Archive for 23 agosto 2018

Descubierta en Creta una misteriosa tumba de finales de la civilización minoica

La tumba de cámara, dividida en tres nichos excavados en la tierra, se podría fechar aproximadamente entre el 1400 y el 1200 a.C., en el periodo tardío de la civilización minoica

¡Intacto!
Sarcófago intacto con la tapa en su lugar y numerosas vasijas con forma de estribo.

Foto: Ministry of Culture and Sports, Greece

Fuente: Alec Forssmann  |  National Geographic
23 de agosto de 2018

Un «suceso aleatorio» ha propiciado una excavación de emergencia en un olivar situado a unos 800 metros al noreste de Kentrí, en Yerápetra, en el sureste de Creta (Grecia), según acaba de informar en un comunicado el Ministerio de Cultura y Deporte de Grecia. Un residente de la zona avisó al Eforato de Antigüedades de Lasithi sobre la presencia de un pozo de 1,20 metros de diámetro y de más de 2,5 metros de profundidad. La excavación arqueológica ha permitido descubrir una misteriosa tumba que, de acuerdo con la tipología de la cerámica hallada en su interior y otras estimaciones iniciales, se podría fechar aproximadamente entre el 1400 y el 1200 a.C., en el periodo tardío de la civilización minoica.

La tumba de cámara está dividida en tres nichos excavados en la tierra. En el extremo sur había un sarcófago intacto con la tapa en su lugar y, en su interior, el esqueleto bien conservado de una persona adulta «en una postura muy contraída», según el comunicado. También se han encontrado 14 vasijas con forma de estribo, conocidas como ánforas de falso cuello, una crátera y un cuenco, entre otras piezas. En el nicho más septentrional había un sarcófago sin tapa y dentro un esqueleto adulto deteriorado, además de otras vasijas. «Todos los jarrones están intactos, presentan una buena calidad artística y una excelente conservación», señala la nota.

 

En un olivar
El pozo que conduce a la tumba, de 1,20 metros de diámetro y de más de 2,5 metros de profundidad, ha sido excavado en un olivar del sureste de Creta.

Foto: Ministry of Culture and Sports, Greece

 

Crátera minoica
Una crátera y otras vasijas junto al sarcófago intacto.

Foto: Ministry of Culture and Sports, Greece

 

Interior del sarcófago
Esqueleto bien conservado de una persona adulta «en una postura muy contraída».

Foto: Ministry of Culture and Sports, Greece

 

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23 agosto 2018 at 5:04 pm Deja un comentario

La batalla de Farsalia, hacia el final de la República romana

El enfrentamiento entre César y Pompeyo supuso un punto de inflexión clave para el fin de la República y el inicio del Imperio romano

Fuente: National Geographic
23 de agosto de 2018

La carrera política de Pompeyo Magno empezó tras la primera guerra civil que vivió la sociedad romana. Siguiendo la tradición familiar, Pompeyo consiguió sus primeros éxitos militares luchando en el lado de los optimates, que gobernaban desde su victoria en la guerra. Tras estas primeras campañas, fue nombrado cónsul en su vuelta a Roma y emprendió nuevas campañas que aumentarían todavía más su buena fama: acabó con la piratería en el Mediterráneo, algo que favorecía el comercio marítimo, y detuvo el expansionismo de dos poderosos reyes hostiles a Roma en Oriente, Mitrídates VI del Ponto y Tigranes II de la Gran Armenia.

De forma paralela, César empezaba sus andanzas políticas en el Senado, y tras perder apoyos, Pompeyo se vio obligado a forjar una alianza secreta —el primer triunvirato (60 a.C.)— con César y Craso, ambos del partido opuesto, para lograr objetivos comunes. César se marchó a las Galias para consolidar su carrera política mediante éxitos militares, pero cuando pretendía regresar tenía el Senado en su contra. De este modo, se vio obligado a desafiarlo, cruzó el Rubicón en el año 49 a.C. y dio inicio a la segunda guerra civil romana en la que Pompeyo participó como comandante del ejército de la República.

En el invierno de 49 a.C., Julio César consiguió llevar una parte de sus tropas a los Balcanes desde Bríndisi, burlando la vigilancia que Pompeyo, instalado en Dirraquio, había establecido en el Adriático. El resto de sus efectivos no pudo cruzar hasta la primavera del año siguiente; mientras tanto, pompeyanos y cesarianos invernaron en torno a Dirraquio. Con la llegada de los refuerzos, ambos ejércitos iniciaron una guerra de desgaste en la que las tropas de César, mal abastecidas, llevaron la peor parte. Cuando Pompeyo ordenó el ataque definitivo, César y su ejército se refugiaron en la cercana Apolonia.

Entonces Pompeyo decidió reagrupar a sus tropas en Tesalia (Grecia) y César le siguió hasta Farsalia, donde el 9 de agosto tuvo lugar el enfrentamiento definitivo. Pompeyo no deseaba la batalla, pero se vio forzado a ella por el espíritu belicoso de sus soldados y por las conspiraciones de sus generales. Aunque sus 30.000 hombres doblaban los efectivos de César, éste desarrolló una mejor estrategia y, según contó él mismo, sólo perdió 230 hombres frente a 15.000 pompeyanos muertos y 24.000 cautivos. Fuentes más imparciales estimaron las bajas de César en 1.200, y las de su rival, en 6.000.

 

23 agosto 2018 at 4:59 pm Deja un comentario

La cabeza dorada que añade un giro inesperado a la historia de la antigua Roma

La escultura de una cabeza de caballo y otros hallazgos sugieren que los romanos tenían una relación sorprendente con las tribus de su frontera norte.

Es probable que esta cabeza de caballo dorada, que ahora se exhibe en Alemania, sea el fragmento de una estatua a tamaño real de un emperador romano esculpida en el año 1 d.C.

Foto: ARNE DEDERT, PICTURE-ALLIANCE/DPA/AP IMAGES

Fuente: Andrew Curry | National Geographic
22 de agosto de 2018

Tras casi una década de batallas legales, se ha revelado al público por primera vez un fragmento de una antigua escultura romana por valor de casi 1,7 millones de euros. El fragmento de 13 kilogramos es la cabeza de un caballo a tamaño real que data del año 1 d.C. La cabeza, hecha de bronce y bañada en oro, es mucho más que un ejemplo espectacular de arte romano.

La cabeza de caballo fue descubierta durante las excavaciones de un asentamiento romano llamado Waldgirmes, cerca de la actual Frankfurt, y añade un nuevo giro inesperado a la historia de Roma y las tribus germánicas.

Durante siglos, los historiadores estaban de acuerdo en que los romanos pretendían usar la fuerza para someter a las tribus germánicas y crear una nueva provincia al norte y al este del Rin. Tras una batalla catastrófica en el año 9 d.C. que costó 15.000 hombres al ejército romano, la conquista de Germania se canceló. Marcados por esta derrota —conocida como la batalla del bosque de Teutoburgo—, los romanos finalmente establecieron una red de fuertes que definió la frontera norte del mundo romano durante casi 300 años.

Pero la cabeza de caballo y otros hallazgos en Waldgirmes, excavado por la comisión romano-germánica del Instituto Arqueológico Alemán entre 1994 y 2009, son pruebas de que la fuerza bruta podría no haber sido la única parte del plan de Roma.

El asentamiento se extendía a lo largo de casi ocho hectáreas y contaba con una muralla defensiva, pero no con edificios militares. Su existencia demuestra que los romanos vivieron codo con codo y comerciaron con los «bárbaros» germánicos de forma pacífica durante años, justo hasta la derrota de Teutoburgo, según Gabriele Rasbach, investigador principal del Instituto Arqueológico Alemán.

La mayor parte de los edificios del asentamiento estaban hechos de madera y, basándose en los datos de los anillos de los árboles, los arqueólogos calculan que se construyó de cero a partir del año 4 a.C. Tras los muros de madera de tres metros de alto, Waldgirmes albergaba talleres de carpintería y alfarería, residencias de estilo romano e incluso restos de tuberías de plomo.

En el centro de la ciudad había un edificio administrativo de varios pisos y, frente a él, en un patio o un foro, los arqueólogos identificaron los pedestales de cuatro estatuas de jinetes a tamaño real. La cabeza de caballo bañada en oro formaba parte de una de estas estatuas, probablemente la que representaba a un emperador romano.

Los hallazgos de Waldgirmes fueron una sorpresa para arqueólogos e historiadores por igual.

«Darnos cuenta de que allí había edificios civiles fue toda una sorpresa», afirma Sebastian Sommer, arqueólogo de la Oficina del Estado de Baviera para Protección de Monumentos en Múnich que no participó en las excavaciones. «Waldgirmes muestra un enfoque exclusivamente civil, y quizá que los romanos se equivocaron sobre lo fácil que sería colonizar a estos pueblos».

¿Una estatua sacrificada?

Con sus brillantes estatuas y sus cañerías de plomo, Waldgirmes parece haber formado parte de una iniciativa para ganarse a las tribus germánicas en lugar de atacarlas.

«En el asentamiento hemos visto que su objetivo era ser un centro administrativo importante, quizá hasta una capital planificada», afirma Carsten Amrhein, arqueólogo y director del Fuerte Romano de Saalburg, un museo cerca de Frankfurt dedicado al pasado romano de la zona. «Los planes de los romanos de una nueva provincia fueron mucho más lejos de lo que creíamos».

Pocos años después de la batalla del bosque de Teutoburgo, la vida en la antigua localidad se detuvo. Pero, según Rasbach, no se observan señales de batallas ni matanzas. Quizá Waldgirmes fue evacuada de forma pacífica en el año 16 d.C., cuando se les ordenó a las fuerzas romanas que abandonasen el territorio que poseían al norte y al este del Rin.

Tras quedar abandonado, Rasbach explica que es probable que las tribus germánicas destrozaran deliberadamente las estatuas y las aprovecharan por su contenido en metales. Se descubrieron fragmentos de bronce —en total 160, la mayoría astillas diminutas— esparcidos por todo el asentamiento.

La cabeza de caballo es la única excepción. No muy lejos de los pedestales, los arqueólogos descubrieron un pozo de la época romana de más de nueve metros de profundidad. La cabeza se encontraba en el fondo, cubierta de pesadas piedras de molino, cubos de madera, asas de herramientas, un yugo de buey y otros desperdicios.

Rasbach señala que la cabeza de caballo no cayó al pozo por accidente. El metal era un bien demasiado preciado como para malgastarlo. En lugar de eso, es posible que tirasen la cabeza al pozo como parte de un ritual: las tribus del norte de Europa solían sacrificar caballos y arrojar sus cadáveres a pantanos o ríos. Quizá la cabeza de bronce formase parte de una ceremonia similar, y las piedras y el resto de desperdicios se arrojaron para sellar el sacrificio.

Aunque se excavó en 2009, la cabeza lleva almacenada durante casi una década, mientras una demanda del agricultor en cuya tierra se descubrió pasaba por los tribunales alemanes. La semana pasada, el estado alemán de Hesse acordó pagar al agricultor unos 688.800 euros para adquirir el fragmento. Forma parte de la exposición permanente del Fuerte Romano de Saalburg desde el domingo pasado.

Y si Waldgirmes formaba parte del plan romano para ganarse a los germanos a través del comercio y la cultura, podría no haber sido el único puesto avanzado colocado en los bosques.

«Tiene que haber más», afirma Rasbach. «Pero muchas veces los asentamientos modernos se construyen sobre antiguos asentamientos romanos. Con Waldgirmes tuvimos mucha suerte».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

 

23 agosto 2018 at 10:10 am 1 comentario

Pompeya, la ciudad fosilizada por el Vesubio

En 1738 el arqueólogo aragonés Roque Joaquín de Alcubierre descubrió la ciudad de Herculano

Pompeya, la ciudad fosilizada por el Vesubio

Fuente: Luis Negro Marco  |  El Periódico de Aragón
23 de agosto de 2018

Aquel caluroso y pegajoso 24 de agosto del año 79 de nuestra era, el militar, escritor y naturalista romano Cayo Plinio Segundo, conocido en la Historia como Plinio el Viejo (23-79 d. C.) se encontraba en la ciudad de Miseno (importante puerto de Roma en la región italiana de Campania, a apenas treinta kilómetros de Nápoles) al frente de una de las escuadras de la poderosa flota del Imperio romano en el Mediterráneo.

Despuntaba el alba cuando, expulsada a velocidad de vértigo desde el cráter del Vesubio, apareció sobre el cielo de la región una descomunal negra nube de gases y vapor de agua que se elevó hasta los 30 kilómetros de altitud. Al mismo tiempo comenzó una torrencial lluvia de piedras pómez que, lanzadas a un ritmo de más de un millón de toneladas por segundo, arrasó en cuestión de minutos la campiña en un radio de 40 kilómetros desde la boca del volcán. En apenas unos minutos, la luz del día había tornado en profunda noche oscura. A la gigantesca erupción siguieron numerosos terremotos que destrozaron la práctica totalidad de las villas rurales de la Campania y resquebrajaron los muros de la mayoría de casas de las ciudades de Herculano, Estabia y Pompeya. El pánico de la población fue generalizado, pero el viejo naturalista Plinio vio en aquella apoteósica manifestación de la naturaleza una oportunidad única para el estudio de las poderosas y desconocidas fuerzas interiores de la Tierra. Así, acompañado de algunos de sus esclavos, el erudito académico se dirigió a Estabia, ciudad en la que esperaba poder contemplar de cerca la erupción del volcán y dejar por escrito sus observaciones. Una temeraria decisión que acabó de forma trágica cuando una de las cíclicas ráfagas de calor (pudieron haberse alcanzado hasta los 200 grados de temperatura en el ambiente) y gases asfixiantes lo envolvió, provocándole una muerte instantánea. Como Plinio el Viejo, miles de personas que vivían en las inmediaciones del Vesubio encontraron la muerte en aquel fatídico día, cuando –como colofón a la destrucción– el magma comenzó a ser expulsado desde el cráter del volcán a una velocidad de cientos de kilómetros por hora, dejando –en cuestión de minutos– definitivamente sepultadas, bajo metros de lava, a las ciudades de Estabia, Herculano y Pompeya.

Durante los dieciséis siglos posteriores las tres ciudades permanecieron ocultas bajo una capa de terreno de hasta 15 metros de espesor; hasta que en 1738, durante el reinado de nuestro monarca Carlos III (también rey de Nápoles y Sicilia), el ingeniero militar y arqueólogo aragonés Roque Joaquín de Alcubierre (Zaragoza, 1702 -Nápoles, 1780) descubrió la ciudad de Herculano. Asimismo el propio Alcubierre fue, en 1748, el descubridor y realizador de las primeras excavaciones en Pompeya, mientras que las ruinas de Estabia fueron localizadas un año después.

El trabajo arqueológico llevado a cabo por Joaquín de Alcubierre, fue de crucial trascendencia, por cuanto la localización de la sepultada ciudad de Pompeya fue uno de los sucesos culturales más destacados en la Europa del siglo XVIII. Unas actuaciones y descubrimientos que convierten al ilustrado militar aragonés en uno de los grandes pioneros y referente obligado en la historia de la arqueología clásica.

Posteriormente, los trabajos de excavación en Pompeya fueron continuados por el arqueólogo italiano Giuseppe Fiorelli (1823-1896) a quien se debe la genial idea de verter yeso líquido en el interior de las cavidades que habían dejado los cuerpos al descomponerse bajo su recubrimiento en bolsas de lava. Gracias a este método, los arqueólogos han obtenido cientos de moldes de personas y animales en la actitud última en que la muerte los sorprendió; pero también de vestidos, calzados e, incluso, alimentos. Asimismo las calles, monumentos, anfiteatro y casas de Pompeya pueden admirarse tal y como quedaron hace casi dos mil años, incluidas las extraordinarias pinturas murales que adornaron sus edificios, conservadas intactas, rebosantes de toda su belleza y esplendor artístico originales. Un fenómeno extraordinario que ha sido posible gracias a que este excepcional conjunto arqueológico quedó herméticamente sellado bajo miles de toneladas de lava solidificada.

Y, paradojas de nuestra aún misteriosa existencia, la misma energía térmica liberada en el año 79 por la súper erupción del Vesubio (que, según los vulcanólogos pudo haber sido equivalente a 10.000 veces la de la bomba atómica de Hiroshima) y que dejó enterradas en cuestión de minutos las antiguas ciudades italianas de Estabia, Herculano y Pompeya, fue también la causante de su conservación y preservación del olvido para las generaciones futuras. A día de hoy, Pompeya figura entre los monumentos arqueológicos más conocidos, admirados, y visitados de mundo.

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Luis Negro Marco es historiador y periodista

 

23 agosto 2018 at 9:24 am Deja un comentario


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