Mucho más que Coubertin para recuperar los Juegos Olímpicos

21 enero 2016 at 5:38 pm Deja un comentario

Antes de que Pierre de Coubertin le diera el impulso definitivo, fueron diversas las figuras que trataron de recuperar la idea de los Juegos Olímpicos

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Representación de unos Juegos Olímpicos en la Antigua Grecia. / EFE

Fuente: TOLO LEAL  |  Libertad Digital    21/01/2016

Como todos saben, los Juegos Olímpicos se celebraron en la Antigua Grecia desde el Siglo VIII antes de Cristo hasta el Siglo IV después de Cristo. Su recuperación, en los denominados Juegos Olímpicos Modernos, se produjo de manera definitiva en la propia Atenas, en 1896.

Sin embargo, para llegar a esta primera cita, se pasó por un lento y laborioso proceso, en el que fueron muchas las personas que contribuyeron en su renacimiento, hasta convertirla en el evento deportivo más importante del planeta.

Y con este artículo de hoy, iniciamos un serial que repasará la historia de los Juegos Olímpicos, desde su recuperación -mediante su artículo- hasta los pasados Juegos de Londres, dedicando un capítulo semanal a cada una de sus ediciones.

Los Juegos en Grecia

Según afirma Homero, se podría determinar el nacimiento de los Juegos Olímpicos en torno al año 1370 a. de C., aunque evidentemente es muy difícil fijar una fecha con exactitud. El poeta los relaciona con Pélope, rey de Lidia. Pero también hay autores que citan a Aquiles, quien se los dedicó a Patroclo, héroe de la guerra de Troya; o a Etlio, primer rey de Elis, y de quien provendría la denominación de atleta.

En cualquier caso, lo que queda evidente es que fue en torno al siglo VIII a. de C. cuando por primera vez se establecen unos Juegos que tendrán una periodicidad cada cuatro años, y aparece el nombre de Olimpiada. Poco a poco el evento irá creciendo, tanto en reconocimiento, como en duración, como en el número de pruebas.

Pero en el año 394 después de Cristo, cuando Grecia ya era provincia romana, Teodosio el Grande (nacido en Segovia) decretó la abolición de los Juegos, al considerarlos inmorales y ateos. Una prohibición que vino acompañada de la amenaza de pena de muerte para quienes intentaran volver a celebrar pruebas olímpicas.

El resurgir de la idea olímpica

El renacimiento vivido en los siglos XV y XVI permitió recuperar el interés por la Grecia antigua y, con ello, de la idea olímpica. De hecho, en 1604 ya nacieron en Inglaterra unos Olympic Games, celebrados en el día de Pascua, si bien no gozó de gran relevancia.

Fue ya a comienzos del siglo XIX cuando, con la irrupción de figuras importantes en diferentes países que realzaron la importancia del deporte, volvió a aparecer la idea olímpica. Hablamos de Johann Friedrich Jahn, conocido como «el padre de la gimnasia» en Alemania; Pehr Henrik Ling, creador de la denominada ‘Gimnasia sueca’ en Suecia; Thomas Arnold, quien subrayó la práctica de la educación física y el deporte en las Universidades de Inglaterra; o Francisco Amorós en España, y uno de los fundadores de la educación física moderna.

La figura de Zappas

En pleno apogeo del amor por el deporte se descubrieron las ruinas de Olimpia, en 1829. Aquello hizo terminar de despertar el anhelo por unos nuevos Juegos Olímpicos. Y fue entonces cuando el empresario griego Evangelios Zappas hizo su primer intento, mediante unos Juegos Panhelénicos en 1859.

Tras su relativo éxito, en 1870 estos Juegos se abren a otros países, pero la falta de apoyo y entusiasmo por parte de éstos convierte la idea en fracaso. Se volverá a intentar en varias ocasiones –se habla del 18 de mayo de 1875 y del 18 de mayo de 1889-, pero nunca termina de cuajar.

O sí, porque la existencia de estos intentos, y el conocimiento de los mismos, permitieron ya un nexo de unión entre el pasado y el presente, como quedará demostrado poco después. Además, a su muerte, Zappas legó casi la totalidad de su fortuna, que no era poca, a mantener viva la idea del renacimiento de los Juegos Olímpicos Modernos.

La figura de Pierre Fredy

Más o menos por aquella época nacía en París Pierre Fredy, barón de Coubertin. Estudiante de ciencias políticas, sociología y educación, realizó numerosos viajes, que le permitieron descubrir primero el enorme interés de los anglosajones por el deporte, y los intentos sin éxito de recuperar las Olimpiadas de un tal Evangelios Zappas.

Fue entonces cuando se marcó como única meta cumplir el sueño del empresario griego, y volver a instalar los Juegos Olímpicos cuatrienales. No lo tuvo fácil, se encontró con muchos obstáculos, fueron años continuos de batalla, pero como demuestra el resultado hoy día, al final no le salió mal…

Diversos son los motivos que contribuyeron a que la idea, esta vez sí, tuviera éxito. El primero, obvio: París no era Grecia. Francia se había modernizado, y la educación física y el deporte no eran exentos a ese proceso. Los Juegos serían la culminación de esta nueva etapa.

Además, Francia se encontraba en un momento de desmotivación generalizado después de su derrota ante Alemania en la Guerra franco-prusiana, y Coubertin supo muy bien cómo vender un producto que ilusionara a todos. No sólo eso; lo rodeó de toda la propaganda necesaria para darle notoriedad y que más allá de sus fronteras se interesaran. Sabía hacerlo, y tenía dinero para hacerlo. «Olimpia y las Olimpiadas son símbolos de una civilización entera, superior a países, ciudades, héroes militares, o religiones ancestrales», afirmaría.

El camino llegaría a su culmen con una conferencia en La Sorbona, en París, en 1892, en la que, tras diversas intervenciones, Pierre de Coubertin da a conocer su plan de, a corto plazo, restaurar los Juegos Olímpicos. Sólo medio año después, en el mismo lugar, 79 representantes de 49 organizaciones de 14 países –entre ellos España- comienzan a diseñar cómo serán esos Juegos, y a dar lugar al Comité Olímpico Internacional.

Los últimos detalles

Aun así, y aunque el empujón definitivo ya estaba dado, todavía quedaban muchos puntos por pulir antes de una primera edición. Uno de ellos, cuándo y dónde hacerlo. Respecto al dónde, todos parecían estar de acuerdo: Grecia. Todos, menos los propios griegos.

Sumidos en una enorme crisis económica, rechazaron la idea. No era el momento para afrontar tal proyecto. Pero Pierre de Coubertin supo bien cómo moverse. Primero, nombrando Presidente del Comité Olímpico a un griego, Demetrius Bikelas. Después, desplazándose hasta Atenas en un momento en que el Rey estaba ausente para reunirse con el príncipe Constantino, más impulsivo.

Consiguió convencerle, y aunque la mayor parte del dinero la tuvo que poner de su bolsillo y de la del financiero griego Georges Averoff, finalmente se determinó que el 6 de abril de 1896 daría comienzo la primera edición de los Juegos Olímpicos Modernos. El sueño de Zappas primero, y de Coubertin después, ya era una realidad.

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