de Julio César, por Nicolas Coustou / ABC


Escultura de Julio César, por Nicolas Coustou / ABC

Marco Junio Bruto, sobrino de Catón «El joven», había combatido junto a César en la Galia –al que le unía la amistad y un delicado parentesco, su madre era amante del dictador– y después contra él durante la guerra civil. Por su parte, Cayo Casio Longino, quizás el principal cabecilla de la conspiración, ejerció como legado para él después de combatir primero en el bando de Pompeyo. Otro conspirador, Cayo Trebonio, había servido durante muchos años en el alto mando de Julio César en las campañas de la Galia. Ni la gratitud ni la amistad disuadieron a los conspiradores de sus intenciones, que afirmaron haber matado al tirano por salvaguardar la República, y, sin embargo, solo consiguieron acelerar la caída de una institución que llevaba un siglo tambaleándose. Su final se vislumbraba desde que la derrota final de Aníbal había requerido buscar enemigos internos.

Pero más allá de los asuntos políticos, que tenían como trasfondo la lucha entre distintas familias de la aristocracia, el asesinato del dictador escondía un factor simbólico. Julio César decía descender de los Reyes de Alba Longa –una ciudad absorbida por Roma poco después de su fundación– y solía vestir por esta razón con una túnica de mangas largas y botas de media caña de cuero rojo. Por su parte, Bruto pertenecía a la estirpe de Lucio Junio Bruto, que en torno al año 509 a.C. acabó con el último rey de Roma, Tarquinio «El Soberbio», aunque ciertamente entre muchos de sus contemporáneos había dudas de que la afirmación fuera cierta. La imagen de un grupo de senadores terminando con el hombre que aspiraba supuestamente a convertirse en rey, el tirano, impulsó a los conspiradores más dubitativos a acometer el magnicidio, además de conquistar el imaginario de Shakespeare.

El día del magnicidio: «¡Cuídate de los idus!»

El día previo al asesinato, la esposa de César Calpurnia Pisonis había tenido supuestamente una pesadilla donde advirtió el asesinato de su marido. Dado que Calpurnia no era dada a supersticiones, se dice que el dictador cedió quedarse en casa y envió un mensaje al Senado para informarles de que la mala salud le impedía abandonar su casa para llevar a cabo ningún asunto público. Sin embargo, Décimo Bruto –otro de los conspiradores– consiguió convencer finalmente a César de que acudiera a la cámara, ya que en pocos días iba a ausentarse fuera del país y debía dejar los asuntos políticos convenientemente atados. También se ha considerado según la tradición que el profesor de griego Artemidoro entregó un manuscrito a César a la puerta del Senado avisándole de la conspiración, pero éste no llegó a abrirlo a tiempo.

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La muerte de Julio César, por Jean-León Gérôme

Además, hasta principios del año 44 a.C. César había contado con la protección de una escolta de auxiliares hispanos, pero los había licenciado como demostración de normalidad política en cuanto el Senado aprobó prestarle un juramento de lealtad. El 15 de marzo de ese año acudió al Senado sin más protección que la compañía de sus colaboradores más cercanos. Una vez dentro del edificio público, los conspiradores se encargaron de llevarse a Marco Antonio a un lugar apartado. Los asesinos eran conscientes de que Marco Antonio, además de fiel a César, era un hombre corpulento y dado a arranques de ira. Antes de que diera comienzo la reunión senatorial, los conspiradores se apiñaron en torno al dictador fingiendo pedirle distintos favores. Lucio Tilio Címber, que había servido a las órdenes del César, le reclamó que perdonara a su hermano que se encontraba en el exilio. Mientras el dictador romano trataba de calmar al grupo, Címber tiró de la toga de César y mostró su hombro desnudo: era la señal acordada. Casca sacó su daga y le apuñaló, pero solo fue capaz de arañar el cuello del dictador. Según algunas versiones, César agarró los brazos de Casca y forcejeó con él intentando desviar la daga.

Marco Bruto fue uno de los últimos en acuchillar a César, con una herida en la ingle

El general romano no solo se defendió por unos segundos de los ataques, sino que fue capaz de sacar un afilado estilo (un puñal) y herir a varios hombres, al menos dos, incluido a Bruto en un muslo. Tras el ataque de Casio, los otros conjurados se unieron a la lucha propinando a César numerosas estocadas y tajos. Solo dos senadores de los presentes trataron de ayudar al dictador, pero no consiguieron abrirse camino. Sin que sea posible de comprobar, puesto que las fuentes presentan distintas versiones, Marco Bruto fue uno de los últimos en acuchillar a César, con una herida en la ingle, y al que habría dirigido el famoso «tú también hijo mío». Con 23 puñaladas en su cuerpo –aunque solo una realmente mortal–, Julio César se cubrió la cabeza con su túnica púrpura en un último esfuerzo por mantener la dignidad y cayó desplomado junto al pedestal de la estatua de Pompeyo, su otrora máximo rival.

En pánico se propagó por la sala, los senadores que no tenían manchada la ropa de sangre huyeron del lugar enseguida. Durante un tiempo, toda Roma quedó anonadada sin decidir si aquello era el comienzo de una nueva guerra civil o el origen de los festejos por la muerte de un tirano. Marco Antonio se reunió con los conspiradores en privado y obtuvo permiso para que César tuviera un funeral público en el Foro. En línea con el famoso discurso que Shakespeare puso en boca de Marco Antonio en su drama, el leal amigo de César aprovechó el acto para ensalzar las virtudes del fallecido dictador, al mismo tiempo que lanzaba velados reproches a los conspiradores, «los hombres más honrados». No obstante, el momento cumbre del funeral llegó cuando Antonio leyó a viva voz el testamento de César, que incluía la donación de unos amplios jardines junto al Tíber al pueblo de Roma y un regalo en metálico a todos los ciudadanos. Tras el anuncio se produjeron disturbios y ataques contra las viviendas de los conspiradores. Paradójicamente, el leal seguidor del dictador Helvio Cinna fue asesinado ese día por la turba que le confundió con uno de los conspiradores, Cornelio Cinna.

Busto de Marco Antonio en los Museos Vaticanos

Busto de Marco Antonio en los Museos Vaticanos

Desde que se hizo público el testamento, el sobrino nieto de Julio César, Octavio, de 18 años, asumió el papel de hijo adoptivo del dictador y cambió su nombre por el de Cayo Julio César Octavio. Al principio, combatió junto al Senado y varios de los conspiradores contra Antonio, que no tardó en levantar a las legiones que todavía eran fieles a la memoria de Julio César. No en vano, Cayo Julio César Octavio –el futuro Emperador Augusto– terminó uniéndose a Antonio y a Lépido, otro de los fieles de Julio César, para formar el segundo Triunvirato y dar caza a los asesino de los idus de marzo. En el plazo de tres años, prácticamente todos los conspiradores fueron ajusticiados sin que observaran ni la más leve sombra de la famosa clemencia del tirano al que tanto se habían afanado en eliminar.

13 julio 2015 at 8:36 am Deja un comentario

Marco Bruto, el patriota que asesinó a Julio César

Pese a los favores que recibió de César, Bruto encabezó la conjura que terminaría con la vida del dictador, pero fracasaría luego en su lucha para restablecer la libertad de la República

Artículo de Juan Luis Posadas. Universidad Nebrija (Madrid), Historia NG nº 112

Bruto

Adorado por sus amigos, admirado por los buenos, y no odiado por nadie, ni siquiera por sus enemigos, pues era un hombre de carácter benigno, magnánimo, ajeno a la ira, a la lujuria y a la ambición, y de ánimo firme e inflexible en lo honesto y en lo justo». Tal era la imagen de Marco Bruto ante sus contemporáneos, según recoge Plutarco en su biografía; un ejemplo del romano íntegro y patriota. Pero este mismo hombre fue el instigador, y uno de los ejecutores, de uno de los asesinatos políticos más célebres de la historia: el de Julio César.

Marco Junio Bruto nació hacia el año 85 a.C., en el seno de una ilustre familia romana. Todos los romanos recordaban a uno de sus antepasados, Lucio Junio Bruto, que en torno al año 509 a.C. acabó con el último rey de Roma, Tarquinio el Soberbio, dando así paso a la República. Su padre participó de lleno en las luchas civiles de la fase final de la República romana y pagó un alto precio por ello, pues en el año 77 a.C., cuando el joven Marco tenía apenas ocho años, fue ejecutado por Pompeyo tras ser capturado en Módena. Su madre fue Servilia Cepiona, mujer dominante a la vez que inteligente y rica, una de esas audaces romanas que participaron activamente en la vida política y social de finales de la República. Servilia era hermana de Servilio Cepión, de quien Bruto se convertiría en hijo adoptivo, y medio hermana de otro personaje insigne, Catón el joven, que le serviría de mentor. Pero el parentesco más discutido de Bruto fue el que se le atribuyó con el mismo Julio César. En efecto, su madre Servilia contrajo un segundo matrimonio con Junio Silano, durante el cual mantuvo una relación adúltera con Julio César. Los historiadores antiguos supusieron que César fue el verdadero padre de Bruto y que por ello el dictador mostró siempre una especial consideración a quien creía su hijo. Sin embargo, esto resulta prácticamente imposible, pues cuando Bruto nació César tenía tan sólo catorce o quince años y su relación con Servilia fue bastante posterior.

Un filósofo en campaña

Desde su adolescencia, Bruto emprendió la carrera de honores habitual de los aristócratas romanos. Tras ingresar muy pronto en el Senado, sirvió en el ejército, primero en Chipre, bajo el mando de su tío Catón, y luego en Cilicia. Su matrimonio con una joven de la familia Claudia, Claudia Pulcra, lo alineó con la facción más conservadora del Senado, opuesta a los ambiciosos políticos que trataban de conquistar el poder, como Pompeyo y César. En esta época, Bruto se había convertido ya en un hombre muy rico debido no sólo a su patrimonio familiar y al de su padre adoptivo, sino también a sus negocios privados, incluido el de prestamista a alto interés, y a lo que pudo requisar del patrimonio público durante su estancia en Chipre. Eso no le impidió cultivar sus intereses intelectuales, en particular la filosofía y la historia. Durante las campañas militares empleaba las horas libres en leer y escribir. Plutarco cuenta que en vísperas de una batalla, un día de gran calor, sin esperar a que llegaran los soldados con la tienda, comió un bocado «y mientras los demás dormían o pensaban en lo que ocurriría al día siguiente, él pasó toda la tarde escribiendo, ocupado en elaborar un compendio del historiador Polibio».

En el año 50 a.C., los senadores se enfrentaron a un dilema dramático: debían optar entre defender la causa de la República bajo un líder desacreditado, Pompeyo, o sumarse al golpe de Estado del mejor general romano del momento, Julio César. Bruto odiaba a Pompeyo por haber ordenado la muerte de su padre y su abuelo, que habían prestado su apoyo a la revuelta del ex cónsul Lépido tras la muerte del dictador Sila; Plutarco recuerda que Bruto, «cuando se encontraba con Pompeyo ni siquiera le saludaba». Pero también tenía motivos para odiar a César, por la relación de éste con su madre (y, según algunos, también con su hermanastra Junia). Finalmente, como republicano de corazón que era, optó por Pompeyo por considerar que su causa era más justa que la de César y marchó a alistarse en su ejército.

El perdón de César

La participación de Bruto en la guerra civil entre Pompeyo y César no fue muy destacada. Tras pasar algún tiempo acantonado en Sicilia, viendo que allí había poco que hacer, viajó por sus propios medios a Macedonia justo a tiempo para participar en la batalla final entre Pompeyo y César, en Farsalia, en el año 48 a.C. Según Plutarco, Pompeyo se maravilló de verle llegar a su tienda, y venciendo el desdén que sentía por su antiguo adversario «se levantó de su asiento y le abrazó como a persona muy distinguida y aventajada». En cuanto a César, ordenó a sus oficiales que respetaran la vida de Bruto; en caso de que se resistiera a ser capturado deberían dejarlo marchar. Sin duda pensaba en complacer así a su amante Servilia.

Tras su victoria en Farsalia, César perdonó la vida a Bruto, no se sabe si porque éste le escribió pidiéndole perdón o a ruegos de Servilia. En todo caso, Bruto se pasó decididamente al bando del vencedor. No tuvo reparo en descubrir que Pompeyo se había fugado a Egipto, donde el líder derrotado encontraría la muerte. En una de sus típicas muestras de clemencia calculada, César recompensó sus servicios concediéndole el cargo de gobernador de la Galia Cisalpina. Al año siguiente, cuando llegó el momento de decidir quién sería el próximo pretor urbano (la máxima autoridad judicial en Roma), César descartó al candidato que parecía más adecuado, Casio, y se inclinó por Bruto; otra muestra de favoritismo que alentó las sospechas sobre la paternidad secreta del dictador.

El salvador de la República

Bruto, sin embargo, no se sentía cómodo en su nueva situación, y fue así como en el año 45 a.C. decidió divorciarse de su mujer –en contra de la voluntad de su madre y provocando un gran escándalo en Roma– para casarse con Porcia, la hija de Catón el joven, el archienemigo de César, que acababa de suicidarse en Útica cuando se hallaba acorralado por las fuerzas del dictador. Sin duda, su nuevo matrimonio significaba una clara toma de partido por parte de Bruto. Algunos advirtieron a César de que su favorito se estaba volviendo en su contra, pero el dictador desechó las acusaciones y, tocándose el cuerpo con una mano, les decía: «Pues qué, ¿os parece que Bruto no ha de esperar el fin de esta carne?». Con esta frase quería decir que Bruto tenía en su mano convertirse en su sucesor natural en la más alta magistratura romana.

Pero Bruto empezó a escuchar los argumentos de Casio, que lo instaba a sublevarse contra el hombre que había acaparado todo el poder y actuaba como un tirano, pisoteando la libertad y dignidad de los auténticos romanos. Otros amigos le mostraban las estatuas de su antepasado Bruto, el que derrocó a Tarquinio, y le dejaban mensajes al pie de su tribunal de pretor que decían: «Bruto, ¿duermes?» y «En verdad que tú no eres Bruto». Finalmente, Bruto se implicó en la conspiración para matar a Julio César. Durante los preparativos de la acción, por la noche no podía ocultar a su esposa la agitación que lo embargaba, hasta que ésta le arrancó el secreto después de hacerse un profundo corte en el muslo para demostrarle su determinación. Fijado el día para el atentado, Bruto no faltó a la cita y fue uno más de los que clavaron su daga en el cuerpo de César hasta acabar con su vida.

Muerte en Filipos

Tras el magnicidio, Bruto y sus compañeros marcharon al Capitolio «con las manos ensangrentadas y, mostrando los puñales desnudos, llamaban a los ciudadanos a la libertad». Pero el pueblo romano, hábilmente manejado por Marco Antonio, reprobó la acción. Bruto marchó a Asia con una misión oficial, y de allí pasó a Creta y luego a Grecia.

A diferencia de Cicerón rechazó llegar a un acuerdo con Marco Antonio y Octavio, el futuro Augusto, pues «tenía firmemente resuelto no ser esclavo y miraba con horror una paz ignominiosa e indigna». De modo que en 43 a.C. organizó en Oriente, junto a Casio, un ejército para defender la causa de la República frente a Antonio y Octavio.

El choque definitivo tuvo lugar en las llanuras de Filipos, en el año 42 a.C. En realidad se libraron dos batallas. En la primera, Bruto derrotó a las fuerzas de Octavio, pero Casio fue vencido por Antonio y se quitó la vida. Tres semanas después, fue Bruto el derrotado. En un paraje retirado, desesperado ya de la vida y entre confusas parrafadas filosóficas, Bruto se suicidó arrojándose contra una espada sostenida con firmeza por su buen amigo y compañero en sus estudios de retórica, el griego Estratón.

Para saber más

Vidas paralelas. Vol. VII. Plutarco. Gredos, Madrid, 2009.

César, la biografía definitiva. Adrian Goldsworthy. La Esfera de los Libros, Madrid, 2007.

7 May 2013 at 7:22 am Deja un comentario

Los «Idus de marzo», un denario de récord

Los «Idus de marzo», el famoso denario de plata de Bruto que alude al asesinato de Julio César en los Idus de marzo del 44 a.C., fue adjudicado por 546.250 dólares en la subasta celebrada por la casa Heritage el pasado el 7 de septiembre en el Long Beach Convention Center de Los Ángeles (USA). Es el mayor precio jamás pagado en una subasta por una moneda de plata romana.

El célebre denario de Bruto con la leyenda “EID MAR” es considerado con justicia como la moneda más importante del mundo antiguo. Como prueba, solo basta mencionar el hecho de que obtuvo el primer puesto en la votación organizada por Harlan Berk entre algunos de los coleccionistas, curadores y numismáticos más importantes del mundo para su libro 100 Grandes Monedas Antiguas.

Esta moneda combina un singular atractivo estético con una excepcional importancia histórica y una gran rareza (hoy se conocen sólo unas 80), por lo que siempre ha alcanzado valores muy altos, especialmente cuando se trata de ejemplares en buen estado de conservación.

El ejemplar ahora subastado es uno de los mejores que se conocen (calificado como About extremely fine). Formó parte de algunas de las colecciones más distinguidas del siglo XX, y fue subastado por última vez por la casa suiza Numismatica Ars Classica en mayo del 2005, alcanzando un valor de poco más de 140.000 dólares.

Con información recogida del blog Monedas Antiguas, de Darío Sánchez Vendramini

28 septiembre 2011 at 6:27 pm Deja un comentario


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