Archive for 25 septiembre 2014

El Guadalquivir que se esconde en Sevilla

La aparición de un muro romano en el centro de la ciudad revela el antiguo cauce del río

Sevilla-Guadalquivir

Vista del Guadalquivir desde la Giralda en 2005 / GARCÍA CORDERO

La basura ha desmantelado en pleno centro de Sevilla lo que el paso del tiempo se empeñó en esconder bajo la tierra. La empresa Lipasam se disponía a preparar el suelo en la plaza de la Campana para soterrar unos contenedores, cuando los arqueólogos localizaron, en una de las catas previas, un muro romano del siglo I. El hallazgo revela el antiguo cauce del río Guadalquivir a su paso por la capital hispalense.

«Sabemos que es un muro, pero no podemos saber de qué se trata», afirma el arqueólogo de la Consejería de Cultura José Manuel Rodríguez Hidalgo, que asegura que en este caso es más certero descartar posibles utilidades del hallazgo que aventurarlas. Asevera, por ejemplo, que no se trata de parte de la muralla defensiva. «Esta estructura se encuentra a 80 o 90 metros fuera de la muralla romana», agrega Rodríguez, lo que significaría que podría corresponder a alguna construcción vinculada a la actividad portuaria.

Pero el río no siempre ha estado en el mismo sitio, según Rodríguez. «Se expande y se retrae», explica. En época romana la orilla del Guadalquivir estaba en la calle Sierpes y, posteriormente, en época islámica, se va alejando hasta situarse aproximadamente por la zona de plaza Nueva.

De la misma forma, el muro también varió con el paso del tiempo, fue restaurado en el periodo califal del siglo X y en época almohade se desmanteló una parte, comenta el arqueólogo. El fragmento que ha aparecido en la concurrida plaza tiene una profundidad de 3’5 metros aproximadamente, aunque se estima mayor y se desconoce su grosor exacto. La estructura está compuesta por dos filas de sillares paralelos y en medio presenta un material conocido como el hormigón romano, una mezcla fabricada con grava, escombros y distintas variedades de piedra, entre otros elementos.

La aparición de estos restos no es casual, señala Rodríguez, sino fruto de un procedimiento cautelar por la existencia de distintos estudios, como una investigación de Francisco Collantes de los años 50, que aventuraban la existencia de un muro de sillares en esta zona.

El hallazgo de la plaza de la Campana es el más impresionante, pero no el único que ha salido a la luz a raíz de las obras para soterrar los contenedores que se están realizando en el casco histórico. En Martín Villa  y cerca de la calle Cuna también han aparecido restos de otros muros. Además, en la plaza de Pilatos se han encontrado restos del acueducto de los caños de Carmona del siglo XVI.

Fuente: VIRGINIA LÓPEZ ENANO  |  EL PAÍS ANDALUCÍA

25 septiembre 2014 at 11:43 pm 1 comentario

¿Cómo era la economía mundial en el siglo I?

La economía global del siglo I, dominada por el Imperio Romano, tenía un sistema bancario, una moneda que se usaba tanto en Italia como en la península ibérica o Britania y un sistema legal unificado

coliseum

El Imperio Romano dominaba la economía mundial en el siglo I

Los documentos históricos son escasos, pero un estudio del alemán Deutsche Bank calcula que Roma controlaba el 25% de la producción mundial y que su sombra imperial se extendía por gran parte del planeta.

Según el estudio, sus principales rivales eran Parthia –aproximadamente lo que hoy es Irán – y los bárbaros de Alemania, que apenas generaban un 2% y 1% de la producción mundial, respectivamente.

Peter Temin, economista emérito de la Universidad de Massachusetts y autor de The Roman Market Economy (La economía de mercado romana), opina que la economía del imperio romano en el siglo I era similar a la del siglo XVII y XVIII, justo antes de la gran revolución industrial.

“Desde luego que la industria y agricultura eran mucho más rudimentarias que lo que tenemos hoy, pero había una economía de mercado y una distribución del ingreso tan desigual como la actual en Estados Unidos”, indicó a BBC Mundo.

Y, según los expertos, el imperio era “la columna vertebral de esa economía”.

El imperio sin fin

En “La Eneida”, Virgilio caracteriza a Roma como el imperium sine fine.

Y es que, hasta donde daban los conocimientos de la época, el imperio abarcaba prácticamente el mundo entero: casi toda Europa Occidental, el norte de África, partes de Medio Oriente. Más allá, la barbarie o lo desconocido.

Si se suman tanto los miembros plenos como los estados tributarios, el cálculo del Deutsche Bank –en un estudio que no incluyó a China, India y América- es que el Imperio Romano representaba el 70% de la economía global.

Virgilio caracterizó a Roma como el imperio sin fin

Virgilio caracterizó a Roma como el imperio sin fin

Este imperium sine fine tenía entre 50 y 100 millones de habitantes y una red de carreteras tan avanzada que se siguió usando hasta el siglo XIX.

“El sistema bancario era mucho más rudimentario que el actual, pero servía para financiar el consumo y la producción. Los préstamos tenían tasas de interés y usaban colaterales para garantizarlos como, por ejemplo, la propiedad de los viñedos”, señaló a BBC Mundo Peter Temin.

Roma la esplendorosa

Durante mucho tiempo los historiadores caracterizaron a Roma como una economía que giraba en torno a una agricultura de subsistencia, con ínfima innovación tecnológica y un desarrollo que, para muchos, era un virtual estancamiento.

Sin embargo, según Willem M. Jongman, de la Universidad de Groningen, Holanda, y autor de The Economy and Society of Pompey (La economía y sociedad de Pompeya), el imperio fue una de las cimas del crecimiento pre-industrial.

Según cálculos recientes, Roma copaba el 25% de la economía mundial durante el Imperio

Según cálculos recientes, Roma copaba el 25% de la economía mundial durante el Imperio

“El problema era que los ingeniosos cálculos que hacían los historiadores del PIB de Roma se basaban en muy pocos documentos. Era el equivalente a reconstruir el PIB de Estados Unidos con los recibos del precio de una hamburguesa en Kentucky en los años 30, de un coche en Virginia en los 60 y del salario de un electricista en San Luis en los 70”, señaló a BBC Mundo.

Con los avances de la investigación arqueológica, los historiadores pudieron superar este obstáculo al poder reconstruir la sociedad de una manera mucho más precisa a partir del análisis exhaustivo de la tierra, las ciudades, las ruinas, los utensilios y adornos.

“Esta nueva metodología nos ha permitido ver que el imperio romano tuvo un gran aumento poblacional y que experimentó un fuerte incremento del consumo y la producción. Desde ya que no era una economía como la moderna que crece a un 1,5% anual y tiene grandes avances tecnológicos, pero sí una economía que se expandió y permitió un mejoramiento sostenido del nivel de vida”, indicó Jongman a BBC Mundo.

Los hallazgos de osamenta animal y de criaderos de pesca han permitido constatar un aumento del consumo de carne y el pescado en una población en continuo aumento.

La existencia de viñedos y la comercialización del vino por buena parte del imperio es otra muestra de una importante industrialización agrícola.

“Roma era una ciudad de un millón de habitantes. Recién en el siglo XIX Londres llega a tener este volumen de gente. Como puede ver cualquier turista hoy en día, no se trataba de una ciudad de chozas construidas en medio del barro.

«El nivel de edificación era tan sofisticado que no sólo asombró al Renacimiento sino que nos sigue enmudeciendo hoy. En esta ciudad tan sofisticada las necesidades de sus consumidores eran atendidas por este continuo excedente de la producción agrícola o vitivinícola o ganadera”, indicó Jongman.

La pax romana

La mayor parte del comercio se hacía en el interior de este vasto imperio dividido en provincias, como se llamaba a los territorios conquistados que poseían un altísimo nivel de autonomía.

Pero a Roma llegaba arroz importado de India y seda de China.

El imperio usó más hierro y metales que todas las sociedades previas.

En España, Galia, Bretaña y las provincias del Danubio se abasteció de oro, plata, cobre, carbón y bronce usados en la construcción edilicia y en la fabricación de armas, llaves, sellos y carros de combate.

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Los estudios arqueológicos permiten reconstruir cómo funcionaba la sociedad romana.

“Había una pax romana. Roma proveía una seguridad que ninguna sociedad pre-industrial podía tener respecto al pillaje y la piratería. A cambio los países pagaban tributo. La conquista era cruel, pero una vez pasada esta etapa, los romanos mostraron un gran talento para el gobierno.

«Si Roma se beneficiaba, lo cierto es que también había progreso en las regiones que incorporaba como se veía en el aumento de la población, consumo y producción de esos territorios”, señala Jongman.

Una de las tres regiones en que estaba dividida la península ibérica, la hispania Baetica –actual Andalucía– se convirtió en una gran exportadora de aceite de oliva: su mayor cliente fue la misma Roma.

Las ánforas halladas en Monte Testacio, Roma, son uno de los “documentos arqueológicos” del volumen de esta exportación: contenían unos 580 mil metros cúbicos de aceite.

El cálculo es que solamente esa zona del Monte Testacio en Roma importaba más de 7 millones de litros anuales.

“El otro gran poder de la época, China, era un estado replegado sobre sí mismo. Es la gran diferencia con Roma, que era una potencia en permanente expansión.

«Por eso, en la medida en que se puede, si hablamos de la economía mundial del siglo I, estamos hablando del Imperio Romano”, destacó a BBC Mundo Peter Temin.

Fuente: Marcelo Justo  |  BBC Mundo    25/09/2014

25 septiembre 2014 at 11:41 pm Deja un comentario

¿Por qué se dice que la justicia es ciega?

Desde el siglo XV, la justicia se representa con una mujer que lleva los ojos vendados, una balanza en una mano y una espada en la otra: «La justicia no mira a las personas, sino los hechos»

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Fachada del edificio del Tribunal Supremo / WIKIPEDIA

A modo de insulto hacia la Justicia española se suele decir que la justicia es ciega. Una forma de descalificar a las instituciones judiciales, pero que es una hipérboles de su máxima virtud: «La justicia no mira a las personas, sino los hechos».

Desde el siglo XV, la justicia se representa con una mujer que lleva los ojos vendados, una balanza en una mano y una espada en la otra. Los ojos vendados pretenden destacar que la justicia solo mira a las personas, es decir, que la justicia es igual para todos. La objetividad debe ser impuesta «sin miedo ni favoritismos, independientemente de la identidad, el dinero, el poder o debilidad».

Por su parte, la balanza representa el juicio que determinará poniendo a cada lado de la balanza los argumentos y pruebas de cada lado. Un mito que ya aparece representado en el Antiguo Egipto a través de la diosa Maat, símbolo de la Verdad, la Justicia y la Armonía cósmica. Maat era la patrona de los jueces. Se representaba como una mujer de pie o sentada sobre sus talones con una gran pluma de avestruz sobre la cabeza y portando en una mano el cedro y en la otra el «anj», el cetro del poder. Su pluma se empleaba para pesar a través de una balanza el corazón de los muertos en el juicio final. Este tipo de representación de una dama sosteniendo una balanza también fue usada por la mitología griega donde la diosa Temis portaba un objeto similar.

A su vez, la espada que sujeta «la dama de la Justicia» expresa que la justicia castigará con mano dura a los culpables. Algo que se vincula con la diosa griega Némesis, quien castigaba con una espada a los que no obedecían a aquellas personas con derecho a mandarlas y, sobre todo, a los hijos que no obedecían a sus padres.

Representación de la diosa romana Iustitia

Dama de la Justicia en Berna /  WIKIPEDIA

Dama de la Justicia en Berna / WIKIPEDIA

No en vano, la Antigua Roma adoptó la imagen de una diosa femenina de la justicia, que se llamaba Iustitia, mezclando los ojos vendados de la diosa romana Fortuna (el destino), con la griega Tyche (la suerte), y la espada de Némesis (la venganza). Las primeras monedas romanas representan a Iustitia con la espada en una mano y la balanza en la otra, pero con los ojos descubiertos. Iustitia sólo se representa como «ciega» desde fines del siglo XV.

La primera representación conocida de Iusticia ciega es la estatua de Hans Giengen de 1543 en el Gerechtigkeitsbrunnen (Fuente de la Justicia) en Berna. Su iconografía moderna adorna con frecuencia juzgados y tribunales de todo el mundo.

Fuente: CÉSAR CERVERA  |  ABC        25/09/2014

25 septiembre 2014 at 5:59 pm Deja un comentario

Demolición de Marco Aurelio

Por F. Javier Herrero  |  Blogs EL PAÍS

 Marco-Aurelio-Campidoglio

Estatua ecuestre de Marco Aurelio en el Campidoglio, Roma / Leemage, Getty

A juicio de sus contemporáneos, Marco Aurelio fue el emperador perfecto, aquel cuyo reinado fue la época más feliz del mundo antiguo, último de la serie de los llamados ‘emperadores buenos’ del siglo II d. C. Las fuentes históricas de aquel tiempo nos han legado la figura de un emperador que siempre obró con rectitud, sabiduría y humanidad, guiado por su pasión por la filosofía estoica. Y si prefiriésemos evocar a nuestro personaje con herramientas actuales, los cinéfilos podrían revisar las memorables interpretaciones que de él hicieron Alec Guiness en La caída del Imperio Romano y Richard Harris en Gladiator, que nos dejaron una positiva y bienintencionada imagen de Marco. Pero si analizamos la documentación de la época, y de Marco Aurelio queda muchísima, con las gafas de la crítica, el resultado puede ser demoledor. Esa es la tarea que se propuso el profesor Augusto Fraschetti, profesor de Historia romana en la Università di Roma La Sapienza y la Universidad de La Sorbona, con Marco Aurelio, la miseria de la filosofía (2007), que ha sido publicado este año en español por Marcial Pons gracias a la traducción de Javier Arce.

Es necesario aclarar que se trata de una obra póstuma que Fraschetti estaba terminando cuando falleció en 2007, pero que se decidió publicar como homenaje al autor. Por ello se echa en falta una última corrección que eliminase repeticiones, reducción de textos citados in extenso, etc,. No obstante, la profusión de notas, citas y textos de fuentes diversas juegan a favor de la obra. En cuanto al enfoque, el autor opina que quizás se le puede reprochar “el haber intentado reconstruir en todos sus aspectos las diferentes fases de un reinado de forma quizás no demasiado benévola en relación con su protagonista”. Si por benevolencia entendemos simpatía y buena voluntad hacia las personas, en este ensayo el lector tendrá complicado encontrar algo de ella hacia Marco Aurelio.

Desde el reinado de Nerva se inicia lo que se denominó el “imperio adoptivo”, que se basaba teóricamente en la elección del “mejor” por parte del Augusto para sucederle en el trono de Roma. Los investigadores -alemanes sobre todo- que creyeron que este fue el método sucesorio del siglo II, recurrían a unos ‘principios de adopción’ descritos por Tácito y Plinio. Marco Aurelio designó a su hijo Cómodo sucesor del Imperio con lo que ese ideal político, que se suponía que era el óptimo, tocaba a su fin según Fraschetti, pero hay que añadir que ninguno de los emperadores adoptivos anteriores tuvieron descendencia masculina directa y no sabemos qué habría pasado si Adriano hubiese tenido un hijo natural. El profesor italiano sabía que la elección del “mejor” no pasaba el examen de la realidad y analiza el papel que jugaban las mujeres de la domus Augusta, en quienes el mismo Marco Aurelio veía la “dote imperial” ya que transmitían el vínculo que radicaba en la gens Aelia. Se acerca en ese análisis al que ya llevó a cabo Alicia M. Canto, profesora de la UAM y miembro de la Real Academia de la Historia, sobre la dinastía Ulpio-Aelia, que incluye desde los italicenses Trajano y Adriano hasta Cómodo (98-192 d.C.), una verdadera dinastía hispana enraizada en la Bética con fuertes lazos de consanguinidad y comunes objetivos políticos, como lo demuestra el origen de los padres de Marco Annio Vero, nuestro Marco Aurelio, que nacieron en la colonia cesariana de Ucubi, la actual Espejo cordobesa.

Marco-Aurelio-biografíaAl ser proclamado emperador, Marco pide al Senado que sean aplicadas las disposiciones sucesorias de Adriano y que su hermano adoptivo Lucio Vero le acompañe en el coprincipado con lo que Roma dispondría de dos Augustos con poderes idénticos a todos los efectos, la misma auctoritas y la misma potestas. Lo que según la historiografía tradicional fue una armoniosa relación fraternal, según Fraschetti no fue tal y la política de guerra lo demostraría. El Imperio Parto desafió a Marco desde Oriente al poco de ser proclamado emperador, tratando de controlar el estado tapón armenio. Lucio Vero tomó las riendas de la expedición romana que respondería a Vologeses III de Partia, ya que Marco carecía de  conocimientos militares. Al contrario de lo que afirma la Historia Augusta -una compilación de biografías imperiales de la época-que describe a Lucio como un depravado e inmoral, Fraschetti opina que este cumplió impecablemente con los objetivos y no cuestiona la expedición, pero una vez controlada Armenia, ¿era necesario desde el punto de vista del gasto militar llegar hasta Ctesifonte, la misma capital parta, y destruir Seleucia, ciudad que se rindió sin batallar?

Cuando las legiones vuelven a Roma con Lucio en 165 d. C. no vienen solas. Vuelven victoriosas pero traen la peste. La enfermedad se extendió por todo Occidente y en su peor fase se cobró en Roma 50.000 muertes diarias con unas consecuencias que persistieron durante largo tiempo. Con este panorama, el limes septentrional del Imperio se derrumba por la presión que ejercen marcomanos y cuados, y Marco Aurelio ya no sabrá lo que es una paz definitiva en el Danubio y el Rin hasta su muerte. 300 años después, el territorio itálico vuelve a ser invadido y Aquileia –situada en el Véneto- es sometida a asedio. Marco se vio obligado a gestionar reclutamientos militares masivos para contener a los bárbaros, con el gasto económico añadido que impuso a una sociedad asolada por la peste, pero en opinión de Fraschetti, el problema principal era la estrategia a seguir con los enemigos del norte. Lucio Vero quería mantener la política de contención y diplomacia que caracterizó los reinados de Adriano y Antonino Pío, con bastante éxito, mientras que Marco estaba a favor de “una política imperialista” que llevase las fronteras de Roma hasta el Elba, creando las nuevas provincias romanas de Marcomania y Sarmacia, lo cual era de todo punto insostenible. Según Fraschetti, el empecinamiento de Marco en estas guerras, constante juego del gato y el ratón sin visos de victoria, pasará una factura que le costará demasiado cara a Roma.

Áureo con la imagen de Marco Aurelio / Dagli Orti, Getty

Áureo con la imagen de Marco Aurelio / Dagli Orti, Getty

Esa factura económica se componía de varios elementos: la falta de mano de obra en el campo y las ciudades, el aumento de la presión fiscal a causa de las guerras nórdicas, la decisión de devaluar el denario debida a las exangües reservas de plata y la espiral inflacionista generalizada. La situación era tan difícil que Marco decidió incluso subastar las propiedades imperiales para financiar las levas militares. Todo esto lleva a Fraschetti a afirmar que “el comienzo de la decadencia  del Imperio romano se debe hacer recaer sobre el emperador-filósofo Marco Aurelio. Él (…) no deja de aparecer como un completo ignorante de las leyes que regulan una economía de mercado y la marcha de los precios”. Pero el “buen” Marco, como irónicamente suele enfatizar el autor, fue capaz de dar alguna de cal, como ocurrió en el caso de los esclavos. Legisló favoreciendo la manumisión de éstos y protegiendo la nueva situación de los libertos. Su visión estoica de la esclavitud era paradójicamente cercana a la de los cristianos, que protagonizaron el episodio más controvertido del reinado de Marco Aurelio. El historiador italiano es taxativo en este asunto cuando afirma que Marco Aurelio los consideraba “adversarios a combatir sin piedad y sin tregua” y actuó como “un perseguidor feroz”.

En contraste con la gran tolerancia de la que habían dado prueba tanto Adriano como Antonino Pío, entraron en vigor los ‘nuevos decretos’ cuya principal novedad era la puesta en marcha de la búsqueda de oficio de esos cristianos por parte de las autoridades provinciales. La historiografía moderna ha intentado pasar de puntillas por este asunto y buscar explicaciones que al final no resultan convincentes. Las legiones de reciente creación fueron completadas con todos los recursos posibles: esclavos, bandidos o gladiadores. La escasez de estos últimos en los espectáculos públicos por el elevado precio que por ellos exigían los lanistae, unida al ambiente de persecución, provocó sucesos como el de los mártires de Lyon, cuya matanza sustituyó la celebración de unos costosos juegos de gladiadores. A este respecto, Anthony Birley en Marco Aurelio, la biografía definitiva (Ed. Gredos), descarga toda la responsabilidad en las autoridades provinciales del consejo de las Galias, pero no parece creíble que éstas actuasen en sentido contrario a las órdenes del Augusto.

Marco-Aurelio-relieve

Marco Aurelio celebra un sacrificio en el templo de Jupiter en el Capitolio / Dagli Orti, Getty

Resulta paradójico que fuesen un antiguo esclavo y el soberano del Imperio las dos últimas grandes figuras del estoicismo. El frigio Epicteto ejerció sobre el emperador una enorme influencia en su pensamiento, la cual impregnará las Meditaciones, el cuaderno de anotaciones personales de Marco en el que Carlo Carena, oportunamente traído por Fraschetti, encuentra su interés no como “ejemplo de un ensayo divinamente sereno, sino al contrario, [como] el afán de una búsqueda nunca concluida, la prueba decepcionante de un esfuerzo teórico alejado de la complejidad de la realidad”. Marco Aurelio gustaba de repetir la afirmación de Platón: “Felices los pueblos en los que los filósofos son reyes o en los que los reyes practican la filosofía”. En qué medida pudo o quiso Marco Aurelio que el estoicismo fuese el timón de su política es la pregunta más significativa que podemos hacernos sobre su imperio. G. R. Stanton subraya «con énfasis la que podría definirse [como] una ‘escisión’ profunda entre el Marco Aurelio emperador y el Marco Aurelio filósofo”. Fraschetti sostiene que esto sólo tiene una causa: la conducta hipócrita de Marco, la hipocresía que se impuso a la filosofía del emperador.

25 septiembre 2014 at 8:34 am Deja un comentario


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