Archive for 13 julio 2015
Localizan un barrio bajo las termas de la romana Iesso
- La campaña de excavaciones en Guissona (Lleida) ha puesto al descubierto diferentes muros, que datan de la época de fundación de la ciudad, en el siglo I a.C.
- También se ha descubierto un pozo fuera de la muralla
Zona exterior de la muralla, donde se excava un almacén. Foto: PAG.
Fuente: EVA POMARES | El Punt Avui 13/07/2015
La novena campaña de excavaciones arqueológicas de Iesso ilumina un poco más la historia de la ciudad romana que yace bajo los pies de la actual Guissona. Este año se ha incidido en las excavaciones en dos áreas ya conocidas, la zona termal y el entorno de la muralla. Además, se ha continuado profundizando en la excavación del yacimiento romano de Puig Castellar, en Biosca.
El espacio situado junto al conjunto termal trabajado hasta ahora data del siglo I d.C. Corresponde a una posible zona ajardinada. Este año, se ha excavado una segunda capa de sedimentos más antiguos, de la época republicana y al inicio de la fundación de Iesso (s. I a.C.). «Hemos localizado algunos muros, que seguramente correspondían a un barrio de casas, donde hemos encontrado cerámica de esta época», explica Josep Ros, el director del Parc Arqueològic de Guissona. El otro foco de la campaña, que termina esta semana, es la continuación de las excavaciones en el entorno de la muralla romana. La muralla protegía con muros de 2,5 metros de altura y 3 de anchura y, hace dos años, se localizaron en el exterior una serie de almacenes. «Es curioso que estuvieran situados fuera. Seguramente, estaban dedicados al comercio», apunta Ros. El edificio que se ha excavado ahora tiene 10×5 metros y consta de cinco habitaciones. Se han localizado pavimentos de tierra apisonada y el umbral de una puerta. Parece que habría funcionado desde el siglo I a.C. hasta que en el siglo III se destruye: «Es una época convulsa en el mundo romano y seguramente era una problema para la seguridad tenerlo fuera de la muralla». Junto al edificio, también se ha localizado un pozo circular, en el que se ha profundizado hasta un metro de hondo. El área de excavación incluye una estructura vinculada, que podría ser de una noria para abastecer los almacenes.
Excavación de la zona termal de Iesso. Foto: PAG.
Una veintena de personas participan en la campaña de este año del Patronat de Arqueologia de Guissona, en colaboración con estudiantes de las universidades de Barcelona, Autònoma de Barcelona y Castilla La Mancha.
Ánforas en Puig Castellar
El equipo también lleva a cabo las excavaciones en el yacimiento de Puig Castellar, en Biosca. Se trata de una fortaleza militar, fechada medio siglo antes de la fundación de Iesso. Se han localizado ánforas de vino y cerámica importada de Italia. Se investiga un gran edificio con patio y habitaciones rectangulares, siguiendo la distribución habitual de las casas romanas. Las habitaciones están pavimentadas con diferentes colores y, algunas, conservan coloridos estucos. Esto indica que era un destacamento militar de cierta importancia, delimitado por una muralla de más de un metro de anchura. Seguramente, tuvo un papel destacado en la conquista romana de las Tierras de Lleida: «Antes se creía que primero montaban un campamento y luego la ciudad. Nos hemos dado cuenta que los romanos establecían puntos de control militar a partir de los cuales planificaban la extensión progresiva de infraestructuras y ciudades», explica Ros. Como la propia Iesso.
Campañas de excavaciones en Puig Castellar. Foto: PAG.
Un ladrón devuelve antigüedades en Israel con una nota: «sólo me han traído problemas»
Se trata de dos piedras de hace 2.000 años que el ladrón dejó en el patio de un museo de Israel junto a la nota
Fotografía facilitada por la directora del Museo de Culturas Islámicas y de Oriente Próximo de Israel, Dalia Manor, de las piedras para disparar con ballesta y la nota que las acompañaba. EFE
Fuente: EFE | LA VANGUARDIA
Fotos: EFE
Jerusalén. 13 de jul.- Un ladrón anónimo ha devuelto a un museo, 20 años después de haberlas robado, dos piezas arqueológicas con una escueta nota mecanografiada en la que se podía leer: «sólo me han traído problemas», informó hoy la Autoridad de Antigüedades de Israel (AAI).
Se trata de dos piedras de 2.000 años de antigüedad empleadas para ser arrojadas por ondas o ballesta, que fueron dejadas en el Museo de Culturas Islámicas y de Oriente Próximo de la ciudad de Beersheva, al sur del país.
Las piezas serán transferidas al Departamento Nacional de Tesoros de la AAI, explicó la institución en un comunicado.
Fotografía facilitada por la directora del Museo de Culturas Islámicas y de Oriente Próximo, Dalia Manor, del mapa dejado por el ladrón que supuestamente marca el lugar de donde sustrajo las piezas arqueológicas de 2.000 años de antigüedad. EFE
Las dejó en el patio del museo
Un empleado encontró el hallazgo hace una semana en el patio del museo en el interior de una bolsa junto a la nota mecanografiada que indicaba su naturaleza y procedencia.
«Éstas son dos bolas romanas de ballesta de Gamla de una residencia a los pies de la cima. Las robé en julio de 1995 y desde entonces no me han traído más que problemas. Por favor, no robéis antigüedades», rezaba el anónimo.
Gamla era una ciudad judía antigua situada en los Altos del Golán y se cree que fue una fortificación seleúcida durante las Guerras Sirias antes de convertirse en un asentamiento romano durante la Gran Revuelta judía del primer siglo de nuestra era.
La directora del museo, Dalia Manor, informó del descubrimiento a la AAI y pronto las dos piedras se sumarán a otras empleadas para ser disparadas con ballesta procedentes de excavaciones en Gamla y que hoy figuran en el archivo del Departamento Nacional de Tesoros.
Dani Syon, arqueólogo de la AAI que excavó en Gamla durante años dio la bienvenida al retorno de las piedras.
«Cerca de 2.000 piedras como estas fueron encontradas en la excavación. Los romanos las dispararon contra los que defendían la ciudad a fin de alejarlos de las murallas y pudieron aproximarse al muro y romperlo con un ariete. Eran manualmente cinceladas en el lugar por soldados o prisioneros», explicó.
La verdadera muerte de Julio César: 23 cortes y dos asesinos heridos
Lejos de la teatralidad, el dictador romano se defendió del ataque de los senadores con un punzón y consiguió herir en el muslo a Marco Bruto, el más emblemático miembro de la conspiración
La muerte de Julio César de F. H. Fuger / WIKIPEDIA
Fuente: CÉSAR CERVERA > MADRID | ABC 13/07/2015
Casca apuñala en la nuca a Julio César, y los otros le secundan en la acción, terminando por Bruto. César dice en ese momento: «Et tu, Bruté?», lo cual se traduce en «¿Y tú, Bruto?» – ¿También tú, Bruto? –. Así escenifica William Shakespeare –inspirado en la versión del historiador Suetonio– la muerte del dictador romano y la puñalada final de Marco Junio Bruto, hijo de Servilia (amante de César), en una de sus obras trágicas más famosas. Sin embargo, cualquiera parecido con la realidad es pura coincidencia. Después de recibir 23 heridas, aunque paradójicamente solo una de ellas resultó mortal, parece poco probable que todavía tuviera fuerzas para lanzar una cita tan teatral. Al contrario, César consiguió defenderse durante unos segundos e hirió a Bruto en el muslo con un punzón. Ya herido de muerte, se cubrió la cara con su túnica en un último intento por dignificar su apariencia.
Nacido el 13 de julio del año 100 a. C. Cayo Julio César tuvo una carrera política mucho más convencional de lo que tradicionalmente se ha considerado siempre. Tras la muerte del dictador Sila, que recelaba de Julio César por sus lazos familiares con Cayo Mario, el joven patricio ejerció por un tiempo la abogacía y fue pasando por distintos cargos políticos. En 70 a.C., César sirvió como cuestor en la provincia de Hispania y luego como edil curul en Roma. Dado a endeudarse para ganarse la simpatías del pueblo, la generosidad de Julio César se hizo famosa en la ciudad y le permitió en 63 a.C. ser elegido praetor urbanus al obtener más votos que el resto de candidatos a la pretura. Su carrera política, no en vano, dio un salto definitivo cuando fue elegido cónsul gracias al apoyo de sus dos aliados políticos –Cneo Pompeyo Magno y Marco Licinio Craso– los hombres con los que César formó el llamado Primer Triunvirato. Al terminar el consulado, fue designado procónsul de las provincias de Galia Transalpina, Iliria y Galia Cisalpina, desde donde regreso convertido en un gran héroe militar que había logrado someter a los pueblos galos.
El final del Triunvirato da inició a la guerra civil
La muerte de Craso en una desastrosa campaña contra el Imperio parto rompió en añicos el Triunvirato y enfrentó a Pompeyo contra César. Tras una guerra civil que duró cuatro años, César regresó victorioso a Roma a finales de julio de 46 a. C. La victoria total de su facción dotó a César de un poder enorme y el Senado se apresuró a legitimar su posición nombrándolo dictador por tercera vez en el año 46 a. C. por un plazo sin precedentes de diez años. La benevolencia mostrada por el dictador, que no solo perdonó la vida a la mayoría de los senadores que se habían enfrentado contra él durante la guerra, sino que incluso les otorgó puestos políticos, se reveló con el tiempo como un error político de bulto. La mayoría de los 60 senadores implicados en su asesinato habían sido amnistiados previamente por el dictador.
Marco Junio Bruto, sobrino de Catón «El joven», había combatido junto a César en la Galia –al que le unía la amistad y un delicado parentesco, su madre era amante del dictador– y después contra él durante la guerra civil. Por su parte, Cayo Casio Longino, quizás el principal cabecilla de la conspiración, ejerció como legado para él después de combatir primero en el bando de Pompeyo. Otro conspirador, Cayo Trebonio, había servido durante muchos años en el alto mando de Julio César en las campañas de la Galia. Ni la gratitud ni la amistad disuadieron a los conspiradores de sus intenciones, que afirmaron haber matado al tirano por salvaguardar la República, y, sin embargo, solo consiguieron acelerar la caída de una institución que llevaba un siglo tambaleándose. Su final se vislumbraba desde que la derrota final de Aníbal había requerido buscar enemigos internos.
Pero más allá de los asuntos políticos, que tenían como trasfondo la lucha entre distintas familias de la aristocracia, el asesinato del dictador escondía un factor simbólico. Julio César decía descender de los Reyes de Alba Longa –una ciudad absorbida por Roma poco después de su fundación– y solía vestir por esta razón con una túnica de mangas largas y botas de media caña de cuero rojo. Por su parte, Bruto pertenecía a la estirpe de Lucio Junio Bruto, que en torno al año 509 a.C. acabó con el último rey de Roma, Tarquinio «El Soberbio», aunque ciertamente entre muchos de sus contemporáneos había dudas de que la afirmación fuera cierta. La imagen de un grupo de senadores terminando con el hombre que aspiraba supuestamente a convertirse en rey, el tirano, impulsó a los conspiradores más dubitativos a acometer el magnicidio, además de conquistar el imaginario de Shakespeare.
El día del magnicidio: «¡Cuídate de los idus!»
El día previo al asesinato, la esposa de César Calpurnia Pisonis había tenido supuestamente una pesadilla donde advirtió el asesinato de su marido. Dado que Calpurnia no era dada a supersticiones, se dice que el dictador cedió quedarse en casa y envió un mensaje al Senado para informarles de que la mala salud le impedía abandonar su casa para llevar a cabo ningún asunto público. Sin embargo, Décimo Bruto –otro de los conspiradores– consiguió convencer finalmente a César de que acudiera a la cámara, ya que en pocos días iba a ausentarse fuera del país y debía dejar los asuntos políticos convenientemente atados. También se ha considerado según la tradición que el profesor de griego Artemidoro entregó un manuscrito a César a la puerta del Senado avisándole de la conspiración, pero éste no llegó a abrirlo a tiempo.
La muerte de Julio César, por Jean-León Gérôme
Además, hasta principios del año 44 a.C. César había contado con la protección de una escolta de auxiliares hispanos, pero los había licenciado como demostración de normalidad política en cuanto el Senado aprobó prestarle un juramento de lealtad. El 15 de marzo de ese año acudió al Senado sin más protección que la compañía de sus colaboradores más cercanos. Una vez dentro del edificio público, los conspiradores se encargaron de llevarse a Marco Antonio a un lugar apartado. Los asesinos eran conscientes de que Marco Antonio, además de fiel a César, era un hombre corpulento y dado a arranques de ira. Antes de que diera comienzo la reunión senatorial, los conspiradores se apiñaron en torno al dictador fingiendo pedirle distintos favores. Lucio Tilio Címber, que había servido a las órdenes del César, le reclamó que perdonara a su hermano que se encontraba en el exilio. Mientras el dictador romano trataba de calmar al grupo, Címber tiró de la toga de César y mostró su hombro desnudo: era la señal acordada. Casca sacó su daga y le apuñaló, pero solo fue capaz de arañar el cuello del dictador. Según algunas versiones, César agarró los brazos de Casca y forcejeó con él intentando desviar la daga.
Marco Bruto fue uno de los últimos en acuchillar a César, con una herida en la ingle
El general romano no solo se defendió por unos segundos de los ataques, sino que fue capaz de sacar un afilado estilo (un puñal) y herir a varios hombres, al menos dos, incluido a Bruto en un muslo. Tras el ataque de Casio, los otros conjurados se unieron a la lucha propinando a César numerosas estocadas y tajos. Solo dos senadores de los presentes trataron de ayudar al dictador, pero no consiguieron abrirse camino. Sin que sea posible de comprobar, puesto que las fuentes presentan distintas versiones, Marco Bruto fue uno de los últimos en acuchillar a César, con una herida en la ingle, y al que habría dirigido el famoso «tú también hijo mío». Con 23 puñaladas en su cuerpo –aunque solo una realmente mortal–, Julio César se cubrió la cabeza con su túnica púrpura en un último esfuerzo por mantener la dignidad y cayó desplomado junto al pedestal de la estatua de Pompeyo, su otrora máximo rival.
En pánico se propagó por la sala, los senadores que no tenían manchada la ropa de sangre huyeron del lugar enseguida. Durante un tiempo, toda Roma quedó anonadada sin decidir si aquello era el comienzo de una nueva guerra civil o el origen de los festejos por la muerte de un tirano. Marco Antonio se reunió con los conspiradores en privado y obtuvo permiso para que César tuviera un funeral público en el Foro. En línea con el famoso discurso que Shakespeare puso en boca de Marco Antonio en su drama, el leal amigo de César aprovechó el acto para ensalzar las virtudes del fallecido dictador, al mismo tiempo que lanzaba velados reproches a los conspiradores, «los hombres más honrados». No obstante, el momento cumbre del funeral llegó cuando Antonio leyó a viva voz el testamento de César, que incluía la donación de unos amplios jardines junto al Tíber al pueblo de Roma y un regalo en metálico a todos los ciudadanos. Tras el anuncio se produjeron disturbios y ataques contra las viviendas de los conspiradores. Paradójicamente, el leal seguidor del dictador Helvio Cinna fue asesinado ese día por la turba que le confundió con uno de los conspiradores, Cornelio Cinna.
Desde que se hizo público el testamento, el sobrino nieto de Julio César, Octavio, de 18 años, asumió el papel de hijo adoptivo del dictador y cambió su nombre por el de Cayo Julio César Octavio. Al principio, combatió junto al Senado y varios de los conspiradores contra Antonio, que no tardó en levantar a las legiones que todavía eran fieles a la memoria de Julio César. No en vano, Cayo Julio César Octavio –el futuro Emperador Augusto– terminó uniéndose a Antonio y a Lépido, otro de los fieles de Julio César, para formar el segundo Triunvirato y dar caza a los asesino de los idus de marzo. En el plazo de tres años, prácticamente todos los conspiradores fueron ajusticiados sin que observaran ni la más leve sombra de la famosa clemencia del tirano al que tanto se habían afanado en eliminar.